No somos amos enteros de nuestras decisiones. Por mucho que nos pese, nos encontramos limitados por el entorno, por la sociedad y sus reclamos, y en especial por nosotros mismos. ¿O acaso todas las decisiones que adoptamos son enteramente conscientes y responsables, tanto que replicaríamos todas nuestras decisiones del pasado en un futuro? Por más que nos queramos engañar, existen vestigios ancestrales de nuestra evolución que nos hacen comportarnos de una forma no del todo humana. Con ello no quiero decir que dejemos de ser humanos, sino que nuestro comportamiento por momentos podría asemejarse más al de un ser vivo más antiguo en nuestra evolución que al del hombre con su raciocinio.
Según el modelo triuno del cerebro tenemos tres estructuras: cerebro reptiliano, cerebro límbico o emocional y cerebro racional. Cabe aclarar que el modelo triuno es solo una forma de estudiar y analizar el cerebro. Este modelo fue propuesto por el neurocientífico Paul McLean en el año 1969, quien planteó que el cerebro “equivale a tres computadores biológicos interconectados”.
Cerebro reptiliano
El cerebro reptiliano responde a nuestros instintos e impulsos más básicos, como hambre, reproducción, supervivencia, lucha; por ende, es el menos racional. Tiene una función muy importante, ya que responde a nuestro instinto de autoconservación, tan necesario para la perpetuación de la especie. El problema de esto es que al no ser racional, busca su propia satisfacción a como dé lugar, sin tener en cuenta lo que puede perder en el camino. ¿Un cocodrilo tiene algún reparo en atacar a una presa? Por supuesto que no.
Cerebro emocional
Conviviendo con el primitivo reptil tenemos nuestro cerebro emocional, que está ligado al sistema límbico y que se encarga de todo lo que sentimos, bueno o malo, placentero o displacentero, relajante o estresante. Este cerebro también responde a la autoconservación, pero de una forma más adaptativa. Nuestras emociones nos permiten adaptarnos al entorno y responder de una manera u otra. Suele tener gran importancia en nuestra motivación, nuestra atención o nuestra memoria. Por ejemplo, recordamos con mayor nitidez un evento por sentirlo muy agradable o muy desagradable. Y cuando aprendemos algo, nuestro sistema límbico se encuentra allí, ya que cuanto mayor emocionalidad ponemos en algo, mejor será recordado.
Nuestras emociones influyen más de lo que creemos en nuestros recuerdos: una persona que se encuentra triste recordará más fácilmente recuerdos tristes, y lo mismo ocurre inversamente cuando alguien está feliz. Atención: el cerebro emocional es tan necesario como traicionero, porque las emociones son muy susceptibles de cambio y en un abrir o cerrar de ojos se pueden contradecir o superponer; me puedo sentir feliz y nervioso al mismo tiempo por algo, o feliz por un evento, pero preocupado por otro evento.
Cerebro racional
Tenemos finalmente, en la cúspide del podio, nuestro exigido cerebro racional, el último en nuestra evolución desde otras especies hasta llegar al humano que inventó la rueda, el sistema de trueque, el marcapasos, la navegación a vela, el smartphone y los feriados sándwiches. El trabajo del cerebro racional no es sencillo, pero dramáticamente necesario para el hombre: consiste en el procesamiento cognitivo y en las tomas de decisiones razonadas y lógicas; nos permite la autoconciencia, la reflexión y la organización; tres factores que se notan cuando están y también cuando faltan.
Saber esto nos da un poco de zozobra, nos intranquiliza. Porque nos lleva a preguntarnos cuando estamos tomando una decisión, ¿quién la toma, quién manda en nuestros actos, en nuestras palabras? ¿Lo que decimos o hacemos es lo que pensamos? ¿A quién o a qué estimulo estamos obedeciendo? ¿Esto es mejor porque lo siento así o evaluando con serenidad ganancias o pérdidas realmente la balanza da positivo? ¿Mi impulsividad me está ganando o dentro de lo posible estoy siendo dueño de mis actos tanto como para poder defenderlos responsablemente? ¿Tengo razón y tengo argumentos o estoy planteando un puro sentimentalismo que no sé de dónde me viene?
Si bien nadie es del todo racional, debemos presumir nuestra cualidad humana frente a otras especies y diferenciarnos de aquello reptiliano o mamífero que a veces domina nuestro comportamiento. Y como dice una frase que vi en algún lado: “no tomes decisiones estando enojado ni hagas promesas estando feliz”.
*Psicóloga y profesora. Especialista en autismo. Mg en dificultades de aprendizaje.
TE PUEDE INTERESAR