Ya entre los siglos XII y XIV, en el contexto de un creciente comercio entre Europa, Asia y África, Venecia se convirtió en un importante centro comercial. Con una creciente influencia y riqueza económica, la élite gobernante veneciana, integrada por un consejo de familias prominentes (el Gran Consejo), introdujo reformas políticas que reflejaban en cierta medida su respeto por las instituciones romanas de gobierno municipal, pero también su reconocimiento de la importancia de la cohesión social para el buen funcionamiento de la sociedad.
Fueron tres los principios rectores del programa de construcción del Estado. El primero era crear una sociedad que funcionara como una comunidad moral religiosamente neutral, capaz de trascender los potenciales conflictos inherentes a una población social y culturalmente diversa. Por ejemplo, aunque el catolicismo era la religión predominante, la política oficial del Estado era la neutralidad religiosa, reflejando la realidad que la población incluía inmigrantes y que los venecianos comerciaban con personas de diversas creencias culturales y religiosas. Algunas políticas de gobierno reflejaban un profundo temor a un derrocamiento autocrático revolucionario que destruyera la República, temor que era fundado, ya que se habían producido tres intentos de revolución durante el siglo XIV. El otro principio clave era la firme convicción de que la riqueza individual puede ejercer una influencia negativa en el proceso político, ya que se pensaba que las ansias de obtener grandes riquezas traen consigo una corrupción política que puede amenazar la solidaridad de la comunidad.
A partir de estas ideas centrales, se logró instaurar en Venecia una forma de gobierno capaz de responder a las preocupaciones de sus ciudadanos, al tiempo que se imponían controles sobre las acciones de sus funcionarios. Por ejemplo, la conducta del jefe administrativo, el Dux, era cuidadosamente supervisada y las infracciones, la incompetencia o la corrupción eran motivo de destitución de su cargo mediante un proceso precisamente definido. A esto se agregaba que, dado el requisito de neutralidad religiosa y para defenderse de influencias extranjeras no deseadas, el Dux y sus familiares tenían prohibida cualquier relación oficial con el Papado, además de tener prohibida cualquier participación en actividades comerciales. El Estado también proporcionaba bienes públicos, mucho más que cualquier otro Estado europeo de la época, incluyendo infraestructuras de transporte y gestión de aguas, mantenimiento del orden público, seguridad alimentaria, alumbrado público, salud pública, asistencia a los pobres y educación pública. En el siglo XIV, gracias a su estabilidad, buen gobierno y gran riqueza, Venecia era considerada como “el Estado más espléndido de Europa” (Norwich, Una Historia de Venecia, 1982).
La mayoría de las reformas clave fueron puestas en marcha durante los siglos XII a XIV y lograron mantenerse con éxito hasta aproximadamente el año 1600, cuando la adhesión a los principios fundamentales empezó a degradarse gradualmente, al mismo tiempo que se exacerbaba la brecha entre ricos y pobres. Pero a pesar que ya se encontraba debilitada, la república no fue disuelta oficialmente hasta que su consejo de gobierno se rindió ante Napoleón Bonaparte en 1797. Existen indicios de que el pacto social y el código moral venecianos empezaban a resquebrajarse bajo la presión de reveses militares, crisis alimentarias y una ola de epidemias a partir de la década de 1630. Las medidas tomadas por el dux, su familia y el consejo de gobierno (“los Diez”) en la década de 1620 evidenciaban una creciente división social. A pesar de que por siglos los dux habían sido cuidadosamente vigilados y casi todos habían demostrado una vida de servicio a la República, estos criterios fueron ignorados con la selección de Giovanni Cornaro, vástago de una familia adinerada, cono nuevo dux. Poco después de ser elegido, se descubrió que sus hijos se habían dedicado a negocios no permitidos y uno aceptó un nombramiento como obispo de Bérgamo, una violación directa de la ley de neutralidad religiosa. En épocas anteriores tales acciones habrían dado lugar a un juicio político, pero poco se hizo para llevar a la familia ante la justicia. La débil respuesta de los Diez provocó consternación entre los ciudadanos venecianos, que comenzaron a sospechar que se habían corrompido o eran reacios a actuar contra un Dux que compartía su estatus de élite. Poco después de este incidente, y pese a la opinión pública negativa, el Gran Consejo de la ciudad cambió las normas para otorgar aún más poderes a los Diez. Para el historiador John Norwich “fue un día triste para Venecia, ya que se alentó a los Diez a comportarse de forma cada vez más dictatorial, a considerarse cada vez más inmunes al control externo y, lo que no es menos importante, a hacerse cada vez más impopulares tanto frente a la ciudadanía como ante los demás órganos de gobierno”.
Richard E. Blanton, Gary M. Feinman, Stephen A. Kowalewski y Lane F. Fargher, en “Moral collapse and state failure: a view from the past” (Colapso moral y falla de del Estado: una Mirada desde el pasado), Frontiers in Political Science. Octubre 2020.
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