De las numerosas políticas de Colbert, las que más han llamado la atención son el proteccionismo y la creación de protofábricas reales, como los Gobelinos. Pero sus acciones como ministro de economía de la Francia de Luis XIV deben considerarse en el contexto de su época. Colbert deseaba competir con la hegemonía comercial holandesa y trataba de conquistar mercados externos para las exportaciones de su país. Entendido en su contexto, el desarrollo industrial no era un objetivo en sí mismo, sino un instrumento para lograr una mejora en los medios y recursos financieros de la corona francesa. A los ojos de Colbert, la situación particular de la economía de la época ameritaba medidas excepcionales. Alrededor de 1670, tras un siglo de guerras civiles y revueltas campesinas, medio siglo de conflictos externos y de aumento de los impuestos, el país necesitaba los poderes restauradores que podía proporcionar el industrialismo.
Se trataba de reparar las múltiples carencias y los fracasos económicos del pasado. Faltaba capital ya que las inversiones se canalizaban en financiar al Estado más que en la industria. Como consecuencia, no era sorprendente que existiera poca iniciativa privada e innovación. Para Colbert la industria francesa estaba en ciernes, y para poder hacer frente al desafío mercantilista su potenciación pasaba por la urgente unificación de la economía interna. Estas circunstancias explican la serie de medidas implementadas por Colbert. La primera fue la progresiva reducción de los onerosos impuestos internos y de los peajes en las rutas de transporte. En segundo lugar, Colbert emprendió una urgente reorganización de la industria francesa, preparándola para la conquista de nuevos mercados. Convencido de que la calidad daría resultados y de que la batalla se libraría en el mercado de los artículos de lujo, Colbert se propuso elevar la calidad de los productos franceses reforzando las normas de fabricación. Creyendo que no podía confiar en los fabricantes y comerciantes, juzgándolos preocupados por sus propios intereses personales e inmediatos, Colbert planificó una apertura de mercado poniendo a todos los fabricantes en competencia sobre la base de reglas de fabricación uniformes y conocidas por todos. Se trataba de emular una garantía de calidad y el sellado de los productos apoyaba la reputación de las industrias nacionales. Por último, estimuló la innovación, no solo empleando a trabajadores extranjeros altamente cualificados, apoyados con subsidios estatales, sino también asignando privilegios a las empresas en desarrollo, fomentando así la innovación en nuevos métodos de producción y dándoles tiempo a las nuevas empresas para ganar fuerza antes de competir en los mercados externos.
Estas medidas no estaban pensadas para ser utilizadas en el largo plazo. Colbert las consideraba en cambio como herramientas temporales para estimular la industria emergente. El objetivo del desarrollo de estas nuevas iniciativas, de tipo incubadora, no era la creación de monopolios como a menudo se afirma. Hay que recordar que, salvo pequeñas excepciones, los privilegios concedidos solo tenían un alcance local o regional y una duración limitada. El verdadero objetivo era crear las condiciones para una competencia dinámica entre los fabricantes en el futuro, en un mercado nacional unificado capaz de resistir la competencia extranjera.
Phillipe Minerd en “La economía de mercado y el Estado francés: mitos y leyendas entorno al colbertismo”, en la publicación L’Economie Politique.
TE PUEDE INTERESAR