A veces tenemos que explicar lo obvio porque parece que en la actualidad no importa lo fáctico y no demostrado, sino nuestra mera percepción y sentimientos. Esto es precisamente lo que ocurre cuando en ciertos contextos no se puede decir la palabra “madre”, al punto que en Inglaterra médicos han sido sancionados por felicitar a alguien que había sido mamá, entre otras barbaridades.
La ciencia responde a todo aquello que se ha medido, observado, comprobado, verificado y en los casos más rigurosos se ha vuelto a testear para ver si los resultados eran los mismos. Un incontrovertible dato científico que reúne todas estas características es que existen solo dos sexos y que se necesitan de ambos para reproducir un ser humano de manera natural. Pero como las ideologías no se basan en la ciencia, sino justamente en supuestos y consignas que pueden ser o no correctas, y que hay que tomarlas como son: solamente un conjunto de postulados, de creencias o sentimientos, en algunos casos también deseos. Y nada más. En el progresismo podemos ver mucho este tipo de organizada negación; por ejemplo, cuando dicen que el sexo siempre fue género es falso como dato científico conforme a las incontestables evidencias de la biología, pero tiene existencia en el campo imaginario como dato de una autopercepción. Ojalá la realidad pudiera reducirse a la autopercepción y vivir conforme a ella. ¿A quién no le gustaría autopercibirse joven, pudiente y aclamado y que el mundo entero lo trate como tal, por cómo se siente?
Se puede jugar mucho con la fantasía, pero en los hechos es muy peligroso negar la ciencia. Imaginemos un médico, un psicólogo, un pedagogo que niega la ciencia; en mi caso particular, no es necesario imaginarlo porque ya lo he visto. El daño que se puede llegar a hacer por una intervención o un diagnóstico que da la espalda a lo que está comprobado y demostrado puede resultar grave y de imprevisibles consecuencias. Realmente es mejor no intervenir o no decir nada antes que confundir irresponsablemente al otro con una determinación que proviene de la ideología y no de la verdad. Llevando este tema hacia mi campo, que es el autismo y las dificultades del aprendizaje, se ha visto cómo a lo largo de la historia el mal diagnóstico de lo que hoy se conoce como autismo era frecuente; se diagnosticaba a los niños de tener psicosis infantil y además se culpabilizaba a los padres por no haber construido un buen vínculo con sus hijos. El resultado final era que los niños terminaban recluidos en psiquiátricos y los padres acababan despojados de toda posibilidad de estar presentes cuando sus niños dramáticamente más los necesitaban. Por supuesto que se hizo necesario un recorrido por distintas teorías y pruebas para llegar a lo que se conoce hoy, y no siempre hubo aciertos, pero lo que busco destacar es que es un grosero error teniendo la ciencia hoy en día al alcance de la mano, teniendo a la vista los tratamientos que probadamente funcionan y los que efectivamente han fracasado, que se opte todavía por la negación de las evidencias biológicas y específicamente neurológicas solo por lo que nos seduce desde el punto de vista ideológico o simplemente nos suena bien o en los medios más irresponsables se ha puesto de moda.
La autopercepción es respetable; toda persona ve el mundo y se ve a sí mismo desde un lugar, desde una imagen. Convertir eso en poder y en verdad absoluta que debe ser impuesta al resto de la sociedad es gravísimo.
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