Optimates y populares son expresiones políticas provenientes de fuentes de finales de la época republicana referidas a una división política entre los partidarios de la autoridad senatorial y los defensores de la libertad popular y las reivindicaciones populares. El significado exacto de estos términos y la naturaleza de la división a la que se refieren han sido objeto de controversia durante mucho tiempo entre los académicos. Aunque en este contexto las fuentes se refieren a veces a las “partes”, es evidente que en la República no existía ni “partido senatorial” ni “partido popular” en el sentido moderno del término. Cicerón hace uso frecuente de estos términos y es, por lo tanto, uno de los principales testigos. El punto de referencia clásico es Pro Sestio 96, donde Cicerón ofrece un relato altamente partidario y prooptimate: “En este Estado siempre han existido dos categorías (géneros) de hombres que han deseado dedicarse a la política (versari in re publica) y distinguirse en este ámbito. Una de estas categorías quería ser considerada, y ser, popular, la otra, optimates. Los que querían que sus palabras y sus actos agradaran a la multitud eran considerados populares, pero los que actuaban para que sus políticas fueran de la aprobación de los mejores hombres (optimo cuique) eran considerados optimates”.
Cicerón pasa a definir a los optimates –“los mejores hombres”– como ciudadanos respetables y rectos pertenecientes a todos los órdenes, incluidos incluso los libertos. Políticamente, sin embargo, los identifica con el Senado y sus jefes: son, ante todo, “los principales hombres del consejo público (principes consili publici) y los que les siguen”, y la autoridad del Senado es uno de sus principios fundamentales. Aunque afirmaba que los dos tipos de políticos “siempre han existido en nuestro Estado”, cuando Cicerón procede a dar ejemplos reales de disputas entre políticos que desean complacer a la multitud o a los “jefes” (principes) y a sus partidarios, deja claro que está pensando en un fenómeno político de la tardía República. Su primer ejemplo es la ley de Casiano que introduce el voto en las asambleas judiciales (137 a.C.), luego la ley agraria de Tiberio Graco (133 a.C.) y la ley del cereal, que abarata el pan para el pueblo, de Cayo Graco (123 a.C.). Cayo Graco (tribuno 123-122 a.C.) y Saturnino (el tribuno “sedicioso” asesinado en el año 100 a.C.) son los llamados populares de antaño (illi veteri qui populares habebantur).
Salustio (que había sido tribuno popularis de la plebe) confirma, sin utilizar los términos optimates y populares, que los “partidos y facciones” (mos partium et factionum) eran esencialmente un fenómeno del periodo tardo-republicano: “Pues antes de la destrucción de Cartago, el pueblo y el Senado de Roma gobernaban juntos la República, pacíficamente y con moderación”. Posteriormente, debido al deterioro moral provocado por la paz y la prosperidad, “la nobleza empezó a abusar de su dignitas, y el pueblo, de su libertad, de modo que la comunidad se dividió en dos partidos (literalmente, dos partes – in duas partis). La nobleza, “más fuerte por facción” (factione magis pollebat) que el pueblo, llevaba las de ganar hasta que surgieron nobles dispuestos a defender la causa del pueblo: Tiberio y Cayo Graco, que iniciaron la era de las luchas cívicas. En este relato, partes significa, fundamentalmente, las dos partes de la sociedad romana que eran bandos en el conflicto descripto por Salustio –específicamente, los políticos que actuaban en nombre de uno u otro bando y se enzarzaban en luchas partidarias–. Salustio presenta la Tercera Guerra Púnica como un punto de inflexión en la sociedad romana, tras un periodo de armonía, que abriría las puertas a una era de enfrentamientos “partidarios” sostenidos.
Alexander Yakobson, en “Optimates y populares”, Oxford Classical Dictionary
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