El día que FDR recordó a los grandes empresarios del rol del Estado en su éxito empresarial
Mientras tuvimos tierra disponible; mientras la población crecía a pasos agigantados; mientras nuestras plantas industriales eran insuficientes para satisfacer nuestras propias necesidades, la sociedad optó por otorgar al hombre ambicioso libertad de acción y gratificaciones ilimitadas, con la única condición de que produjera la tan ansiada fábrica económica. Durante este período de expansión hubo igualdad de oportunidades para todos y la tarea del gobierno no fue interferir sino asistir en el desarrollo de la industria. Esto se hizo a petición de los propios hombres de negocios. Las protecciones tarifarias se impusieron originalmente con el propósito de “fomentar nuestra industria naciente”, una frase que creo que los más viejos entre ustedes recordarán como una cuestión política no hace mucho tiempo. Se subvencionaron los ferrocarriles, a veces con dinero, a menudo con tierras; algunas de las tierras petrolíferas más valiosas de Estados Unidos se concedieron para ayudar a financiar el ferrocarril que atravesaba el suroeste. La incipiente marina mercante recibió ayudas en metálico o mediante subvenciones al correo para que nuestros barcos de vapor pudieran surcar los siete mares. Algunos de mis amigos me dicen que no quieren que el Gobierno intervenga en los negocios. Estoy de acuerdo, pero me pregunto si se dan cuenta de las implicancias de lo ocurrido en el pasado.
Franklin D. Roosevelt, en discurso de campaña frente a los miembros del Commonwealth Club de San Francisco (23 de septiembre de 1932)
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