Terra y Herrera desde 1930 no se veían y cambiaban duros ataques. Herrera se mostraba enconado. Sobreviene un hecho insólito en julio de 1932. Al mando del comandante Hernández, zarpaba de Montevideo con destino a Buenos Aires el crucero “Uruguay”, con el objeto de participar en la celebración de la fiesta patria argentina. Un episodio lamentable convirtió ese viaje en motivo de ruptura de relaciones entre Uruguay y Argentina. Un grupo importante de policías argentinos vigilaba, contra derecho, las actividades de los asilados, a raíz de la deposición del presidente Hipólito Irigoyen. El más importante de éstos era el general Caros Toranzo. Encontrándose en Pocitos acompañado por su amigo el capitán de fragata Eduardo Sáez, fue invitado a despedirse del comandante Hernández, amigo de ambos, al partir para Buenos Aires. A las 9:45 del 7 de julio llegaron al barco y a las 10:00 lo abandonaron. En vez de descender por el lugar que habían subido, lo hicieron por el lado opuesto, con el objeto de participar en un almuerzo en un barco que estaba anclado a unos 300 metros del “Uruguay”.
Los oficiales argentinos que esperaban en tierra no vieron descender al general Toranzo. Quince minutos después partió el barco y los policías comunicaron al embajador argentino en Montevideo, que el general Toranzo viajaba a bordo del “Uruguay”. La versión era totalmente inverosímil… Al llegar a Buenos Aires se cambió el lugar de acceso del “Uruguay” destinándolo a puerto militar. El 13 de julio el Uruguay protestó. El embajador Cantilo se aferró a la idea que el general Toranzo había viajado en el crucero “Uruguay”.
Terra y su canciller Juan Carlos Blanco suscribieron el decreto rompiendo relaciones… Grande fue la impresión y se formalizó un estado de ánimo favorable a la actitud del gobierno. Herrera estaba en “El Debate”. Le di cuenta de lo que ocurría y con el mayor recato le insinué la oportunidad de realizar un gesto, de esos que siempre la república esperaba de él. Gruñó. “Estoy harto de hacer gestos que de nada sirven”. No insistí. Al retirarme del diario me invitó a que lo acompañara en su auto. Me produjo sorpresa que se detuviera frente a la residencia de Terra, en la Plaza Zabala. Extrajo de su cartera una tarjeta con su nombre. La dobló y la depositó en el buzón… Años más tarde Terra, en Italia, me contó la escena cuando le entregaron la tarjeta. Reunido con los amigos, el comentario fue unánime: “Ese es Luis Alberto. Se puede pelear con él, pero es un patriota…”. Terra me dijo que ese gesto lo aproximó a Herrera para siempre. Nada llega más al alma de un gobernante que el apoyo limpio y desinteresado de un adversario expresado en el momento oportuno… Si lo supieran muchos, cuántos nudos se desatarían.
Eduado Víctor Haedo, en “Hererra: caudillo oriental”
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