“Precisamente, a las 17.45 horas, en el Palazzo dei Congressi dell’Eur, al compás de una curiosa Rapsodia Europea que reúne los acordes de todos los himnos nacionales, después de medio siglo, la Democracia Cristiana abandona el escenario”. Así describía Repubblica en su edición del 26 de julio de 1993 el fin de la Democracia Cristiana, el partido que había gobernado Italia ininterrumpidamente desde la posguerra. Ese día, el secretario de la DC, el exalcalde de Brescia Mino Martinazzoli, había sometido a votación su informe final tras tres días de permanencia en la Asamblea Constituyente de la DC, órgano encargado de regenerar al partido, duramente golpeado por los escándalos, las investigaciones judiciales y un derrumbe de apoyo popular que parecía imparable. La “Asamblea”, decía el documento, “decide dar vida al nuevo sujeto político de inspiración cristiana y popular, destinado a abrir una tercera etapa en la presencia de los católicos democráticos en la historia de Italia”. El informe otorgaba plenos poderes al secretario para poner en marcha el proceso de transformación que llevaría a reajustar la afiliación y todos los cargos del partido. Sin embargo, el mayor y más simbólico cambio sería el del nombre: Democracia Cristiana desaparecería para dar paso al Partito Popolare Italiano. El informe fue votado por los 500 delegados presentes. Solo hubo un voto en contra.
Il Post, Italia
TE PUEDE INTERESAR: