Ante el auge de una política de neto corte comercial que impregnó a la sociedad colonial y a la administración borbónica, se levantaron voces diversas que cuestionaron el rendimiento y la eficiencia productiva de los establecimientos misioneros bajo la continuidad de un régimen comunal de productividad y trabajo. El “sistema comunal de bienes” propio del complejo reduccional guaraní, ahora condenado por los funcionarios borbónicos e ilustrados, consistía en una forma de administrar la producción, acceso y circulación de bienes asentada en la intersección de diversos modelos económicos. Al respecto, los jesuitas habían configurado en las misiones dos niveles de organización complementarios, en lo que hacía a la tenencia de la tierra, el trabajo, el acopio de recursos, el acceso y distribución de los mismos, que fueron denominados abambaé y el tupambaé, respectivamente.
El primero consistía en una reinterpretación jesuita de las tradiciones guaraníes y se centraba en el trabajo familiar en una pequeña parcela, con el fin de garantizar la subsistencia doméstica a través del cultivo de maíz, legumbres y mandioca. Por su parte, el segundo consistía en el trabajo conjunto en tierras de la comunidad o del pueblo, y era realizado por diferentes familias o parcialidades con el objeto de obtener bienes para almacenar o satisfacer necesidades diversas relacionadas con eventos rituales, situaciones extraordinarias, como podían ser sequías o epidemias, y con el mantenimiento de la administración político/religiosa de las reducciones. Esto último era garantizado, en general, a través de los réditos de la comercialización de estos bienes bajo el control de los misioneros. Ambos tipos de modelos de producción, distribución y consumo respondían a ciertas prácticas familiares y comunales de acceso a los recursos observadas entre los guaraníes pero reorientadas con el fin de alcanzar niveles de eficiencia, acumulación y bienestar asociados a la política de estratificación colonial, de misionalización jesuita y de racionalidad económica occidental.
Sin embargo, bajo el nuevo régimen misional, el sistema no tuvo los resultados esperados para la administración borbónica y, por el contrario, se transformó en un sistema abusivo y coactivo de acceso a recursos y mano de obra. Esta contradicción fue explotada en sus informes por los funcionarios borbónicos enviados por la Corona, en la década de 1780, para cumplir con las consignas del flamante Tratado de Límites con Portugal. En sus escritos sobresalió su insistencia en la necesidad de desarticular el sistema de comunidad de bienes y adoptar en las misiones un sistema de libertad de comercio, posesión particular de bienes y acceso sin restricciones a la mano de obra indígena, con el objeto implícito de dinamizar el mercado interno y los ingresos fiscales derivados.
Extraído de “El ‘Beneficio de la Libertad’. Objetivos y límites de las políticas reformistas en los pueblos guaraníes (1784-1801)”, Lía Quarleri, Folia Histórica del Nordeste, No. 21 (Resistencia, 2013)
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