Cuando llegan al norte los primeros fríos de un invierno en el que se le ha pedido a la población de Europa sobriedad y austeridad, más de 40.000 participantes de la elite gubernamental, financiera y económica del mundo por motivo de la cumbre del COP27 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático de este año 2022 que es la 27a) se dieron cita en la siempre soleada ciudad balneario enclavada entre el desierto y el mar Rojo (Egipto) que es reconocida por ser un glamuroso centro de recreo en el que se combinan playas paradisíacas con palmeras y una arquitectura ostentosa de palaciegos edificios en la que destacan sus hermosas piscinas y amplias fuentes que reverberan llenas de agua, muy similares a la de sus homólogas de Emiratos Árabes o de Qatar.
En ese escenario en el que los turistas se permiten el lujo y el derroche, el enfático presidente Emanuel Macron, el mesurado canciller alemán Olaf Scholz, el flamante primer ministro británico, Rishi Sunak, la presidenta de Eslovaquia Zuzana Čaputová y la primer ministra de Finlandia Sanna Marin, ambas defensoras del feminismo y de la biodiversidad, el presidente de Colombia Gustavo Petro, que hizo un decálogo para salvar a la humanidad de su extinción, el recién electo Lula da Silva que prometió asistir a última hora, y con un gran protagonismo de los líderes africanos, buscarán acuerdos para combatir el cambio climático especialmente en lo que tiene que ver a la financiación de los mismos.
En el caso de Brasil es imaginable la presencia de Lula por su implicancia en la idea de ceder la soberanía de la Amazonia, lo que no es algo menor, a un gobierno supranacional para que custodie el llamado “pulmón del mundo”, a cambio de bonos de carbono que se traducen en mucho dinero. Por su parte, el presidente Macron en un encuentro fuera de agenda con jóvenes manifestó la responsabilidad de EE.UU. y China en las emanaciones de carbono, defendiendo que Europa cumple con los pactos ambientales. Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, fue en la misma línea pidiendo más participación de China y EE.UU. en este proceso.
Sin embargo, hay que destacar que ni autoridades de China, de India ni de Rusia concurrirán al COP27, y por parte de EE.UU., el presidente Joe Biden hará una visita breve el 11 de noviembre y no participará del encuentro de líderes mundiales, lo que es todo un signo de lo que significa este teatro político para las mayores potencias del mundo.
Seguramente las razones de Biden de no cumplir un papel activo en esta cumbre estén fundadas también en las elecciones del 8 de noviembre en EE.UU. en las que el Partido Demócrata iba a la baja en los sondeos. Las razones de esta baja están relacionadas a la inflación que tiene sus causas en la guerra de Ucrania, lo que ha motivado en los últimos días un acercamiento entre EE.UU. y Rusia.
En definitiva, el costo político que está teniendo la guerra es muy grande, no solo en Norteamérica sino también en Europa, a pesar de la propaganda que justifica el apoyo a Ucrania; la población está cansándose y esto se verá claramente en las urnas. Es más, en Europa ya no se puede disimular más el descontento, sobre todo en los países del sur que deben negociar y llegar a acuerdos con Bruselas en materia energética, lo que es visto por la ciudadanía como una pérdida de soberanía. Además que desde hace años, países como Alemania han propugnado por las energías renovables, proyectando cerrar la mayoría de sus centrales nucleares, algo que parecía una cuestión de Estado por el peligro medioambiental que representaban estas centrales atómicas, y lo mismo pero en menor medida se dijo del carbón. Muchos países siguieron el ejemplo de Alemania en Europa, y hoy en día se encuentran en una situación de desabastecimiento energético. Sin embargo, ante la escasez de energía (porque el modelo de desarrollo alemán y europeo que había dejado Merkel fue dependiente de Rusia y de las buenas relaciones con ella) el discurso mantenido durante décadas cambió de un día a otro y la energía nuclear pasó a ser una energía verde al igual que las llamadas “renovables”, y el carbón volvió a ser una solución viable. Pero inversamente de lo que se quiere, la opinión pública está mostrando signos de descontento con este doble discurso y es posible que en transcurso del invierno se acentúe este fenómeno.
Para colmo, E. Macron repitió esta prédica en la intervención de los líderes mundiales del día 8 de noviembre en la que manifestó que el camino energético debe ir en la no dependencia de Rusia para lo que pidió “sobriedad energética” en el costoso pasaje a las energías renovables. En ese sentido argumentó que Francia está participando en proyectos nuevos en Sudáfrica, Indonesia, India, Senegal donde se desarrollará una transformación acelerada sustentada en “centrales nucleares renovables” nada dañinas para el medio ambiente. Declaró que Francia será firme en la implantación de un nuevo modelo energético y agrícola global, lo que no dejó de tener un sesgo tartufesco y, ante tanta declamación, Francia planea construir para el 2050 catorce reactores nucleares de última generación.
Además, sobre el final de su locución declaró: “Por ultimo quiero hablar de la justicia climática. Hemos asumido compromisos y hay una confianza que se está dividiendo entre el norte y el sur. Hay que evitar esa brecha en el mundo entre el norte y el sur, por diferencias en la guerra y en el clima. Muchos países nos oyen hablar de 100.000 millones de dólares, y no ven que lleguen, y hoy tenemos ya 42 millones comprometidos, pero si no llegan, comienzan las dudas. Tenemos que encontrar el mecanismo para que este dinero llegue al sur porque si no se derribará toda la confianza, y los 100.000 millones previstos debemos acelerarlos”.
La “justicia climática” de la que habla Macron, como él mismo dijo, requiere mucha financiación, por lo que pidió a los bancos internacionales (FMI, BID, BM) generar nuevos mecanismos de crédito para que haya un crecimiento verde y sustentable para todos. Agregó: “Necesitamos una brutal financiación. Debemos perder prejuicios. Y quiero celebrar la valentía de los líderes de los países de África, del Caribe, de Sudamérica. […] La pandemia ha demostrado cómo hemos podido movilizar fondos en un momento crítico, por lo que ahora debemos cambiar, no podemos hacer las cosas como antes, el mundo ha cambiado y eso requiere de inspiración y valentía, para encontrar una financiación innovadora, créditos nuevos, para lograr esta transformación energética y agrícola global”.
De ese modo, los “justicieros del clima” permanecerán reunidos hasta el día 18 de noviembre, luego como si de festivales se tratara, irán a Bali para el gran evento del G-20, foro que reúne al 85% del producto bruto mundial, concentrando las economías más poderosas del mundo, y a los bancos más importantes, porque el G-20 es un foro económico y financiero principalmente, así que no caben dudas que tras discutir y proyectar en el papel el futuro de la humanidad, irán a Indonesia, que hoy luce pujante liberada de la compañía de Indias Orientales, a pedir dinero para su ambicioso plan de justicia climática.
Uruguay en el COP27
Parlamentarios por un Futuro Libre de Combustibles Fósiles, iniciativa de más de 220 legisladores de América Latina, Asia, Oceanía, Europa y América del Norte, presentará un documento en la COP27 que fue suscrito por los uruguayos: Martina Casás, Nelson Larzábal, Gabriela Barreiro, Dayana Pérez y Liliana Galán por el Frente Amplio, el diputado del Partido Ecologista Radical Intransigente, César Vega, y el senador de Cabildo Abierto, Raúl Lozano. En este documento se expresará lo que ya sabemos: la necesidad de la “entrega oportuna y adecuada” de financiación climática para los países más vulnerables y exigirá ingenuamente que este dinero “no genere endeudamiento” y que se conciba como “parte de las obligaciones de los países ricos e industrializados para hacer frente al cambio climático”.
TE PUEDE INTERESAR