La campaña electoral ha dejado traslucir un entramado de intereses pocas veces visto en Uruguay. Intereses que con frecuencia aparecen disimulados detrás de los tradicionales argumentos de tipo ideológico, histórico y cultural que han segmentado nuestro sistema político; y que muchos medios, bajo una aparente máscara de objetividad, se encargan de confrontar unos con otros o de jugar los boletos a su caballo ganador.
Los programas periodísticos se han dedicado a cubrir la campaña electoral procurando permanentemente ubicar a los candidatos en casilleros dentro de viejas matrices de análisis político. Dichas tertulias están pobladas de sociólogos y politólogos, sin embargo llama la atención que ninguno se haya planteado la pregunta, ¿qué intereses representa cada candidato?
A pesar de la casi nula atención que se le prestó a este aspecto tan relevante para el ciudadano, las múltiples dimensiones de los intereses en juego y sus a veces torpes movimientos permiten configurar una imagen de cuáles son los intereses en juego en las próximas elecciones. Cui prodest scelus, is fecit, quién se beneficia es probablemente el culpable según Séneca.
Quizás esto sea una consecuencia más de una globalización que desdibuja los intereses de la comunidad, privilegiando los valores de un internacionalismo cada vez más deshumanizado. Pero este no es momento para filosofar sobre la globalización. El imperativo periodístico es contribuir a que el elector conozca, en la medida de lo posible, cuáles son los intereses principales detrás de los candidatos.
Pareciera que en esta elección se enfrentan dos modelos de organización social y política. Pero en verdad es mucho más que esto. Hasta hace relativamente poco, convivían en Uruguay diferentes comunidades políticas que compartían un amplio conjunto de valores. Pero de a poco, casi sin percatarnos, se fue instalando dentro del sistema político una fuerza que representa valores que difieren sustancialmente de aquellos que hicieron de Uruguay la “tacita del Plata”.
Este conjunto de valores alternativo viene con el respaldo de grandes intereses económicos, los cuales ejercen una magnífica influencia a través de los medios, el sistema político, las universidades, las ONG y una gran diversidad de otras organizaciones.
La nota publicada esta semana por un importante medio de prensa de Washington sobre las elecciones en Uruguay es sintomática de este fenómeno. Con aparente objetividad, describe el mapa político del país, procurando en forma elíptica asociar la figura de Lacalle Pou con Macri. Más lamentable resulta cuando califica a Guido Manini Ríos como un candidato de “ultra-derecha”, casillero en el cual no lo ha colocado ni el más sesgado de los politólogos locales. Esto no es fruto de la casualidad. ¿Qué interés podría tener este otrora prestigioso medio en sesgar las percepciones de los norteamericanos sobre el mapa político uruguayo?
Para dilucidar esto no es necesario indagar mucho, basta simplemente hacer notar que ese periódico es un firme defensor de las políticas de Obama y un gran detractor de las políticas llevadas adelante por su actual presidente de los Estados Unidos. Fue precisamente durante la administración de Obama que nuestro país habilitó el consumo legal de la marihuana, algo que no hubiera sido posible sin el visto bueno de Washington.
Es fácilmente constatable que existe un creciente y poderoso lobby detrás de la legalización de la marihuana, lobby que encuentra en el Brookings Institution una base de apoyo intelectual. Brookings, -cuya filial en Uruguay es Ceres-, fue de hecho la que estudió y asesoró con el marco jurídico que reguló el consumo legal de esta droga en Uruguay, presumiblemente capitalizando la experiencia uruguaya para eventualmente aplicarla en Estados Unidos
No resulta sorprendente que Ceres haya mantenido en reserva su vínculo con esta aventura, ya que hubiera arriesgado el apoyo de sus tradicionales socios fundadores. Lo mismo ocurre con el medio de prensa local que está asociado a Ceres desde sus orígenes, y que con tal de subsanar su déficit presupuestal, ha demostrado gran versatilidad al momento de aceptar nuevos inversores.
Un tanto más opaca es la participación que el grupo mejicano-guatemalteco Albavisión posee en varios medios radiales. Este grupo es controlado por Angel Remigio González y su esposa, sobre quien pesa orden de captura de Interpol por presunto financiamiento ilegal de campañas electorales en Guatemala. Todo a cambio de obtener una importante tajada de la propaganda oficial. Uno de los comentaristas estrella de sus empresas controladas locales es el más firme defensor de las políticas de seguridad del ministro Bonomi. ¿Algo más?
Hay otros intereses que también se pueden delinear con claridad con una simple lectura atenta de los hechos y el comportamiento de los diversos actores. Pero la mayoría de ellos tienen algo en común: a todos les sirve que el Frente Amplio se mantenga en el poder y garantice la perpetuación del status-quo. En el otro extremo de estos intereses se encuentra Cabildo Abierto y sus comisiones investigadoras.
Si hay un interés que resulta más difícil mapear es el del narcotráfico, que ha encontrado en el desorden territorial de nuestro país un campo de orégano. Despierta curiosidad advertir que ninguno de los eruditos sociólogos que buscan vincular los políticos uruguayos a Macri o Bolsonaro se formule la pregunta, ¿qué le sirve al narcotráfico?
Lo que sí va resultando claro es el extremo al que pueden llegar estos grupos cuando un gobierno va contra sus intereses. Lo de Chile no es casual, y no es solo el resultado de una manifestación espontánea de descontento, sino también del accionar de agitadores profesionales. El resultado es que las redes criminales aprovechan para multiplicar el desorden y así ganar metros de control territorial. ¿Será casual el momento elegido para los disturbios o tendrá algo que ver con las elecciones en Argentina y Uruguay?
Los políticos del oficialismo reaccionaron de una forma tan automática a los eventos en el país trasandino que permite alimentar dudas al respecto; coronado con el locuaz ministro de Defensa, ahora devenido en sociólogo, que explicó las causas sociales de lo ocurrido en Chile. Confundidos entre tantos géneros, parecieran haber olvidado que como seres humanos, tenemos capacidad de discernir y voluntad para erguirnos frente a la estupidez.