Las últimas décadas del siglo XX supusieron el desmantelamiento de los estados de bienestar y desarrollo en el Primer y Tercer Mundo. Los llamados a la austeridad fiscal, las privatizaciones, la desregulación y la descentralización de las funciones del Estado hicieron retroceder algunos de los logros más emblemáticos de las políticas públicas de mediados de siglo, llevando la desigualdad económica a niveles no vistos desde la década del 1920.
A partir de la década de 1870, la inversión extranjera y los mercados constituyeron los dos pilares del crecimiento impulsado por las exportaciones en América Latina, y cuando se derrumbaron en la década de 1930, todo el continente entró en diversos grados de crisis. Buscando un nuevo modelo económico, los latinoamericanos inventaron la industrialización por sustitución de importaciones (ISI), y con ella la nueva escuela del estructuralismo económico, que identificaba la producción de productos primarios y el liberalismo económico como las fuentes de la pobreza de la región.
En todo el hemisferio –desde el New Deal hasta el Estado Novo en Brasil, la Revolución en Marcha de Colombia, el Peronismo argentino y la revitalización de la Revolución Mexicana– los distintos gobiernos instauraron nuevas instituciones financieras públicas y agencias de seguridad social, leyes de reforma agraria y programas de estabilización agrícola, regulaciones de precios y protecciones al consumidor, códigos laborales y reformas fiscales.
La guerra potenció estas aspiraciones. Todo el hemisferio occidental se convirtió en un pujante “arsenal de la democracia” en el que América Latina producía suministros de caucho, estaño, cobre y petróleo, mientras las fábricas estadounidenses los transformaban en aviones y barcos de la libertad. A medida que la guerra se acercaba a su fin, americanos de todo tipo se reunieron en Bretton Woods, herederos de una historia compartida y autores de visiones contrapuestas de la posguerra. Estados Unidos y América Latina se propusieron así construir un nuevo mundo.
En el nacimiento de la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética se declaraban los únicos modelos concebibles de orden económico político, pero los estructuralistas latinoamericanos ofrecían una alternativa. De este modo se convirtieron en los primeros –de muchos que vendrían– en romper la lógica binaria de la Guerra Fría. Lo que había comenzado en América Latina como un experimento improvisado de reforma macroeconómica se convirtió en un proyecto formal para erradicar la pobreza de las naciones a través de una reinvención estructural continuada, un proyecto llamado desarrollo centrado en transformaciones macroeconómicas y sociales.
Amy C. Offner, en “Sorting Out the Mixed Economy” (Ordenando la economía mixta), Princeton University Press (2019)
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