El tipo de democracia social de mercado que prosperó en Occidente en las décadas de la posguerra era un contrato social no escrito, y uno de sus elementos vitales era la solidaridad económica: una promesa de que todos compartirían los frutos del crecimiento. El común denominador de la mayoría de aquellos que se movilizan detrás de los movimientos iliberales o nacionalistas es la sensación de que la economía ha cambiado en general para mal, y particularmente para personas como ellos. Detrás de este iliberalismo y nacionalismo se encuentra la reivindicación de que las oportunidades económicas que permitieron prosperar a las generaciones anteriores se han cerrado y reservado para una élite a la que la “gente normal” no pertenece. Los que se vuelven contra el orden occidental son los que se quedaron atrás, pero no solo eso: se sienten abandonados por los suyos, traicionados por las mismas élites que construyeron el sistema y a quienes se les confió la administración. Llamo a este fenómeno “el fin de la pertenencia” porque la noción de pertenencia captura los efectos psicológicos y sociológicos, y en última instancia políticos, de este cambio económico.
Extraído de “The Economics of Belonging: A Radical Plan to Win Back the Left Behind and Achieve Prosperity for All”, Martin Sandbu, Princeton University Press (2020)
TE PUEDE INTERESAR