Hace años, con motivo de ciertas tensiones entre la Iglesia y las autoridades de la enseñanza, un periodista le preguntó a un alto jerarca del Ministerio de Educación y Cultura:
“-¿Dónde está la verdad?-”
El jerarca respondió:
“-En el medio, como suele ocurrir-”.
Quizá hubiera sido mejor que, como Pilatos, el jerarca preguntara “¿qué es la verdad?”. Porque lo que suele estar en el medio, no es la verdad, sino la virtud. In medio virtus, dice la sentencia latina.
La anécdota viene a cuento porque en esta crisis que estamos atravesando, corresponde buscar la verdad –que por lo general no está en el medio-, y procurar vivir algunas virtudes que están en el medio de exageraciones por exceso y por defecto.
Verdades y virtudes
Las verdades que hay que buscar, refieren: a la real incidencia -absoluta y relativa- de la enfermedad COVID-19, o sea, al contexto en el cual ocurre la pandemia; a la relación “salud – economía” en tiempos del COVID-19; y a las medidas que, en virtud del contexto, se deberían tomar para que la economía pueda seguir financiando, a largo plazo, el sistema de salud.
Las virtudes que deberíamos tratar de vivir durante esta crisis, son la responsabilidad y la prudencia: sin caer en la dejadez o la indiferencia, ni en la paranoia o la psicosis. Quizá sea saludable exagerar un poco la gravedad de la enfermedad para concientizar a la población. Pero no demasiado. No al punto de perder de vista el contexto, porque el remedio puede ser peor que la enfermedad.
El contexto
Para situarnos en el contexto es necesario conocer la realidad local, y compararla con otras realidades. Las directivas generales de la OMS pueden ser muy respetables, pero a nuestro juicio, no hay que mirarlas como los deberes que el niño debe hacer a diario para sacar una buena nota, sino más bien, como las sugerencias del chef cuando vamos a cenar a un restaurant. A veces, el chef puede hacer sugerencias exquisitas…, que sin embargo, están en las antípodas de la dieta que, por indicación médica, deben seguir los comensales.
Uruguay, a diferencia de otros países, tiene la ventaja de tener un servicio de emergencia capaz de atender al 50% de la población de Montevideo y al 40% de la población del país entero. Esto quiere decir que mediante este servicio, muchos enfermos no graves, que no requieren CTI, pueden ser atendidos en sus casas, lo cual contribuye a aliviar la demanda por camas en hospitales y sanatorios. Uruguay tiene, además, 5 médicos cada 1.000 habitantes, superando a países como Italia, que tiene 4, o a Estados Unidos, que tiene 3.
Tampoco es lo mismo combatir el coronavirus en un país como Uruguay, que tiene 20 habitantes por km2, que en un país como Italia, con una densidad de población diez veces mayor (200 habitantes por km2).
Más datos: desde que el COVID-19 llegó al Uruguay hace cosa de un mes, murieron 7 personas por esa enfermedad. Si en Uruguay mueren 30.000 personas por año por distintas enfermedades –sin contar los 10.000 niños y niñas que mueren a causa del aborto legal-, cada mes, mueren unas 2.500 personas. 770 debido a problemas circulatorios y 640 de cáncer. El COVID-19, por ahora, mata 100 veces menos que cada una de esas dos enfermedades, que juntas explican el 50% de los decesos. A su vez, el número de muertos por enfermedades respiratorias en Uruguay, es de unos 1.100 al año, lo que da una cifra promedio de 92 por mes. La incidencia del COVID-19 por ahora no llegó a elevar ni un 10% la cifra de muertes que ocurre en nuestro país por enfermedades respiratorias.
Claro que si en las redes sociales y en la televisión abierta sólo se habla del COVID-19 y de nada más, no faltará quien llegue a pensar que este virus es una de las causas más importantes de muerte en el país y en el mundo. Si las cosas se sacan de contexto, se pueden cometer errores muy graves. Por eso, a continuación, citamos dos ejemplos de “contextualización” que da el colombiano Sebastián Toro, en un artículo suyo titulado: “Reflexión sobre el COVID-19: La economía no son unos señores de sombrero que juegan a la bolsa”[i]. Dice Toro:
“En lo que va corrido del año (al 25 de marzo) habían muerto 100 veces más personas por hambre que por COVID-19, pero de eso muchos ni se habían enterado.” En igual período – reporta el autor del artículo- “se han muerto 10 veces mas personas por enfermedades asociadas al VIH o ETS, cerca de 390.000 personas, pero igualmente el mundo no estaba en cuarentena sexual”. Faltaba más…
Salud y economía
Otros interesantes conceptos del artículo de Toro, son los siguientes: “si la economía colapsa, buena parte de la población –tanto enferma como sana- no tendrá hogar, no tendrá salario, no tendrá alimentos y no tendrá, ni servicio médico, ni posibilidad de comprar medicamentos. Ahí sí que colapsarían los servicios de salud”.
De ahí la importancia de contextualizar. Y de entender el problema, planteándolo como lo haría una maestra de escuela: “si el año pasado, con la economía funcionando a su máxima potencia murieron 27 millones de personas de hambre en el mundo ¿cuántas personas morirán este año con la economía frenada durante uno, dos o tres meses? ¿Qué problema afecta a más personas, el COVID-19 o el hambre? ¿Cuántos morirán como consecuencia de la crisis financiera por suicidio o cáncer provocado por el estrés y la ansiedad? ¿Cuántos morirán a causa de los estallidos sociales que en algunos lugares del mundo provocará el hambre?”
Una gran ventaja que tiene Uruguay en materia económica, es que el principal motor de su economía, sigue siendo el sector agroexportador. Que además de proveer de alimentos a la población –carne, leche, huevos, granos-, en un país con agua abundante, se desarrolla principalmente al aire libre, donde la población es baja, y donde los trabajadores tienen menor contacto físico que en otros sectores de la economía (fábricas, hoteles, etc.). En el mundo, tras esta crisis, puede que muchos no cambien sus autos. Pero alimentos, seguirán comprando si quieren sobrevivir.
¿Qué hacer?
Hace un mes no se sabía cómo nos iba a pegar el coronavirus y era necesario tomar decisiones drásticas. Hoy, con un mes más de información acumulada, y con la enfermedad controlada, estamos en un escenario distinto, y mejor que el anterior a pesar de las siete vidas que ya se cobró el virus.
Es notable todo lo que en este tiempo se ha hecho y todo lo que se está haciendo desde el gobierno para superar esta crisis. Las autoridades han demostrado estar a la altura de las circunstancias. Se está procurando habilitar más camas en los CTI, se están fabricando respiradores, se está procurando aumentar la capacidad de testeo. Y se está manteniendo en cuarentena a los ancianos y a los niños, que son población pasiva. En general, se están promoviendo medidas de prevención adecuadas y razonables.
Así las cosas, entendemos que hoy es necesario, responsable y prudente, poner el foco en la reactivación de la economía. Porque de continuar la cuarentena de la población activa, el daño a una economía que el 1º de marzo ya presentaba serios problemas, podría ser irreversible. Además, si queremos seguir teniendo un sistema de salud aceptable, alguien lo tiene que pagar. Y para pagarlo, la economía tiene que funcionar.
Ante esta realidad, quizá convenga evaluar la posibilidad de implementar medidas de protección masivas –como tapabocas y guantes obligatorios para circular por lugares públicos-, y levantar, tan pronto como sea posible, la recomendación de cuarentena a la población activa. Manteniéndola para los pasivos, y eventualmente para los niños, si se considera necesario. Más que mirar hacia Italia, pensamos que hay que mirar a países como Corea del Sur, que ni suspendió las clases, ni detuvo su economía. Y sin embargo, tiene la enfermedad controlada.
En síntesis, para salir de esta crisis, lo primero es poner las cosas en su contexto real. Lo segundo, procurar que el impacto económico de la cuarentena sea menos dramático que el impacto sanitario del COVID-19. Y para ello, Uruguay debe buscar sus propias soluciones, prudentes y responsables, teniendo en cuenta que su realidad es, en muchos aspectos, mejor que la de otras naciones.
Terminamos con una frase del artículo ya citado de Sebastián Toro, y
que entendemos es la clave para enfrentar esta crisis con una buena dosis de
realismo: “la pandemias, no es mortal,
pero lo que sí es mortal es dejar de vivir por el miedo a morir”.
[1] http://www.arenaalfa.com/blog
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