El reciente triunfo del seleccionado argentino sobre la selección francesa es una de las finales más emocionantes de la historia de los mundiales de fútbol, que devolvió a Sudamérica el máximo trofeo de este deporte que desde el año 2002 se hacía esquivo a nuestro continente. Las razones de esta dilatada espera seguramente son varias, pero algo que se viene vislumbrando desde hace unos cuantos años, es que cada vez más selecciones nacionales europeas incorporan jugadores con doble nacionalidad, especialmente africanos.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, en un inesperado y estudiado gesto, ingresó a los vestuarios de los jugadores de la selección francesa apenas finalizado el partido que consagró a Argentina como campeón del mundo, y en una cálida arenga les manifestó: “Han hecho soñar a millones de franceses que hoy han vibrado con ustedes. Lo mismo con todo el mundo, no sólo Francia, porque han jugado un gran partido… tuvieron el corazón, el hambre, las ganas y el talento para llegar y por eso quería venir a verlos, para darles las gracias por hacer soñar a todos los franceses que lo necesitaban”.
Los integrantes de los seleccionados de nuestra América son un reflejo de la “raza cósmica”
Gabriel Ruiz de los Llanos, tan proclive a caer en reflexiones de nacionalismo místico -frecuente en muchos pensadores argentinos- afirmaba que cuando la atención pública gira sólo en éxitos deportivos es porque hay ausencia de glorias nacionales. Lo que no debiera desconocer el poeta argentino es que en esta modernidad tan materialista, el deporte y en particular el fútbol, potencializan los sentimientos nacionales y populares. Esto acontece en mayor o menor medida en todos los países, aunque inyecta un verdadero hálito, con mayor vehemencia, en los pueblos de nuestra América, cuyos seleccionados en sus rostros reflejan las aristas identitarias de nuestro mestizaje, lo que José Vasconcelos denominaba nuestra raza cósmica.
Quien puede dudar que la euforia del pueblo argentino acompañada por la mayoría de los países de Latinoamérica, actuó como una verdadera catarsis en un país que viene acosado desde distintos ángulos para denigrar sus tradiciones, el respeto a las instituciones y sobre todo degradar la autoestima nacional.
Lionel Messi encarna al mitológico Teseo y al Jonathan de la profecía de Rollerball
En la segunda mitad del siglo pasado se rodó un profético film Rollerball donde se preconizaba que en el siglo XXI, se iba a instaurar una dictadura mundial, patrocinada por las grandes corporaciones económicas. En esa trama futurista a través de las mass media, todo se maneja con extrema rapidez, se crea un sangriento espectáculo para estimular los instintos más abyectos de esa humanidad esclavizada. El título de la película es el nombre de un deporte ficticio en el que dos equipos patinan alrededor de una pista circular cuyo objeto era hacer puntos compitiendo con el equipo contrario por medio de una bola de acero, en el que matar al oponente era válido. El propósito de este juego era mostrar la futilidad del esfuerzo individual.
Inesperadamente surge un líder Jonathan al que lentamente los entrenadores y fanáticos de ambos equipos comienzan a gritar: ¡Jon- a- than! Y con su valentía y su carisma logra ser aclamado por las multitudes transgrediendo las normas del colectivismo asfixiante de rango global.
En el siglo XXI ha nacido un nuevo Teseo que vence la ferocidad del temido minotauro. La similitud de Lionel Messi con Teseo y Jonathan, uno de la mitología y otro de la ficción, radica en que todos ellos deben enfrentar no sólo un monstruo sino más bien una estructura monstruosa que está dejando de ser ficción para irse convirtiendo en realidad.
En la antigua Roma se practicaban espectáculos particularmente sangrientos que se exhibían en el Coliseo romano y en los principales centros urbanos de las provincias que constituían el Imperio, y sus protagonistas llamados gladiadores, en su mayor parte era esclavos, que de salvar la vida se transformaban en libertos. Similitudes que de alguna manera – respetando grandes matices- repiten las apariencias.
El equipo de jugadores que disputó la final del mundial con Argentina tan sólo poseía cuatro jugadores franceses de pura cepa: Benjamín Pavard, Adrien Rabiot, Jordan Varetout y Olivier Giraud.
No caben dudas del talento deportivo de Kylian Mbappé (París, Isla de Francia, 20 de diciembre de 1998). Pero tenemos que recordar que es hijo del inmigrante de Camerún Wilfried Mbappé, actual entrenador y exjugador de fútbol, quien fue su representante, y de Fayza Lamari, de origen argelino, una exjugadora de balonmano.
Otra figura clave del seleccionado francés es Eduardo Celmi Camavinga (Miconge, Cabinda, 10 de noviembre de 2002) es un futbolista nacido en Angola que además de la ciudadanía francesa, posee la nacionalidad angoleña por nacimiento y la congoleña por ascendencia.
Ousmane Dembélé, es hijo de padre maliense y de madre francesa con ascendencia mauritana y senegalesa.
Aurélien Tchouaméni de ascendencia camerunesa.
Jules Koundé es un futbolista francés que juega de defensa para el F. C. Barcelona de la Primera División de España. De ascendencia beninesa, nacido en París.
William Saliba tiene madre camerunés y padre libanés.
Dayot Upamecano cuya familia tiene su origen en África, precisamente Guinea-Bissau.
Para denominar alguno de los ases del equipo francés.
En ese contexto parece oportuno rescatar la figura de Jules Rimet, el cual fue uno de los más importantes promotores de la creación de la FIFA (Federación internacional de futbol asociado) que ejerció su presidencia durante 33 años y cimentó las bases conceptuales e ideológicas de la asociación. También fue el principal encargado de organizar el primer mundial de futbol y las sucesivas ediciones mundialistas hasta su muerte en 1954.
Jules Rimet defendió a capa y espada que Uruguay fuera la sede del primer Mundial en 1930
Observando la práctica del fútbol en las calles parisinas, Jules Rimet se percató del poder que posee el balompié como instrumento para la educación física y moral de los jóvenes. Por otra parte, Jules se implicó en el movimiento del catolicismo social dentro del círculo de Obreros Católicos. Rimet acogió la idea de conciliar a todos los estratos sociales en un mismo movimiento social católico. Extrapolándolo al deporte, Rimet fue consolidando su creencia en el fútbol como medio para la confraternización de todas las clases sociales dentro de cada país, por encima de una unión dentro del seno de la religión. Jules Rimet se interesó sólo por la vertiente social del catolicismo (JULES RIMET Y EL ORIGEN DE LOS MUNDIALES DE FÚTBOL 1930-1954)
Rimet desde 1921 hasta 1954 fue quien configuró la estructura de la FIFA que en aquel entonces había dos posturas en cuanto a este deporte. Por un lado, estaba la posición de Coubertin fundador de los Juegos Olímpicos que defendía la idea de que permaneciera como un deporte amateur sin que los deportistas recibieran retribución alguna. Lo que era considerado como una postura elitista porque sólo aquellas personas que disponían de tiempo y recursos podían dedicarse a entrenar. Y la posición contraria era la de Jules Rimet que defendía la idea del profesionalismo del deporte ya que mediante esa modalidad era posible que pudieran acceder a practicarlo personas pertenecientes a las clases más humildes. Contribuyó notoriamente a la popularización del futbol y defendió la participación igualitaria de las selecciones de los diferentes países. Todo ello en detrimento de la tradicional resistencia de Inglaterra que a causa de su estatus como inventores del futbol y se negó a seguir participando en conjunto con sus naciones rivales. No fue sino hasta 1946 cuando Reino Unido se incorporó a la FIFA.
No podemos olvidar que la copa del mundo que lleva su nombre fue su máxima obra y que en 1930 defendió la candidatura de Uruguay que ya había ganado los torneos olímpicos de 1924 en Colombes y de 1928 en Amsterdam, para ser sede del primer campeonato mundial, pese a la discusión de varios países acerca de su financiamiento. Finalmente Rimet logró su cometido.
El profundo humanismo de Jules Rimet lo llevó a repudiar las despiadadas prácticas del colonialismo europeo en el continente africano. Jamás hubiera cuestionado la presencia de jugadores por el color de su piel. Pero era consciente de que la escasez de recursos y la falta de organización de las asociaciones de futbol africanas no son tentadoras para los jóvenes talentos de este continente. Y ante la posibilidad de vestir la camiseta de la selección de la nación de sus padres (y a la que de algún modo históricamente pertenecen) prefieren defender la camiseta de Francia, Inglaterra, Países Bajos, Alemania, a la de la baja autoestima de sus naciones.
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