Podría parecer una novela de Netflix, pero lamentablemente no lo es. Mientras los servicios de seguridad y de inteligencia de varios países corren detrás del así llamado “gerente de la hidrovía”, los medios locales nos informan del espectáculo como si se tratara de un fenómeno que se desarrolla en tierras lejanas y cuyo único punto de contacto con nuestra realidad es que el personaje de la novela es un uruguayo al que le gusta jugar al fútbol.
Lo cierto es que son muchas las dudas que despierta este episodio. La primera y más importante es cómo puede ser que el Estado uruguayo haya habilitado la emisión del pasaporte y la carta que permitieron que este personaje saliera legalmente de la cárcel en la que se encontraba preso en los Emiratos Árabes. Hay que admitir que, si el escape de Morabito de la Cárcel Central había sido ya un episodio bochornoso para la imagen externa de nuestro país, con el caso Marset hemos superado ampliamente las marcas en lo que refiere a intentar justificar lo injustificable.
La segunda es conocer cuál es el grado de participación e involucramiento que tienen los servicios uruguayos en la búsqueda actual, ya que luego del episodio del pasaporte no sorprendería que los servicios extranjeros tomen sus recaudos al momento de compartir información con sus pares de nuestro país. Esto sería preocupante, ya que tratándose de la represión de redes criminales que actúan a través de fronteras, la colaboración internacional resulta fundamental.
Tercero, mientras nos distraen siguiéndole el rastro a las andanzas de este Butch Cassidy del siglo XXI en su pasaje por Bolivia, poco se discute sobre sus redes de apoyo en el país, sobre todo teniendo en cuenta que su organización lleva el nombre de Primer Comando Uruguayo. ¿Cuáles son los nodos y rutas utilizados por esta organización en el territorio nacional? ¿Existe algún patrón? ¿O la cocaína que aparece dentro de los contenedores que llegan a Amberes o Hamburgo ingresa a nuestro país por globo aerostático, se transporta sola por las carreteras y entra por ósmosis a los contenedores burlando precintos y escáneres? Si no empezamos a analizar al problema con la atención que requiere, estaremos banalizando la situación como si se tratara de algo que no nos afecta, cuando la realidad nos marca que amanecemos todos los días con un nuevo llanto.
En ese sentido no es un hecho menor que el exconsejero político de la Embajada de los Estados Unidos, Eric Geelan, advirtiera en una conferencia realizada en junio que “hay una tendencia a pensar que lo que ha pasado en otros lugares no pasará en Uruguay y lamento decirles que no es así”, a lo que agregó que “en Uruguay todos los días hay sicarios matando gente, y esos son actos del crimen organizado. Son mensajes, actos de un negocio criminal y no puede suceder sin lavado de dinero”.
Evidentemente, el sistema político se encuentra en un estado de negación de un problema que por cierto es muy complejo. En entrevista que publicamos en este número de La Mañana, la experta argentina Carolina Sampó explica los motivos que hacen al puerto de Montevideo tan atractivo para el tráfico de drogas. Allí radica en efecto la raíz del problema, motivo por el cual resulta imperdonable que hasta el día de hoy no haya escáneres adecuados que consigan disuadir a esas redes criminales que ven en nuestro principal puerto un centro logístico atractivo para desarrollar sus actividades ilícitas. En el otro extremo de la hidrovía, Sampó también pone la atención sobre el rol de Paraguay como “hub” de acopio y distribución de cocaína en la región, lo que obliga a prestar especial atención al tránsito marítimo, terrestre y aéreo entre los dos países.
Atacar el microtráfico, por ejemplo, con el cierre de bocas de venta de pasta base, son medidas que están bien, pero nada tienen que ver con el control del gran tráfico que pasa por nuestro territorio. Para Sampó este tipo de medidas tienen más que ver con los “ciclos electorales”, en un vano intento de los sistemas políticos de mostrarse activos ante la ciudadanía en un problema que en realidad no saben cómo resolver.
Lo cierto es que, si no se toman las medidas para reducir el gran tráfico, la capacidad de generar fondos de las redes criminales excederá con creces a la capacidad fiscal del Estado. El día que un gobierno diga que no combate al narcotráfico porque no tiene fondos será el día que empezaremos a vivir en un Estado fallido.
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