El exitoso resultado obtenido por Cabildo Abierto en la última elección nacional, debutando en el ruedo político con el apoyo del once por ciento del electorado, causó sorpresa en la gran mayoría de los ciudadanos y en algunos causó preocupación. La aparición de ese importante sector de opinión, bajo la orientación de un carismático jefe militar de innegable prestigio y con un apellido de ilustre presencia en la tradición histórica del Partido Colorado, vino a remover el escenario de la política nacional. El Gral. Manini, que bien pudo integrarse a las filas del Partido Colorado, prefirió en aquella época elegir el camino más difícil, el de presentarse con un nuevo partido, un nuevo lema y con muy poco tiempo a la conquista de un espacio en el frente político opositor.
Ahora, con un caudal de votos similar al coloradismo y catorce legisladores, debía justificar su presencia en el gobierno, asumir sus compromisos, responder a la confianza de su electorado y demostrar con seriedad, honestidad y trabajo su respeto por las expectativas creadas. En ese sentido, ya hemos hablado de la gestión de Cabildo Abierto en un artículo anterior.
Pero también observamos que se le ataca con inadmisibles calificativos que tienden a desprestigiar a Cabildo, al que motejan de partido militar o de ultraderecha o golpista, corporativo o partido antidemocrático.
Nada de eso es cierto y ha sido muy claro el Gral. Manini al pronunciarse sobre esas infundadas críticas.
Quizás les sea necesario conocer el interesante artículo que publicó el distinguido periodista y analista Francisco Faig en el Portal “Extramuros”, que expresa: “Este Cabildo Abierto, que representa una vieja forma de entender el país y la política, que defiende con convicción ciertos valores bien arraigados en la sociedad uruguaya, que es mucho más complejo ideológicamente que lo que la izquierda en general lo ha descrito, tiene un lugar y una proyección particulares en la política nacional”. En efecto el Gral. Manini define su movimiento, al carecer de historia propia, como artiguista, nacionalista y solidario, ante la necesidad de crear el discurso político del nuevo partido, en consonancia con la voluntad de los 270 mil votantes que lo acompañaron.
Artiguista, nacionalista y solidario
En el artiguismo, funda la soberanía del pueblo, el respeto por nuestra tradición y nuestros valores, la defensa del patrimonio nacional, de los símbolos patrios, las sanas costumbres, el valor del agro, de nuestra tierra, la industria y el trabajo honesto, el principio de firmeza en el ejercicio de la autoridad y de la transparencia en la gestión pública.
Como nacionalismo, no entiende la xenofobia ni el chauvinismo, sino la afirmación de ser únicos dueños de nuestro propio destino, en todos los órdenes, sin admitir claudicaciones ni abdicaciones parciales de nuestra soberanía, como ocurre con algunos aspectos de nuestra justicia o por la indebida presión de compromisos asumidos con organismos de orden internacional de sesgada integración o la intervención de personeros de intereses foráneos; en la necesidad de asumir la defensa del idioma y de la familia como núcleo básico de nuestra sociedad y el arrogante poder de resolver los problemas del país nosotros mismos, sin interferencias extranjeras.
Y la solidaridad, que es la sensibilidad en la atención de las necesidades de los más carenciados, débiles y vulnerables, y que por supuesto no tiene raíces marxistas, sino que las recoge del pensamiento y de la prédica artiguista y cristiana, lo que es de significativa importancia.
Todo lo cual, con el sólido basamento de nuestra Constitución Nacional, Biblia, Evangelio y Credo de nuestra organización política que, desde la reforma de 1934 erige en su parte dogmática, del artículo 1 al 72 el fabuloso código de Derechos, Deberes y Garantías, ejemplo a seguir para cualquier carta fundacional y que el Gral. Manini ha defendido siempre en forma inclaudicable, aún frente a opiniones pretendidamente doctas que toleran claudicaciones irrespetuosas, que traicionan el carácter rígido de sus disposiciones.
La insistencia de obsoletas categorías
Por todo eso, pretender encasillar a Cabildo Abierto en obsoletas categorías que definan su ideología, es absurdo. Ya lo dijo el propio Gral. Manini: “Si ser de derecha es combatir a los corruptos, defender la ley y el orden, y condenar los atropellos contra la Constitución, seré de derecha; y si dar salud a los desamparados y vivienda a los sin techo es ser de izquierda, seré de izquierda”. De ahí los Ministerios elegidos.
¿Puede acaso considerarse de derecha el partido que, alejado del quietismo conservador, ha tenido más iniciativas reformistas que cualquiera de los otros, como por ejemplo, el combate de la implacable usura y la eliminación de la inclusión financiera que han operado en exclusivo beneficio de los bancos? ¿Puede tildarse de antidemocrático un partido que exige siempre el respeto de la Constitución y el absoluto apego a la ley? ¿Puede ser militarista un partido que es acompañado por el F.A. en un proyecto de ley de reforma que busca la correcta regulación de la explotación forestal? ¿Puede ser corporativo un partido que destituye de sus filas sin vacilar a quienes actúan desviando la corrección de las formas o las expresiones, aun siendo militares?
De modo que la preocupación que ha despertado no es ni de cerca ajustada, cuando Manini ha condenado el Golpe y sus excesos sin dejar de repudiar el alzamiento guerrillero y toda forma de expresión política que no tenga el fundamento y los límites que impone, sin fisuras, la Constitución de la República.
Ahora, si la preocupación es –como parece ser– el crecimiento electoral de Cabildo Abierto, impulsado por la presencia de un líder honesto y serio, de oratoria precisa y eficaz, de conducta austera y firme, capaz de encolumnar a todos aquellos ciudadanos que descreen de los políticos tradicionales, en aquellos que solo buscan sus beneficios personales, en los que se sirven del Estado en lugar de servirlo, en los que repugnan de la demagogia, del nepotismo y de la rapacidad burocrática, pues bien, entonces que se sepa desde ahora que Cabildo Abierto habrá de defender sin tregua su programa y sus principios dentro de una franca, dura y apasionante confrontación democrática.
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