Durante un período muy largo, desde mediados de los años 40 hasta mediados de los 70, predominaba la idea entre los economistas que las pequeñas empresas eran por naturaleza ineficientes y, por tanto, estaban destinadas a desaparecer en beneficio de las empresas más grandes. El análisis de Sylos Labini sobre la fijación de precios en un régimen de oligopolio es emblemático de cómo los economistas de la época interpretaban el vínculo entre grandes y pequeñas empresas. Su análisis se basa en dos hipótesis principales: 1) un bien determinado es producido por empresas de diferentes tamaños; 2) dentro del universo de empresas que producen ese bien, las empresas más grandes tienen ventaja sobre las más pequeñas porque pueden acceder a economías de escala que les permite reducir sus costos de producción, algo que no pueden hacer las más pequeñas. Como resultado, el precio de mercado queda fijado a un nivel que permite a las empresas más pequeñas sobrevivir y a las más grandes generar beneficios, a veces considerables, con respecto al costo de producción. De manera similar, Josep Steindl había enunciado el “teorema de la asimetría”, según el cual la gran empresa puede hacer lo mismo que la pequeña, mientras que lo contrario no sucede ya que, si la pequeña empresa no crecía, estaba destinada a desaparecer.
Las posiciones dominantes entre los economistas académicos también influyeron en la postura del mayor partido de la izquierda italiana, el PCI, que desde 1945 había controlado gran parte de los gobiernos locales de Emilia-Romaña. Por aquellos tiempos la tesis de Karl Kautsky ejercía una influencia considerable en el movimiento obrero internacional. Para el teórico marxista de origen checo, las pequeñas empresas eran enemigas en potencia de la clase obrera, aunque sólo fuera por “su mentalidad pequeño burguesa y anti-proletaria”. De modo que, para la socialdemocracia alemana, el desafío consistía en neutralizar sus inclinaciones hacia la derecha ofreciéndoles servicios, asistencia sanitaria, pensiones, etc. Ante este tipo de posicionamientos, en el famoso mitin celebrado en Reggio Emilia en 1946, Palmiro Togliatti innovó radicalmente. La tesis de Togliatti –que más tarde sería desarrollada en el VIII Congreso del PCI en 1956– era que la clase obrera debía buscar una alianza estable con las pequeñas empresas, ya que tanto a los trabajadores como a los pequeños empresarios, les interesaba unir fuerzas contra el gran capital monopolista que dominaba la Italia de la posguerra. Pero, bajo la influencia de la convergencia entre las ideas marxistas y la teoría económica liberal, y al igual que Kautsky, Togliatti estaba convencido que las pequeñas empresas no conseguían ser eficientes. La clave de la alianza que proponía se basaba en que las pequeñas empresas lucharan junto a los trabajadores contra las grandes empresas monopolistas. Las pequeñas empresas lo harían para asegurarse oportunidades de crecimiento y eficiencia, mientras que los trabajadores y el PCI lo harían para proteger el trabajo y el crecimiento, ambos cercenados por el dominio del capital monopolista.
En los primeros años de la posguerra, estas ideas eran muy innovadoras, y constituyeron la referencia teórica de la política de creación de zonas destinadas específicamente a la instalación de grupos de artesanos y pequeñas industrias, que fueron llevadas adelante a partir de la década de 1950 por las administraciones locales en Emilia-Romaña.
Alberto Rinaldi, en “Il sistema delle piccole imprese”, artículo publicado en “Il modello Emiliano nella storia d´Italia” (2014). Rinaldi es profesor de historia económica en la Universidad de Modena y Reggio Emilia.
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