Entre el 2 y el 5 de setiembre se realizó un encuentro ecuménico e interreligioso en Ulán Bator, Mongolia, en el que participó como invitado de honor el papa Francisco. La importancia de este evento, según el mismo papa recalcó, fue la de reivindicar el valor superior de las religiones en la búsqueda de la armonía, en un mundo que comienza a fracturarse.
“Los gobiernos y las instituciones laicas no tienen nada que temer de la labor evangelizadora de la Iglesia, ya que esta no tiene una agenda política que promover”.
Papa Francisco (discurso en el encuentro interreligioso 2023)
Las tensiones geopolíticas entre Occidente y los países que componen el hoy llamado sur global, en el que sobresalen China e India como principales interlocutores, se han acentuado desde el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Las sanciones a Rusia como también la presión sobre aquellos Estados que siguen comprando petróleo y gas ruso, como los dos gigantes asiáticos mencionados, han servido de excusa para reinstalar la multipolaridad en el discurso internacional y en las relaciones diplomáticas.
En ese contexto belicista en el que parecen haber fallado las organizaciones y los organismos internacionales, el papel de la Iglesia católica y de las religiones no debería menospreciarse.
Por eso mismo, pocos días antes de la reunión del G20, el 2 de setiembre, se realizó en la capital de Mongolia, Ulán Bator, en el 860 aniversario de Gengis Khan, y en el 31 aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Mongolia y la Santa Sede, un encuentro interreligioso en el que el papa Francisco fue el invitado de honor. Y en el que la máxima autoridad de la Iglesia católica dejó un mensaje de unidad frente al materialismo, al consumismo y a los discursos de odio imperantes.
En el encuentro interreligioso que estuvo encabezado por el lema “Esperar juntos”, contó con la participación de otros once líderes religiosos budistas, hindúes, musulmanes, chamanes, judíos y baha’is, a los que se sumaron representantes de diferentes denominaciones cristianas.
La búsqueda del otro como aprendizaje y acto de humildad
Las razones que impulsaron al papa Francisco a emprender un viaje a este país centroasiático, emplazado entre China y Rusia en el que la mayoría de sus habitantes pertenecen a la religión budista, parecen ir en consonancia con su olfato geopolítico, en un momento crucial de la historia contemporánea.
No obstante, cabe tener en cuenta que Jorge Bergoglio comenzó su camino eclesiástico como novicio en la Compañía de Jesús. Y como bien afirma Javier Melloni en su artículo “La identidad del jesuita y el diálogo interreligioso”, forma parte de la identidad de esta orden, el encuentro con el otro: “Ya en el mismo siglo de su fundación (la Compañía de Jesús), muy cerca de sus orígenes, cuando toda identidad se encuentra en su momento más vibrante, las primeras generaciones fueron capaces de abrirse con audacia a la alteridad sin temer perder su propia identidad. Precisamente porque su identidad era y es tratar de configurarse a Jesús, eso les hizo estar abiertos al desvelamiento del ‘Dios todo en todos’ (1Cor 15,28)”. (Javier Melloni, Revista Ignaciana, “La identidad del jesuita y el diálogo interreligioso”, 162-173, 2007)
Sin embargo, el primer encuentro entre la Santa Sede y el Imperio mongol se dio en la Edad Media, en el año 1245, cuando el papa Inocencio IV envió a Giovanni da Pian del Carpine –uno de los primeros discípulos de San Francisco de Asís– en una embajada a aquel país para entablar relaciones con Guyuk Khan, nieto de Gengis Khan. Tras permanecer dos años en aquel reino y gracias a su habilidad para la diplomacia, escuchó de la boca de los propios mongoles todo lo referente a su historia, sus costumbres y tradiciones, escribiendo a su regreso un libro que sería de referencia en la época medieval como lo fue el Historia Mongalorum.
En definitiva, este fue le primer antecedente de las relaciones entre la Iglesia católica y el Imperio mongol. No obstante, los encuentros entre ambos continuarían. Y en el siglo XVI surgen otros episodios interreligiosos. “El primero de ellos parece propio del s. XX: el emperador mogol Akbar (1542-1605) construyó la nueva capital del imperio en Fatehpur, cerca de Agra; sus inquietudes y búsquedas espirituales le llevaron a constituir una casa de culto (Ibadat-khana) en la que convocó, al principio, a las distintas corrientes del islam, pero en una segunda fase organizó debates interreligiosos entre representantes del islam, del hinduismo, del jainismo y zoroastrismo. En 1578 pidió la presencia de los cristianos. Tres fueron los jesuitas que llegaron a la corte del emperador dos años más tarde: Antonio de Montserrat, catalán, de 43 años; Rodolfo Acquaviva, italiano de 29 años, pariente del futuro general; y Francisco Henriques, como intérprete, originario de Ormuz y convertido del islam”(Ibidem).
De ese modo, los jesuitas fueron pioneros en el Lejano Oriente, siendo India, Mongolia y China los principales objetivos de aquellas misiones.
El caso de Akbar, que en árabe significa «el grande», fue bastante emblemático. Gobernó gran parte del subcontinente indio entre 1556 y 1605, conduciendo al Imperio mogol a su máximo apogeo. Pero probablemente el hecho que dio a conocer a Akbar al mundo fue el encuentro interreligioso que llevó a cabo en la capital de su reino y que debería ser un ejemplo de verdadera tolerancia religiosa.
Entonces India pasaba por un momento complejo, ya que mayoría religiosa hindú estaba siendo gobernada extranjeros musulmanes, lo que provocaba continuos conflictos entre los acólitos de ambas religiones. Para hallar una solución inmediata a este problema Akbar permitió a los hindúes practicar libremente su religión a pesar de ser el mismo practicante y creyente del islam. Y además convocó a teólogos hindúes, mazdeístas, cristianos, sufíes, jaínes y budistas, y de las diferentes corrientes del islam, desde los suníes y chiíes hasta los ismailíes, para hallar los principios de una religión universal. Su legado principal fue su vocación por reconciliar a hindúes y musulmanes, un tema que todavía sigue vigente.
El diálogo interreligioso como nuevo paradigma
En definitiva, todo encuentro interreligioso implica un diálogo en el que es imprescindible la igualdad de sus interlocutores, e implica al mismo tiempo considerar que las distintas manifestaciones espirituales del ser humano tienen su parte de verdad. Pues como bien dijo el papa Francisco en uno de sus discursos realizados en Mongolia: “El hecho de estar juntos en el mismo lugar ya es un mensaje”. Y agregó: “Las tradiciones religiosas en su originalidad y diversidad comportan un formidable potencial de bien al servicio de la sociedad. Si quien tiene la responsabilidad de las naciones eligiera el camino del encuentro y del diálogo con los demás contribuiría de manera determinante a poner fin a los conflictos que siguen causando sufrimientos a tantos pueblos”.
Por su parte la máxima autoridad budista de Mongolia, Khamba Lama Choijamts, expresó: “Creo que, si bien las principales religiones del mundo como el budismo, el cristianismo, el hinduismo y el islam son filosóficamente diferentes entre sí en sus visiones del mundo, reunimos oraciones y actividades con un propósito común: el bienestar de la humanidad”.
Y en esa línea el presidente de la Unión de Chamanes de Mongolia manifestó: “Los adoradores del Cielo de Mongolia promueven con gratitud la visita de Estado del papa Francisco a Mongolia por invitación del presidente de nuestro país. El culto al Cielo es una expresión de la conexión umbilical entre la naturaleza de la tierra y el universo. Desarrollada y transmitida desde la creación del hombre. El Cielo es nacionalismo, orgullo mongol, civilización, ritos costumbres y orden”.
Un mensaje de la Santa Sede a China
Según algunos analistas internacionales, este movimiento del papa Francisco tiene como objetivo geopolítico establecer una alianza en el Lejano Oriente que sirva de base para acercarse a India, pero más aún a China donde las restricciones son mayores.
Recordemos que las relaciones entre el Vaticano y China, si bien han mejorado algo, todavía queda mucho por avanzar. De hecho, al encuentro viajaron obispos de distintos países de Asia, pero a los obispos chinos no se les autorizó a concurrir. De todos modos, empresarios chinos concurrieron al evento, lo mismo que el embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja, lo que fue toda una señal.
Por su parte, cuando el papa Francisco sobrevoló el espacio aéreo de China para llegar a Mongolia, le envió un afectuoso saludo al presidente Xi Jinping y al pueblo chino.
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