Creada en 1915, La Federación Rural (FR) contó entre sus fundadores con personalidades de la talla de Pedro Manini Ríos (fundador de La Mañana), Luis Alberto de Herrera y José Irureta Goyena. Siempre fue la más combativa de las gremiales, probablemente por influjo de las características de los productores rurales que la integraron, y nutrieron. Teniendo históricamente, un perfil distinto a la Asociación Rural, fundada tiempo atrás, en 1871, básicamente integrada por grandes productores y cabañeros de punta. La Federación, y su congreso, siempre fue un ámbito propicio de trasmitir el sentir del productor rural promedio.
Pre diabetes
En el reciente congreso de la FR, si bien su presidente en su discurso se refirió, al flagelo del atraso cambiario, no lo hizo con el énfasis suficiente, en relación a tal azote a la producción nacional. La producción primaria, además de las variables climáticas, silenciosamente está siendo muy afectada por una conjunción simultanea de factores económicos. Además de la feroz sequía, la demanda asiática niveló su avidez y bajaron los precios internacionales de las comoditties. Pero, no así los costos, que evidentemente obedecen a factores más complejos. Costos altos de producción, que tienen su directa relación con un dólar planchado a 38 pesos (recordemos que estuvo a $44 en el 2020). Dólar barato que podrá ser muy funcional a efectos de combatir la inflación, pero que no es inocuo para golpear a la producción, es decir, al trabajo nacional. A la producción no le “sale gratis”. Semanalmente, numerosas contratapas de este semanario, abordadas por insignes personalidades formadas en Economía, nos ilustran al respecto (inflación a raya…pero, ¿y sobre la recesión cómo andamos?). Los productores rurales ya vivimos la década del noventa, y, como estamos hablando en clave gremial a decirlo muy claramente, ya fuimos los productores del campo “la primavera checa”, dejados de lado por equipos económicos cuya suprema fidelidad, lo es a una ortodoxia que en su norte no le da preeminencia al aparato productivo. En el campo de la filosofía de la historia, es muy aceptado, que la historia se repite, pero nunca se repite igual.
Si la Federación supo ser vocera de las familias que trabajan en el campo, que apuestan a producir, que se sienten consustanciados con el suelo, que asumen, de verdad y como propios (no solo en rótulos tribuneros) el problema del vaciamiento de la campaña, la pérdida de familias enteras que siguen emigrando a vivir en ciudades, con la consiguiente pérdida de saberes y técnicas en esos compatriotas que han heredado conocimientos de generación en generación, que son imposibles de sustituir en aulas curriculares. Para decirlo más claramente; no se puede ser indiferente al hecho de que si la misma cantidad de producción (sea leche o carne), sea efectuada por treinta mil productores que por cinco o seis empresas.
Hijos & entenados
Las gremiales vienen adoptando la postura de barrer debajo de la alfombra, y no son gustosos en reconocer que hay una latente tensión entre el rubro ganadero y el forestal/celulósico. Los campos no tienen doble piso. Como en vasos comunicantes, lo que ocupa uno, es menos espacio para el otro. Por más marketing y flujos publicitarios invertidos, junto a una pléyade de opinólogos tras un guión común, no se puede tapar el sol. Tal tensión entre sectores, la hay básicamente por mantener o mutar la matriz productiva de esta penillanura suavemente ondulada. Hay una competencia por el uso de los suelos. También lo hay en la dimensión tributaria. A modo de muestra, vale citar que este sábado fue objeto de reclamo el “impuesto 1%”, recaudado por las intendencias y posteriormente vertido al BPS, como devolución indirecta al productor. Pues bien, se pidió su eliminación, pero nada se dijo que las empresas forestales nunca lo han pago. Curiosamente, la actividad que más afecta el estado de las carreteras con sus pesados fletes.
La publicidad de las pasteras de celulosa, con su ícono leonino finlandés en la lona que ofició de fondo de los discursantes, ya nos da una pista de la niebla en la que está inmersa la dirigencia actual, donde no se quiere divisar, la inequidad de condiciones en la competencia por el uso del suelo, entre los genuinos productores de alimentos y, corporaciones trasnacionales con leyes a medidas e inversiones públicas, que hacen un combo ideal para que la “libre empresa” goce fácticamente de inmunidades que le permitan sustraerse del riesgo del elemento alea, inherente a todo negocio o actividad económica.
Por otro frente, esta semana también asistimos a una agudización de las medidas de fuerza de un tozudo y mezquino sindicato lácteo, generando pérdidas millonarias a una empresa emblema del modelo cooperativo y emblema de la sociedad uruguaya en su conjunto.
Más de lo que aparenta, es de vulnerable la situación política de productores rurales (familiares). Expuestos por un lado al odio de clase, de los vestigios de un marxismo trasnochado -ya sea en su faceta política o sindical-, que canaliza su ponzoña en quien detenta un pedazo de campo (seguramente recibido de varias generaciones de ahorro y arraigo) y ostenta con orgullo su cultura criolla, y a su vez y paradójicamente, actúa de forma complaciente y hasta simbiótica, con megaproyectos fogoneados por organismos multilaterales de crédito que gozan de la más variadas prerrogativas impositivas. Tales prerrogativas y hasta desembolso de dineros públicos en pos de obras de infraestructura, que el sector público les viene haciendo, como traje a medida. Hechos que no hacen más que contradecir a su eslogan de que “pague más, quien más tiene”. O, acaso; tal mentado eslogan, para el progresismo contemporáneo, también tiene “sus zonas francas”!?
Por otro lado, el oportunismo de brokers y cultores de una ortodoxia económica, que los largos trazos de la historia de un joven país, ya nos permiten extraer conclusiones, sobre de qué lado van a estar “si las papas queman”…
El sector productivo nacional, precisa imperiosamente de gremiales fuertes. Pero que su fortaleza decididamente sea para apuntalar al productor y su familia, siempre del lado de los casi treinta y cinco mil productores que tiene el país, y teniendo la claridad necesaria, para que esa fortaleza no sea aprovechada por unos pocos que, crisis mediante, vengan a comprarles sus campos.
TE PUEDE INTERESAR