En la edición del pasado 11 de agosto, bajo el título “Entrar a un TLC con atraso cambiario puede ser una maniobra peligrosa”, se publicó un análisis sobre los eventuales ganadores y perdedores de un TLC con China y de los fundamentos teóricos que respaldan esas conclusiones.
En primer lugar, una aclaración importante es que tanto la editorial mencionada como este artículo no llevan a cabo sus análisis desde la opinión, sino desde la aplicación de las teorías del comercio internacional que recalcan los beneficios del comercio. Por lo tanto, las críticas que se puedan plantear hacia un eventual TLC con China no se pueden atribuir a deseos aislacionistas o a no reconocer las ventajas del comercio, acusaciones que los defensores del libre comercio a ultranza inmediatamente realizan a quien plantea discrepancias con los Tratados de Libre Comercio.
Es evidente que cualquier acuerdo comercial genera ganadores y perdedores, como cualquier medida de política económica. En este caso, las teorías del comercio internacional nos permiten conocer de antemano quiénes serán esos ganadores y perdedores y así evaluar qué tan beneficioso es en términos generales llevar adelante un TLC con China, o si habría que acompañarlo de algún tipo de medida adicional.
Las características de los países involucrados en el acuerdo, China y Uruguay, nos permiten llegar a varias conclusiones. En primer lugar, es claro cuál será el sentido del intercambio. Como postula la teoría clásica del comercio internacional de David Ricardo, cada país se especializa y exporta aquellos bienes en los que tiene una ventaja comparativa: en una relación comercial entre China y nuestro país, mientras que Uruguay tiene una ventaja comparativa en la producción de productos primarios, China la tiene en la producción de productos industrializados. La teoría de las ventajas comparativas de David Ricardo estuvo en boga en el siglo XIX y fue la principal herramienta teórica para consolidar la hegemonía británica a través del mercado internacional, ya que las ventajas comparativas terminan determinando el patrón de especialización de un país. Los países que tienen una ventaja comparativa en la producción de productos primarios se convierten en países agroexportadores sin industrias propias e importan productos manufacturados, historia que ya nos es conocida.
El TLC con China agudizaría justamente esta tendencia. Al analizar el intercambio desde el punto de vista Ricardiano, podemos concluir que el resultado del acuerdo para la estructura productiva del país sería el de la consolidación de un modelo netamente agroexportador (que según esta teoría pareciera un destino manifiesto para nuestro país), volviendo imposible cualquier intento industrializador, ya que por un lado la teoría señala que lo deseable es que los productos manufacturados (que incorporan un mayor valor agregado y que insumen una mayor cantidad de mano de obra) se produzcan en China y que nuestro país simplemente los importe. Además, en los hechos, el acuerdo implica que se otorguen beneficios arancelarios a los productos manufacturados chinos que entren en nuestro mercado, situación ante la cual se vuelve imposible la competencia para los productos nacionales. De esta forma, la actividad industrial en el país va a sufrir la progresiva extinción de sectores que ya no podrán ser competitivos y lo que es aún más preocupante, va a generar la imposibilidad de que se desarrollen actividades industriales nacionales que podrían ser rentables y competitivas, debido a que una industria naciente en sus inicios se enfrenta a costos más elevados que los que tienen las empresas que ya están consolidadas en el mercado, por lo que cualquier intento industrializador se vería frustrado en sus comienzos por no poder competir con los productos chinos (el caso de cómo no pudo desarrollarse la industria de botones en Vietnam pese a que los costos de producción hubiesen sido menores a los de las empresas chinas ya existentes, es un ejemplo muy elocuente al respecto).
La importancia de la acción del Estado
Por otra parte, las teorías del comercio internacional además de ofrecernos respuestas respecto al impacto de los acuerdos comerciales sobre las estructuras productivas de los países, también lo hacen acerca de los ganadores y perdedores del acuerdo. Durante el siglo XX las teorías del comercio internacional se complejizaron, incorporando nuevos elementos a la teoría clásica de las ventajas comparativas, aportando elementos que permiten arribar a más conclusiones.
En ese sentido, seguramente la teoría más importante es la del intercambio comercial basado en la intensidad de los factores productivos de cada país, desarrollada por los economistas Heckscher y Ohlin. En cuanto al sentido que van a adoptar los intercambios, la teoría es similar a la ricardiana, ya que también considera a las ventajas comparativas como la explicación para el comercio y sostiene que cada país se va a especializar y a exportar aquellos bienes cuya producción sea intensiva en los factores productivos en los que el país tiene una dotación relativamente mayor. En este caso Uruguay tiene una dotación relativamente mayor en el factor productivo tierra respecto a China, mientras que China tiene su ventaja en la dotación de mano de obra, por lo que la conclusión al igual que en la teoría de Ricardo es que Uruguay se debe especializar en la producción de productos primarios y obtener los productos manufacturados a partir del comercio con China.
Sin embargo, este modelo incorpora un elemento adicional sumamente importante y generalmente olvidado por los economistas a la hora de evaluar los impactos de los acuerdos comerciales: brinda información sobre la distribución de las ganancias del comercio y no solo eso, sino que además asegura que las mismas se van a distribuir de manera desigual al interior del país. De hecho, esta afirmación es un teorema de la economía, conocido como el teorema de Stolper-Samuelson, clave para el análisis de los intercambios comerciales y curiosamente siempre olvidado. Lo que sostiene el teorema es que cuando se establece un acuerdo comercial de estas características, aumenta la remuneración del factor productivo que es utilizado intensivamente en el bien de exportación y por el contrario disminuye la remuneración del otro factor. Es decir que, en este caso, el acuerdo implicaría un aumento del precio de la tierra en Uruguay y una disminución del salario. Esto sucede porque al aumentar la producción del producto en el cual se tiene una ventaja comparativa debido a la dotación factorial, las inversiones se dirigen hacia ese sector de actividad y el precio del factor de producción utilizado (en el caso uruguayo de la tierra tiende al alza).
La información que nos brinda el teorema de Stolper-Samuelson nos permite llegar a conclusiones muy significativas. Si no existen intervenciones estatales de ningún tipo, los ganadores del acuerdo serán unos pocos (los propietarios de la tierra, que por las tendencias de los últimos años son cada vez en mayor proporción extranjeros o sociedades anónimas de las que ni conocemos su origen) y los perdedores serán muy numerosos: los asalariados y los arrendatarios agropecuarios, que verán cómo aumenta el precio de los arrendamientos resultándoles muy difícil competir con los pagos que pueden hacer las grandes multinacionales.
Estas conclusiones no son para echar por tierra las posibilidades de un Tratado de Libre Comercio, sino para conocer de manera objetiva, a partir de los que nos dice la teoría, cuál será el escenario si un acuerdo de este tipo se lleva a cabo y se dejan actuar libremente “a las fuerzas del mercado”. Esta distribución desigual de las ganancias del comercio, que solo quedaría en pocas manos y que en gran medida ni siquiera son manos uruguayas, puede ser revertida con políticas estatales destinadas a compensar esa distribución, transfiriendo recursos entre los propietarios de los distintos factores de producción. En síntesis, de lo que podemos estar seguros, es que para que un eventual TLC sea beneficioso en términos amplios para el país, el mismo tiene que ser acompañado por políticas estatales que distribuyan las ganancias que de otra manera se concentrarían en un grupo muy reducido de ganadores.
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