Poderoso Caballero es Don Dinero
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo…
Francisco de Quevedo
A nadie se le ocurriría poner en tela de juicio (por lo menos desde estas páginas) la importancia que posee la forestación en la proyección del -deseado y postergado- país productivo. Es decir generador de mano de obra, de divisas y a la vez atractivo para el ingreso de capitales de alta envergadura.
Actualmente que ya contamos con un millón doscientas mil hectáreas cultivadas con árboles, no se podría ignorar la inversión que realizó nuestra sociedad en los voluminosos estímulos económicos iniciales, que fueron un instrumento válido para ir creando este nuevo rubro, que irrumpe en la llanura platina, que solo poseía vegetación arbórea en torno a los cursos de agua.
Todo se fue desarrollando a partir del proyecto de ley elevado por el entonces presidente Julio María Sanguinetti el 4/11/1985, que contó con el apoyo prácticamente de todos los sectores con representación parlamentaria. En la discusión y aprobación de esta norma, actuaron como miembros informantes de la Comisión los senadores Alberto Zumarán y Jorge Batlle, y participaron Reinaldo Gargano, Manuel Flores Silva, Luis Alberto Lacalle y Carlos Julio Pereyra, siendo aprobada como Ley Forestal, el 7/7/1987.
A la vez que se declara de “interés nacional la defensa, el mejoramiento y la creación de los recursos forestales…” se delimita en forma precisa, en cuáles tierras se podrá plantar árboles. “Son terrenos forestales aquellos que: a) por sus condiciones de suelo, altitud, clima, ubicación y demás característica, sean inadecuados para cualquier otra explotación o destino de carácter permanente y provechoso, y b) los que sean calificados como de prioridad forestal mediante resolución del Ministerio de Agricultura y Pesca en función de la aptitud forestal del suelo, su uso alternativo, consideración que hagan al potencial de utilización de la madera o razones de utilidad pública.”
Tan precisa y contundente apreciación de cuáles serían las tierras a las que se tenía que circunscribir el cultivo forestal era algo más que una expresión de buenas intenciones. Pero si bien para quienes no la acataran, no se preveía penas, sí quedaban excluidos de todos los subsidios.
Es verdad que, siguiendo la malsana coherencia de desprecio al productor y al inversor nacional, durante los 15 años de conducción de la economía desde las calles Colonia y Paraguay, los subsidios fueron trasladados -y en números reales aumentados con creces- a las poderosas multinacionales que se hicieron del negocio extractivo y de exportación.
Los subsidios directos al productor fueron eliminados y sustituidos por verdaderas canonjías que se pueden constatar en los beneficios que fue acumulando UPM a saber: zonas francas, con toda la exención de impuestos que esto significa, producción de la energía eléctrica producida con desperdicios de la madera, a precios superiores a su cotización en el mercado, normas laborales de medida, negadas a toda otra actividad empresarial. Y en el caso de la tercera planta en Pueblo Centenario, la construcción de un ferrocarril a costa del erario público. Es de destacar que la negociación para la construcción del tren maderero estuvo en manos del Dr. Miguel Toma y se aceptó un presupuesto que duplica la inversión. Claro, la gran preocupación de la prensa era haber sorprendido al misterioso secretario de presidencia en el estadio de Roma acompañado de una joven y bonita secretaria…Y con eso los manipuladores del “cuarto poder” dieron por satisfecha su tarea de informar al soberano.
El Fin de la Historia
Para la mayoría de los líderes políticos de nuestro país, sean socialistas o liberales, la celulosa es una solución definitiva. Al estilo Fukuyama con su bien pagado libro El Fin de la Historia. Y se han ido convenciendo en la bondad de construir un país celulósico como punto final a los problemas de los distintos sub-sectores (cuyos berrinches lastiman sus frágiles oídos) que componen nuestra actividad primaria. Para unos que salpican sus pingües ganancias con agua bendita sería cómo la consolidación de la Ciudad de Dios que preconizaba San Agustín, para otros que constituyen su contracara estatal y principales socios en esta ofensiva, intensificada en estos 15 años, sería por fin el arribo de la sociedad sin clases, que preconizaba la matriz Soviética de los sesenta. Y sobre todo para la central obrera -que le es afín- por fin terminar con esos palurdos “botudos”, hombres de a caballo y sombrero aludo que no le entra en la cabeza la “conciencia de clase” y cualquier día les reaparece en el adn el ya casi olvidado “chicotacismo”
Y para los otros, tal vez la mayoría de los dirigentes, por aquello del “poderoso caballero”, que como Santa Claus, siempre acude en el momento oportuno a solucionar las inversiones en propaganda electoral. Así más vale pegarle a estos “impostores” y robadores de votos de Cabildo Abierto, que lejos de mantenerse en la jaulita asignada -por el poder no visible- se escapan de la “extrema derecha” y se les ocurre ser leales con sus promesas electorales…!
Desde 1988 a la fecha se ha venido forestando a razón de 100 hectáreas por día y se calcula que a este ritmo va aumentar cuando quede instalada UPM2. Así, cualquier politólogo del montón – no precisa ser Zuasnábar- puede calcular en qué año queda consolidado el tan esperado “milagro”. ¡Y cuidado que algún ignaro se le ocurra derribar el muro como ocurrió en Berlín…!
El estiércol del diablo
Es claro que la ofensiva forestal iniciada como política de estado, en 1985, buscó con éxito no sólo crear un rubro productivo más, sino también una alternativa energética para un país que estaba disuadido de contar con el tan codiciado oro negro de aquel entonces: el petróleo. Pero por la cabeza de ninguno de aquellos esclarecidos dirigentes políticos se le ocurrió estar poniendo los cimientos de un país celulósico, transformado en un bosque desde Rivera a Montevideo y desde Paysandú a Cerro Largo.
Cuando el presidente Vázquez convocó el 8 de marzo de 2016 a los cuatro exmandatarios que lo precedieron, a la residencia de Suarez y Reyes para anunciarles la posibilidad cercana de que estuviésemos en el umbral de acceder al combustible de madera fósil, dijo: “es fundamental una política de Estado”, sin ocultar su euforia, al finalizar el primer encuentro.
Jorge Batlle -con esa franqueza impolítica de que hacía gala- se expidió en forma tajante: “Ojalá que no haya petróleo, si apareciera es lo peor que nos puede pasar…”. Y nadie podría acusar al expresidente colorado de sentir prejuicio por las empresas multinacionales. Simplemente su instinto de dirigente político le hablaba de todos los males que podrían aquejar a un país si se pretende vivir de un monoproducto de exportación.
Juan Pablo Pérez Alfonzo, ministro de hidrocarburos de Rómulo Betancourt (1958) y uno de los fundadores de la OPEP, refiriéndose al efecto negativo del petróleo sobre su país, escribió un libro donde sostiene la teoría de que Venezuela se está hundiendo en el estiércol del diablo. Es decir, la maldición del petróleo. Así como para España la maldición fueron los abundantes metales preciosos de la plata y oro, que generosamente afluyeron en sus galeones y “en Génova enterrada” al decir de Quevedo.
Un debate político
El debate por la media sanción del proyecto de ley forestal que presentó el diputado Rafael Menéndez de Cabildo Abierto, es puramente político y está inscripto en la obsesiva tirria que sienten muchos dirigentes (y sus mandantes en la sombra) por esta fuerza nueva que irrumpió a poco más de seis meses de las elecciones de octubre 2019, pisando fuerte y con gran suceso electoral.
El lider de CA, el Gral. Manini, antes del balotaje se comprometió con el Dr. Lacalle Pou a apoyarlo e integrar el futuro gobierno en caso del triunfar. Y ha venido cumpliendo a rajatabla el acuerdo que estamparon en un documento escrito con los demás integrantes de la Coalición Republicana.
El proyecto de modificación de la legislación forestal fue presentado en la comisión de Ganadería y Agricultura de la cámara de Diputados en abril y ahí se le fueron introduciendo, día a día, mes a mes, todas las modificaciones que se consideraron pertinentes.
Allí concurrió en agosto, el ministro Uriarte con Faroppa y todo su equipo. En esa oportunidad se le preguntó al director General Forestal del MGAP, si aún mantenía la empresa de su propiedad que brindaba servicios a UPM. Ante la inquietud de Menéndez sobre la vinculación del jerarca ministerial con la función privada, Faroppa respondió que “la puse a nombre de mis hijos”, en referencia a la empresa en la que era consultor.
El diputado de CA (expresidente de la Asociación Rural de Tacuarembó) había advertido que el Código de Ética de la Función Pública prohíbe a los funcionarios públicos “ejercer su función con relación a las actividades privadas a la que se encuentran vinculados”…Asimismo, Menéndez cuestionó su participación en el convenio entre UDELAR y la Sociedad de Productores Forestales en 2014 “al estar de los dos lados de mostrador”.
Entre otras instituciones, concurrieron a la comisión parlamentaria para informarse de los términos del proyecto, la Sociedad de Productores Forestales, la Sociedad de Contratistas Forestales, la Sociedad de Productores de la Madera para Aserrado, la Dirección Nacional de Ordenamiento Territorial, el Movimiento por un Uruguay Sustentable (MOVUS).
Y también tiene que quedar constancia que el diputado Menéndez trató en forma infructuosa por todos los medios ser recibido por el ministro de Ambiente, Adrián Peña, para analizar el proyecto cuando aún estaba abierto.
Expuesta la forma franca y abierta en que se elaboró el proyecto, llama a la atención la tormenta que han hecho importantes dirigentes de los partidos tradicionales haciendo causa común con un conocido publicista de izquierda que seguramente está comprendido en el soneto de Quevedo.
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