Nehru: Un dirigismo de Estado similar al que aplicó el general Charles de Gaulle en la segunda postguerra que le aseguró a Francia 30 años de desarrollo ininterrumpido
“El futuro que tomó forma en mi mente es el de una íntima cooperación política, económica y cultural entre la India y los demás países del mundo. Pero antes de que el futuro llegue, está el presente, y tras este presente estuvo el largo y enredado pasado de donde el presente ha sido generado. Entonces hacia el pasado tuve que mirar para comprender…”
Jawaharlal Nehru, “The Discovery of India”.
A muchos le sorprendió la noticia que divulgaron hace unos días, algunos destacados mass media, de que China manifestaba honda preocupación por la abrupta caída de los nacimientos. El índice de natalidad había caído del 15,9 en la década de 1970 a 1,3, sin haber llegado a la cima de su potencial, al mejor estilo de los países que comenzaron la curva decadentista. Según la OMS para el 2050 los chinos mayores de 60 años superarían el 40% de la población.
Para muchas mentes formateadas por esa concepción tergiversadora de la biología humana, que año a año logra imponer nuevos sofismas totalmente divorciados de la realidad, esta preocupación de los dirigentes de la nación que se ubicó en el umbral de primera potencia, cayó como un balde de agua fría.
El mundo actual, sobre todo el llamado occidental, participa de un neo-malthusianismo, que considera el mayor problema al exceso de familias numerosas y ven en los niños una amenaza para la supervivencia de una humanidad cada vez más alejada de su naturaleza original.
Dentro de la misma Isla Eurásica y vecina a China con sus tribulaciones por el retroceso poblacional, está la India con un crecimiento sostenido de sus habitantes, que al momento de su independencia no alcanzaban a 400 millones y hoy casi cuadruplicó esa cifra y se ubica entre las principales potencias del mundo. La población, lejos de ser un lastre, es una de las principales riquezas de las naciones.
La revolución verde que protagonizó la India independiente acompañó con creces la seguridad alimentaria, a tal punto que en los últimos años ¡se transformó en la primera exportadora de arroz!
India, una potencia emergente
El crecimiento económico de la India en la última década la ha llevado a posicionarse entre las potencias emergentes de mayor proporción en el mundo, siendo el país más poblado de este planeta con una población actual de 1417 millones de habitantes (se estima que para enero del 2024 serán 1423 millones) superando a China que actualmente tiene 1.412 millones de habitantes, 5 millones menos que el país hindú, aunque la India tiene la tercera parte de su territorio.
La India ocupa el séptimo lugar entre los países más extensos del mundo con una superficie de 3.287.263 km2. Y es además uno de los países más heterogéneos del planeta, en el que se hablan varias lenguas y dialectos regionales.
Sin embargo, la India actual no se ha construido de la noche a la mañana, ni es un milagro de la última década, sino que fue un camino que se inició hace más de 70 años con Nehru, y luego continuado por su hija Indira Gandhi que fue asesinada por su propia guardia.
La India moderna, como bien explicaba Nehru, hunde sus raíces en el alba de nuestra civilización. Y ya desde el tercer milenio a.C. en el valle del Indo, una ciudad cuyas ruinas todavía perduran, Mohenjo Daro, era sustentada por una eficiente la labor agrícola capaz de generar suficientes excedentes para abastecer a la población urbana. Y como bien explicaba el pensador e historiador hindú Ananda Coomaraswamy al describir el modo de proceder de los artesanos y artistas en los que no solo importaba la capacidad técnica sino también la claridad espiritual: “El artífice indio […] emprendía su tarea con extraordinaria solemnidad, invocando al Dios que iba a representar”. Lo que demuestra la complejidad del pensamiento filosófico y metafísico hindú que todavía perdura en pleno siglo XXI, muy a pesar del materialismo occidental.
Así, cuando en 1757 la Compañía Británica de Indias Orientales tomó el control de la India, las redes tradiciones de producción, manufactura y comercio fueron alteradas, propiciándose otro tipo de desarrollo que beneficiaba a Gran Bretaña. Esto provocó que el modelo económico tradicional (de trabajo, de producción, de ética) que había sido la base de este país menguara y diera lugar a una economía de carácter extractivista.
Hacia principios 1885 el nacionalismo hindú despierta y se forma el Partido del Congreso Nacional Indio que contó con el liderazgo de Mahatma Gandhi a partir de 1919.
Mahatma Gandhi introdujo tres aspectos que serían los pilares del nacionalismo de la India. Estos fueron: la gran campaña de satyagraha (“La fuerza de la verdad” y aludía a la resistencia pacífica) que tuvo el respaldo de gran parte de la sociedad india; la defensa de la swadeshi (industria nacional y manufacturas locales), que consistió en un proteccionismo de las industrias de la India; y, por último, el apoyo a la swaraj (autogobierno e independencia) que fue desde Gandhi y Nehru, una condición esencial e innegociable del nacionalismo hindú.
A partir de entonces, junto a Gandhi, comienza a destacarse la figura Jawaharlal Nehru que será decisiva en el futuro de este país.
Reformas industriales y agrarias
En ese marco de transformaciones políticas y económicas, el Plan de Bombay de 1944 puso énfasis en la protección y el desarrollo de las industrias de la India. Fue un plan ideado y firmado por los principales industriales del país, entre los que se encontraban J. R. D. Tata, Ghanshyam Das Birla que fue patrocinador y amigo de Gandhi, Ardeshir Dalal, Lala Shri Ram, entre otros. Este plan apelaba a una política de sustitución de importaciones para fortalecer así al sector industrial. La idea era que comenzara a implementarse a partir de la independencia en 1947.
Los que planificaron el asesinato de Gandhi creyeron que eliminando al legendario líder demolían en un mosaico de pequeños rivales a la nación India. No se apercibieron que al místico caudillo lo secundaba un maduro estadista que rápidamente llenó el vacío.
Nehru asumió como primer ministro de la India desde donde con enorme madurez capeó las violentas turbulencias internas y externas.
Desde ahí comenzó a fundar las bases de la India independiente, y algunos historiadores le adjudican el papel de creador de la India moderna. Tuvo que enfrentarse a numerosos problemas, como, por ejemplo, los sangrientos enfrentamientos religiosos que provocó la partición entre India y Pakistán y que tuvieron un saldo de un millón de muertos. En segundo lugar, tuvo que librar dos guerras como consecuencia de la disputa por sus fronteras: una con Pakistán en 1948 y otra con China en 1962.
Tuvo grandes logros, fundamentalmente en sus proyectos de desarrollo, materializados en varios planes quinquenales, que dieron lugar a un crecimiento en la producción agraria del 25%; también fueron notables las reformas sociales, como la educación.
Supo sacar el mejor partido de mundo bipolar de la Guerra Fría. Practicó una política exterior que le convirtió en uno de los dirigentes más destacados del panorama internacional, estuvo al frente del proceso descolonizador asiático y fue el líder de los países No Alineados.
Plan quinquenal
Elaboró el primer plan quinquenal en 1951 que trazó las inversiones del gobierno en la industria y la agricultura. A través de este plan, buscó la redistribución de la tierra y puso en marcha programas para construir canales de riego y presas, y difundir el uso de fertilizantes para aumentar la producción agrícola. También fue pionero en una serie de programas de desarrollo comunitario dirigidos a difundir diversas industrias artesanales y al aumento de la eficiencia en la India rural. Aumentó los impuestos sobre la renta empresarial y se anticipó a una economía mixta en la que el sector público sería responsable hasta el 28% del PBI. Lo que significaba que el Estado se reservaba el derecho de conducir a las empresas privadas hacia objetivos de producción, mediante licencias, cuotas y arreglos de cárteles, pero no mediante la expropiación de las compañías privadas y de la nacionalización de las compañías remanentes británicas.
Las bases de esta planificación económica estaban sostenidas por tres principios: proteccionismo, sustitución de importaciones y dirección del Estado en una economía mixta. El éxito de esta planificación se dejó ver rápidamente. Por ejemplo, durante la independencia la electrificación solo existía en las ciudades principales, pero a principios de la década del 60 las instalaciones eléctricas llegaban al 60% de la población. Asimismo, la industria siderúrgica aumentó su producción en un 6% anual entre 1950 y 1960.
Alentó a su vez la construcción de grandes represas, que él mismo llamó los “nuevos templos de la India”, obras de riego y la generación de energía hidroeléctrica, y puso en marcha un programa para aprovechar la energía nuclear a partir de la Ley de Energía Atómica de 1948.
Contó con el apoyo moral y el asesoramiento de uno de los más agudos economistas de aquel entonces: Kenneth Galbraith, al que J.F. Kennedy lo designó embajador en Nueva Delhi.
De ese modo, mientras la India estuvo bajo el dominio británico permaneció estancada, teniendo un crecimiento del PBI anual menor al 0,5 %. Desde 1900 a 1946, el producto nacional de la India apenas creció a una tasa de 0,7% anual en tanto que la población lo hizo a una tasa de 0,8%, manteniendo así estancado el ingreso per cápita. Desde la independencia, entre 1950 y 1991, el crecimiento económico promedio fue de 3,9% y la población se incrementó a razón del 2,2%, con lo cual se consiguió una mejora del 1,7% anual en el ingreso per cápita.
En las últimas décadas la economía india ha tenido una tasa de crecimiento anual del PIB de alrededor del 5,8%, convirtiéndola en una de las economías mundiales de más rápido crecimiento, alcanzando en el 2021 un PBI anual de US$ 3.176 billones, estando entre las 10 economías más grandes del mundo.
En definitiva, la India sigue avanzando, pero no siguiendo el dogmatismo del recetario de las modas económicas, sino que, por el contrario, la India crece respetando su tradición que es la fuente más exacta de su ética productiva, religiosa y social.
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