De todas las encíclicas papales a lo largo de la historia, se puede decir que el documento conocido como Populorum Progressio, emitido por el papa Pablo VI hace 50 años, el 26 de marzo, fue uno de los más importantes. Habría que situarla en el contexto de las encíclicas sociales papales precedentes, como la Rerum Novarum del papa León XIII (1891), la Quadregesimo Anno del papa Pío XII (1931) y la Mater et Magistra del papa Juan XXIII (1961), pero su alcance fue más amplio que el de éstas. Estas se preocupaban principalmente por la posición de la Iglesia en una sociedad cada vez más industrializada y se centraban sobre todo en Europa y América del Norte. La Populorum Progressio adoptó una perspectiva global y una visión más amplia sobre el desarrollo humano.
La inspiración de esta encíclica fue el Concilio Vaticano II, que había finalizado apenas dos años antes, y en particular las enseñanzas sociales allí enunciadas. Al abordar las cuestiones del comercio, la deuda, los límites del capitalismo, los regímenes opresivos y la tentación de la revuelta violenta, la riqueza superflua y la necesidad de una ayuda generosa, Pablo VI expuso las cuestiones que iban a convertirse en el centro de la enseñanza social católica. La década de los sesenta podría ser considerada como la primera década del desarrollo. Fue un periodo de descolonización, con la aparición de nuevos estados independientes en todo el mundo en desarrollo, y especialmente en África. Fue una época de gran optimismo, pero también de gran ingenuidad en lo que respecta al desarrollo. La “teoría del derrame” (el argumento político-económico de que el aumento de la riqueza de los ricos es bueno para los pobres porque parte de esa riqueza adicional acabará llegando a ellos) estaba muy en boga. En contraste con los defensores de la teoría del derrame, el papa Montini advertía de los males y peligros de un crecimiento económico desigual. En un pasaje clave de la encíclica decía: “El desarrollo del que hablamos aquí no puede limitarse únicamente al crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral; debe fomentar el desarrollo de cada hombre y del hombre en su totalidad”.
En el núcleo de este planteamiento estaba el reconocimiento de que el desarrollo sostenible requiere de la participación de las comunidades y los pueblos en el proceso de desarrollo, y que las necesidades humanas básicas deben tener prioridad en la planificación del desarrollo.
Brian Maye, en columna publicada por el Irish Times el 21 de marzo de 2017, en ocasión del 50º. Aniversario de la Popouorum Progressio
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