No podríamos recordar los 105 años de un medio de prensa que tanto gravitó en la historia del periodismo de nuestro país, sin evocar a Pedro Manini Ríos su fundador. Una personalidad tan rica en matices y tan generosa en impulsos creativos que no merecería soportar los etiquetados a que a menudo se la somete. Y menos desconocer su transparente trayectoria con acusaciones fraguadas vaya uno a saber en qué laboratorios y al servicio de qué oscuros intereses.
Pedro Manini fue una de esas figuras políticas uruguayas que ejercieron mayor gravitación en la primera mitad del siglo XX.
Periodista por vocación, escritor, abogado, catedrático de economía política en la Universidad de la República, incursionó en todos los ámbitos del conocimiento. Fue uno de los fundadores del Club Nacional de Fútbol.
Finalizando el siglo XIX junto con Arturo Santana, Emilio Frugoni, Sebastián Puppo, se hicieron disidentes del oficialismo colorado (los colectivistas) y rodearon a la naciente figura de José Batlle y Ordóñez en aras de la renovación del partido. Con gran dificultad se recibió de abogado –arrastraba una situación económica muy ajustada y tenía que encarar no sólo el mantenimiento de su casa sino también ayudaba a sus hermanas y tías solteras-. Ingresó como periodista en el diario “El Día” llegando a jefe de redacción y luego convirtiéndose en su director.
Hizo la guerra de 1904 hasta la Paz de Aceguá, (tuvo una activa participación en la redacción del acuerdo para pacificar al país) como ayudante del general Pablo Galarza con grado de capitán. Junto a Domingo Arena -su socio en el estudio jurídico- se transformó en el brazo derecho del nuevo caudillo colorado Pepe Batlle. En el período de Williman se mantuvo como redactor en “El Día”, viajando en dos oportunidades a París para cambiar ideas y mantener informado a Batlle de todo el acontecer político y planificar la estrategia que le permitiría acceder a una segunda presidencia. En marzo de 1911 fue designado Ministro del Interior (el nuevo nombre que se le asignó al ministerio de Gobierno), cargo al que renunció en 1913 para ocupar la banca de senador por Flores.
Riverismo
A partir de ese momento comenzó su creciente discrepancia con el proyecto de Batlle y Ordóñez de sustituir la institución presidencial para instaurar un ejecutivo colegiado de nueve miembros.
Hasta que al no poder convencer a Batlle de instaurar un sistema parlamentario se produce la ruptura definitiva. Junto con otros 10 senadores funda el Partido Colorado Fructuoso Rivera –conocido como Riverismo- lo que significó la primera gran escisión en el Partido Colorado. En víspera de la convocatoria a elecciones generales a una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Constitución de 1830, Manini junto a Luis Alberto de Herrera es cofundador de la Federación Rural en 1915, con el ánimo de contrarrestar el poder sobre la población rural de los llamados Jefes Políticos y competir con la Asociación Rural que se había transformado en un organismo gremial gubernista.
Se transforma así en el actor principal del acuerdo con los blancos de cara a esas elecciones, donde se logra imponerle al gobierno el criterio del voto universal (masculino) y secreto y la representación proporcional (parcial).
Algunos voceros gubernistas sostenían que el voto secreto era una cobardía: ¡Oh manes de la “influencia directriz” que luego derivó en la “influencia legítima”!
Estas elecciones tuvieron lugar el 30 de julio de 1916 y fue la primera vez en el Uruguay independiente que la ciudadanía gozó de esos beneficios. Y también fue la primera vez que los candidatos gubernistas fueron derrotados en todos los departamentos, menos Artigas. También los electores pasaron de 30.000 a 150.000 en un país que a principio de siglo ya superaba el millón de habitantes. Trabajó activamente en los debates que condujeron a la constitución de 1918.
En 1919 durante la presidencia de Baltasar Brum, volvió a ocupar el Ministerio del Interior y en 1923 fue designado como Ministro de Relaciones Exteriores por el Presidente José Serrato. Entre 1920 y 1940 encabezó como ministro plenipotenciario o como jefe de misión las más importantes delegaciones al extranjero. Basta recordar el rol que desempeñó en las negociaciones para poner fin a la guerra entre Paraguay y Bolivia (Conferencia de la Paz del Chaco) junto al canciller argentino Saavedra Lamas. Y en la negociación de los tratados internacionales con Argentina, Paraguay, Bolivia, Perú y Colombia en consonancia con el presidente de Brasil Getulio Vargas.
En julio de 1940 partió a la Habana junto con su correligionario José Antonio Mora Otero, para suscribir las bases para la Seguridad Hemisférica en el marco de la 8ª Conferencia Panamericana. “Henos aquí reunidos de nuevo en este ambiente republicano creado al conjuro del genio de Martí…” re producía La Mañana su discurso en el ámbito hemisférico.
El 6 de agosto almorzó en Hyde Park con Franklin D. Roosevelt en momentos que todo el mundo le daba a Alemania la guerra (en aquel momento europea) por ganada.
Vocación democrática
Su inquebrantable vocación democrática fue decisiva en la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente a los dos meses de disuelto el Parlamento, en la que participó por primera vez Eugenio Gómez en representación del Partido Comunista, así como el Partido Socialista liderado por el Dr. Emilio Frugoni y la Unión Cívica por Joaquín Secco Illa.
Se trataba de reformar la constitución con un ejecutivo bicéfalo -el presidente de la República sólo disponía de tres carteras: RREE, Interior y Guerra-, los restantes ministerios dependían de un Consejo Nacional de Administración, que fue plebiscitada y aprobada por la inmensa mayoría del cuerpo electoral en 1934.
Fue proclamado candidato a la presidencia en el estadio Centenario en diciembre de 1941 –según la constitución vigente sólo podría postularse un candidato por lema- pero no llegó a ejercer la primera magistratura puesto que el 21 de febrero de 1942, el General Baldomir protagonizó un golpe de estado derogando la Constitución de 1934.
A partir de ese entonces fue abandonando paulatinamente la actividad pública, guardando un escrupuloso silencio sobre los entretelones que motivaron ese golpe de estado para algunos considerado “golpe bueno”, terminología que mucho irritaba al director de Marcha, Carlos Quijano.
Un medio ceñido a principios
La plataforma política que sirvió de sostén a la prédica de La Mañana en sus inicios estaba basada en principios de avanzada para aquella época. Uruguay fue el primer país en América Latina en que la mujer participó con su voto en una elección presidencial en 1938.
El nuevo partido basaba, obviamente, su programa constitucional, en la organización unipersonal del Poder Ejecutivo, pero restringiéndole las facultades; limitando el derecho al veto; ampliando la función ministerial y consagrando su responsabilidad parlamentaria; haciendo más efectivo el juicio político al presidente; ampliando las funciones del Poder Legislativo, especialmente en cuanto al derecho de interpelación y fiscalización de la Administración. En otros aspectos, se sostenía la generalización del derecho al sufragio; una amplia autonomía municipal, financiera y funcional; la descentralización administrativa; la independencia completa del Poder Judicial; la separación de la Iglesia y el Estado; la garantía de los derechos de reunión y asociación, y de la carrera administrativa.
Pero además agregaba en su plataforma electoral otros principios políticos, económicos, sociales, que parece útil recordar aquí, por cuanto se ha insistido siempre en la tendencia “conservadora” del Riverismo. Desde su origen, propuso en su programa los derechos políticos e igualdad civil para la mujer; el estatuto del funcionario público; el Código del Trabajo, con reglamentación del trabajo de mujeres y menores; seguros obreros para la inhabilitación; higiene y seguridad en los talleres; seguros para accidentes del trabajo; medidas para la desocupación forzosa; conciliación y arbitraje, como solución de la huelga; habitaciones económicas e higiénicas para trabajadores urbanos y rurales; mejoramiento y desarrollo de la asistencia; escuelas técnicas profesionales; construcción de escuelas urbanas y rurales, mejoramiento de sueldos y garantía en los nombramientos y promociones del personal docente; educación física obligatoria, cursos gratuitos de enseñanza vocacional, bibliotecas populares; reforma del régimen tributario, desgravándose los artículos de primera necesidad; fomento de industrias derivadas de la utilización de la materia prima del país, fomento de obras públicas y mejoramiento de los medios de transporte.
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