En el mes de julio del 2023, Brasil se ha convertido en el mayor destino de nuestras exportaciones, poniendo en evidencia la importancia que tiene el Mercosur no sólo como estructura de inserción internacional sino también como principal socio comercial para nuestro país.
El 7 de setiembre la Embajada de Brasil realizó recepción en el Edificio Mercosur con motivo del “Grito de Ipiranga”, fecha conmemorativa de la declaración de independencia de Brasil en 1822, cuando Pedro I exclamó: “Independencia o muerte”, dando por concluidos 322 años de colonización portuguesa en América.
De esa forma se inició el camino de un Brasil independiente y soberano, que supo adaptarse muy rápido a las demandas de la modernidad por medio de la perspectiva de grandes líderes políticos como el Barón de Río Branco o Getulio Vargas, que posibilitaron el desarrollo de una industria que hizo de este país la mayor economía de Sudamérica. Al mismo tiempo, Brasil se fue convirtiendo en un interlocutor regional de relevancia en el concierto global y podemos decir que, en la medida en que tuvo un mayor acercamiento con Argentina a lo largo del siglo XX, fue consolidando la posición del cono sur como un importante bloque comercial al que se sumó además nuestro país y Paraguay.
No obstante, tras pasar el auge económico de la región en la década pasada, impulsado principalmente por el crecimiento de China que hizo subir el valor de los commodities, nuestra región comenzó a transitar una curva descendente que tuvo su mayor pico negativo durante la pandemia. Además, en los últimos años, la depresión de los precios internacionales de los alimentos, la inflación y la suba de precios de los fertilizantes y los combustibles, redoblan los desafíos a los que se enfrenta el Mercosur como bloque.
En esa línea, el embajador de Brasil, Marcos Raposo Lopes, aprovechó la ocasión para enumerar los avances que se están logrando en términos comerciales, pero también en términos de conectividad con nuestro país.
De hecho, hay que recordar que fueron las negociaciones iniciadas el 7 de marzo, en un encuentro en Brasilia entre los gobiernos de Uruguay y Brasil, las que propiciaron tres acuerdos para la realización de obras de infraestructura. Entre testas estaba el aeropuerto internacional de Rivera con categoría binacional, la concreción de la hidrovía entre las lagunas Merín y De los Patos, el acondicionamiento del puente Barón de Mauá y la construcción de otro puente sobre el río Yaguarón.
Así, el 11 de agosto, el presidente Lula da Silva anunció un programa de obras que prevé varias inversiones públicas y privadas por unos US$ 348.000 millones en el que se incluye el dragado y balizamiento de la Laguna Merín. Y el 14 de agosto se declaró la binacionalidad del Aeropuerto de Rivera, lo que permitirá incrementar el tránsito de pasajeros y las cargas entre Uruguay y Brasil.
Además, se planea construir un nuevo puente sobre el río Yaguarón que posibilitará el desvío de los vehículos pesados que transitan por el puente Barón de Mauá, única conexión vial entre las dos ciudades. Cabe decir que la obra será financiada por el Gobierno brasileño.
El Mercosur como espacio comercial y bloque de inserción internacional
Sin embargo, desde que se inició esta legislatura en el año 2020, el Poder Ejecutivo lanzó un mensaje a la ciudadanía que parecía mostrar a la apertura comercial como el nuevo evangelio de las relaciones internacionales para nuestro país. En esa línea, el Ejecutivo manejó un discurso en el que se consideraba al Mercosur un obstáculo más que una verdadera plataforma de desarrollo regional.
Así, desde hace un par años, Uruguay ha intentado en solitario y sin éxito la firma de un tratado de libre comercio (TLC) con Europa o con China, perdiendo de vista que lo único que generaba esta forma de proceder era tensión e incomodidad en la región. Pero lo peor de todo parece ser que esta retórica sigue replicándose, aunque no ha tenido los efectos deseados.
De esa forma, el ministro de Industria, Energía y Minería, Omar Paganini, encabezó una misión oficial a China para seguir insistiendo en un TLC que parece poco probable que se firme, al menos durante esta legislatura. Y, además, participó como orador en la Cumbre de Desarrollo Sostenible realizada en aquel país, ofreciendo a las megaempresas asiáticas nuestros recursos de agua para fabricar hidrógeno verde. Y como si se tratase de una postal de turismo cannábico, describió a nuestro país de la siguiente manera: “Al ser un país con una matriz de energía renovable, creemos que podemos jugar un rol complementario con China en la descarbonización de la economía global”.
El presidente Luis Lacalle Pou, por su parte, manifestó que antes de que culmine su mandato viajaría otra vez a China, quedando en evidencia que, si no se concreta ningún avance en este sentido, la política exterior durante los últimos años habría sido un fracaso.
La región como oportunidad
En julio de este año, los datos publicados por el Banco Central sobre las exportaciones de nuestro país mostraron que por primera vez en mucho tiempo Brasil había superado a China como principal destino de nuestras exportaciones por un valor de US$ 139,6 millones frente a los US$ 72,9 millones del gigante asiático. Pero si observamos con mayor detenimiento los datos, podemos apreciar que la mayor parte de nuestras exportaciones estuvieron dirigidas al Mercosur por un valor de US$ 203,3 millones.
En ese sentido, la región aparece como una oportunidad en la que no sólo podemos seguir creciendo, sino también generando valor agregado. Pues, lo que ha sucedido en la industria frigorífica en nuestro país, donde el grupo Minerva se encuentra en una posición dominante, debería ser una señal de alerta por el tema de los monopolios y también en lo que refiere a seguir marginando nuestra pequeña producción industrial. Como bien explicó el CEO de Marfrig, Marcelo Secco, la venta Marfrig reduce un 30% en términos de facturación de carne, detallando que la compañía está trasladando el foco de su negocio a los productos procesados. “Es un cambio de perfil del negocio, sin salir de lo tradicional. Se deja la escala y se opera un negocio de mejor margen con valor agregado”.
Considerando, entonces, estos aspectos; ¿acaso no sería un buen momento para volver a articular alianzas con Brasil, para establecer cadenas de producción que generen desarrollo real, es decir, más valor agregado?
Es obvio que la región tiene que seguir avanzando y apoyándose en sus vecinos inmediatos porque, como bien venimos observando con la guerra entre Rusia y Ucrania, las potencias con las que estamos deseosos de ser socios prioritarios no tienen reparo en gastar miles de millones de dólares en una nueva carrera armamentista, mientras que frente al terremoto sucedido en Marruecos, la ayuda humanitaria para la Cruz Roja solo fue de US$ 1 millón.
Por eso, aquellos que desde encumbradas posiciones académicas moldean un “futurido”, o sea un futuro preferido, aunque vaya en contra del sentido común, parecen obviar que no existe asociación estratégica posible basada en una relación de dependencia. Ahí no hay estrategia. Porque, como bien decía Churchill, no se puede negociar con la cabeza metida en la boca del tigre, y hoy daría la impresión que nuestra cabeza podría estar adentro de la boca del tigre. Pero si hacemos un poco de prospección podemos percibir que mientras nos distraen creando estos “futuridos”, descuidamos lo que la realidad histórica, geográfica y cultural nos marca. En definitiva, deberíamos ya saber o asumir que nuestro destino preferido está en la región, y solo puede desarrollarse por medio de la cooperación y la coordinación con nuestros vecinos inmediatos.
Esta es una lección que tenemos marcada a fuego, porque cuando el poderío norteamericano se encontraba en su apogeo en las Américas, Uruguay supo decir no a las bases norteamericanas para defender la soberanía de nuestro cono sur. Y esa firmeza fue la que sirvió para ganarnos el respeto de tirios y troyanos. No obstante, Uruguay fue un firme colaborador de Occidente durante toda la Guerra Fría, particularmente durante el primer gobierno blanco.
Con esos antecedentes, solo cabe afirmar que en un mundo real Brasil es el principal socio estratégico posible con el que debemos alinear intereses, y desde ese fundamento, nuestro futuro será también razonable.
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