La función del cuarto poder es ciertamente la de controlar y criticar a los otros poderes tradicionales, pero puede hacerlo en un país libre, porque su crítica no tiene funciones represivas: los medios pueden influir en la vida política del país solamente creando opinión.
Los poderes tradicionales no pueden, en cambio, controlar criticando a los medios sino a través de los mismos medios, de otra manera su intervención se convierte en sanción ya sea ejecutiva, legislativa o judicial, lo que puede suceder solo si los medios delinquen o parecen configurar situaciones de desequilibrio político e institucional. Pero como quiera, los medios, en nuestro caso la prensa, no pueden estar exentos de crítica; es condición de salud para un país democrático que la propia prensa se pueda cuestionar a sí misma.
Sin embargo, a menudo no basta que lo haga: es más, el hacerlo puede constituir una sólida coartada, o bien, para ser estrictos, un caso de “tolerancia represiva”, como la definía Marcuse: una vez demostrada la propia falta de prejuicios autoflagelatoria, la prensa ya no se interesa en reformarse.
Umberto Eco, en “Crítica del periodismo”
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