La democracia de la que hoy afortunadamente gozamos tiene su origen en Atenas, pero no durante la época de oro de Pericles, como generalmente se cree, sino trescientos años antes, cuando gobernó esa ciudad Solón.
Solón era un poeta, filósofo y pensador admirado por el pueblo, que lo eligió Arconte para que tomara las riendas del gobierno y salvara a la ciudad de una segura descomposición, debido a una crisis que vivía en esa época, tanto en lo económico, como en lo político y social.
Asumió el gobierno en momentos en que los atenienses estaban divididos en dos grandes bloques: los propietarios de tierras, que eran económicamente poderosos y los únicos habilitados para elegir gobierno; y los pobres, que al no poseer tierras, no tenían en esa época ningún derecho ni posibilidades de ganar dinero para salir de la pobreza, e iban cayendo en la miseria al punto de tener que vender a sus hijos, a sus mujeres y terminar ellos mismos pasando a ser esclavos de sus acreedores, como única forma de sobrevivir.
Solón demostró ser un gran estadista y legislador; supo diagnosticar los males de la sociedad y encontrar las soluciones adecuadas para superar la crisis, estableciendo las bases de justicia que consolidaran el desarrollo de su nación. Reflexionó Solón que todos los males de Atenas derivaban de la desigualdad existente entre sus habitantes, desigualdad motivada en razones económicas, pero que repercutían en lo político y social.
Los propietarios de la tierra tenían el monopolio de la venta de sus productos en la ciudad, porque en aquella época no ingresaban bienes del exterior. Había grandes propietarios y pequeños, pero mientras que los primeros contaban con respaldo económico, los más chicos sufrían en épocas de sequía y plagas, pues al no tener productos para vender se endeudaban y si las cosechas siguientes no eran suficientes para pagar sus deudas, entraban en un círculo vicioso que terminaba con la entrega de su tierra a los acreedores. Y era el comienzo del final, porque sin tierra no había posibilidades de sobrevivir; una vez vendida la tierra vendían sus bienes y quedaban sin ser dueños de ningún bien, salvo sus hijos, su “prole”, de donde viene el nombre de proletarios.
Al vender su tierra, esa gente quedaba sin derechos de ciudadano; no podían elegir al gobierno y por supuesto no podían ser electos gobernantes. De manera que no había esperanzas de cambiar el rumbo de la ciudad, porque quienes establecían las leyes eran parte del sector acomodado económicamente.
Solón se encontró con este panorama y con la mitad de los atenienses devenidos en esclavos a causa de sus deudas. Y reflexionó que mientras no pudiera revertir esa situación, no habría progreso ni siquiera convivencia pacífica entre sus compatriotas.
Así, fue que Solón comenzó estableciendo que ninguna persona podía perder su libertad por deudas y eliminó la esclavitud de los ciudadanos que habían sido libres y que habían caído en ella por deudas. Al hacerlo, esa gente volvió a adquirir la calidad de electores del gobierno y también de ser ellos mismos electos por el pueblo.
Si bien no fue ésta la única medida de importancia que tomó Solón al asumir el gobierno, es sin duda la más importante, porque puso a todos los atenienses en igualdad de condiciones para elegir su destino, y con ello, alentó la esperanza de sus conciudadanos en un futuro mejor.
Y complementando con medidas económicas de apertura del comercio a todos los hombres libres, Solón convirtió esa esperanza en pujanza, y los atenienses sintieron en sus manos la posibilidad de un progreso que los caracterizaría en siglos venideros.
La enseñanza que nos deja Solón es que solo hombres libres pueden encontrar el bienestar de su nación; que el sometimiento a poderes económicos que ahogan a los pueblos en beneficio propio son el mayor obstáculo al desarrollo, que provocan la injusticia social, que entorpecen la convivencia pacífica entre los hombres y que todo esto se convierte en una bomba de tiempo cada día más difícil de desarmar.
No existe en nuestro Uruguay de hoy esclavitud, ni hay que vender a los hijos para poder comer. Pero en el siglo XXI hay otras formas de sometimiento mucho más sutiles que sufren muchos compatriotas y que están resquebrajando a nuestra sociedad como se resquebrajaba Atenas en la época de Solón. Más de 800.000 personas están ahogadas hoy por deudas en nuestro país, por deudas propias de las que son responsables, sí, pero que las han llevado a caer en las redes de prestamistas sin escrúpulos, que salteándose toda regla moral se aprovechan de situaciones de desesperación, exigiendo intereses usureros que agravan la condición de los deudores y los destinan a trabajar para sus acreedores, sin esperanza de poder algún día saldar sus crecientes deudas.
No se vende a los hijos en el Uruguay de hoy, pero se venden muchos bienes, se venden las joyas de la abuela, se vende la casa hipotecada. Y no hay posibilidad de salir del círculo vicioso, porque una vez llegado al clearing, no hay banco que preste plata, no hay posibilidades de obtener una tarjeta de crédito, no hay comercio que venda a plazos. Civilmente se va muriendo, mientras el fruto de su trabajo va a parar a manos de los acreedores en la forma de intereses. Y la deuda sigue… cuando no sube…
¿Puede una sociedad en estas condiciones pensar en un futuro común para todos sus ciudadanos? Solón se dio cuenta que no, borró la esclavitud, puso límite a las deudas, rehabilitó la ciudadanía para todos los hombres libres y encaminó a Atenas por la senda del progreso con el respaldo y el entusiasmo de toda la población.
La convivencia pacífica solo se logra con justicia social. Y la justicia social haciendo responsable a cada uno de sus actitudes, sí, pero evitando que sean víctimas de los abusos de quienes ostentan el poder, sea político o económico.
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