En todo el sistema político hay visiones que tienen similitud y puntos en común entre los diferentes partidos y sus dirigentes, pero la lucha electoral hace que el discurso y las discusiones estén más enfocadas en contraponer posturas calculando y midiendo todo, esto en parte es con el objetivo de posicionarse y de lograr una fuerte identificación de los militantes. Para eso, lo más práctico y redituable es apelar a la consigna efectiva, a la publicidad humorística o agresiva para atacar a quienes están del otro lado. Esto hace que las distancias cada vez sean más lejanas, mas profundas, generando grandes divisiones y fracturas muy difíciles de reparar.
Algunos dirigentes políticos de primer nivel con trayectoria y referencia para muchos, por momentos tienen la voluntad de discutir con altura, de mostrar apertura al diálogo, a la integración, pero la campaña electoral los termina llevando a la lucha, a la pelea que tanta difusión y publicidad tiene en los medios. Ellos mismos avivan el fuego que más conviene para movilizar a los militantes, a esos que llevan la bandera, los que re transmiten todo de forma incondicional sin analizar, sin dudar. Pero la noticia falsa, la mentira, el insulto y el ataque a las personas, van generando heridas muy profundas, difíciles de cicatrizar.
Incluso después que termina la última elección, ese fuego nunca se apaga, solo disminuye la intensidad, se achica la llama con algunas señales que envían algunos de los referentes, pero a esa altura, el daño está hecho, ya poco parecen incidir las reflexiones y señales que estos dirigentes den para cambiar las formas de discusión y apostar al diálogo, acercar posiciones.
Se generó durante mucho tiempo, una costumbre y una dinámica permanente de ataque al adversario, de defensa incondicional a los compañeros, donde prácticamente es imposible compartir opiniones y posiciones con quienes están del otro lado, parece que la postura ante una idea o una propuesta, no está marcada por la discusión ni sus argumentos, si no que hay que ubicarse de acuerdo al color de la bandera o la simpatía con quien hace el planteo.
Pero ahora hay algo peor, muchos ya no quieren escuchar nada que venga de los otros, y a su vez eligen escuchar de los suyos solo la parte que comparten, la que confirma prejuicios y abona posturas ya tomadas de antemano. No están dispuestos a dejar ni un espacio para el análisis, ni a aceptar intercambios en los que puedan se convencidos y hacerlos cambiar de opinión. Evitan la coincidencia que los acerque o integre con quienes están del otro lado. Tan cerrados están, que ni siquiera logran visualizar los mensajes que bajan sus propios líderes.
Con algunos de los principales dirigentes políticos a nivel nacional, se da mucho, que buena parte de los militantes o votantes que les aplauden todo y los idolatran, son por lo general los que menos escuchan en profundidad o interpretan sus reflexiones. Aplauden y comparten siempre las frases simples y efectivas, la que sirve de propaganda, aquella que resulta mas cómoda de defender, la que los enfrenta a quienes están del otro lado. Pero sin embargo pocos escuchan, leen o comparten las opiniones completas, eligen ignorar todo el pensamiento y la reflexión de estos referentes, que implique pensar en profundidad, mirar para adentro y cuestionarse.
Después terminan no comprendiendo, ni pueden interpretar cuando ven a Mujica dialogando de forma fraterna con Sanguinetti, o quedan desorientados cuando escuchan los elogios que se han manifestado entre ellos Mujica y Manini. Parece que tampoco ven el diálogo y la articulación entre los intendentes de diferentes partidos.
Es cierto que existen grandes diferencias, incluso se pueden discutir fuertemente, es sano que así sea, pero algunos también tienen claro las coincidencias, y cuál es el interés superior que tiene un país. Por eso, estas formas de relacionarse y de dialogar son muy necesarias para los tiempos que vienen.
Pero a esta altura, es difícil con el panorama tan contaminado, tan falto de análisis y tan agresivo, entiendo que no va a alcanzar solo con el discurso y las señales que den algunos referentes. Hacen falta acciones concretas y decisiones políticas desde todo el sistema político, para tener un verdadero diálogo nacional, la mayor cantidad posible de puentes y pasadas que permitan cruzar de lado a lado para superar esa división, esa grieta que se ensancha cada vez más.
Si bien no parece fácil, porque la campaña electoral es permanente y siempre están en el horizonte las elecciones, este momento es en el que ese horizonte está más lejano, por lo tanto los partidos políticos tendrán que empezar a mirar para adentro, generar una autocrítica real, buscar corregir prácticas dañinas y conductas muy perjudiciales. Para recuperar y generar nuevamente una cultura de diálogo, de intercambio y discusión con respeto y tolerancia, con dureza si es necesario, pero con argumentos, con apertura.
Hay discusiones necesarias y urgentes por delante, el país necesita mas que nunca que sean serias y en la búsqueda de acuerdos nacionales.
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