Los uruguayos de Montevideo están muy orgullosos de su parque, el Parque Urbano, y no en vano lo han rebautizado con el más ilustre nombre de Parque Rodó, en referencia al eminente escritor y político de ese país que vivió a principios del siglo XX, sobre el que Methol Ferré escribió páginas destacadas. José Enrique Camilo Rodó está a salvo, rodeado por los sólidos muros de su fama; Alberto Methol Ferré, no. O por lo menos no lo está el mural dedicado a él sobre una pared de la escalinata que baja hacia el Río de la Plata. Es una construcción que evoca los parques europeos, cultura de la que Uruguay está imbuido debido a la muy notable estela de inmigrantes procedentes de Europa que se asentaron allí desde el siglo XIX.
El Parque Rodó y su escalinata con farolas de fabricación francesa –y aquí nos acercamos a la razón de este artículo– está en la mira de la Intendencia de Montevideo, que quiere modernizarlo. Nadie se opuso al proyecto, y la discusión será entre las diferentes escuelas de arquitectura que deben confrontarse sobre la manera de hacerlo. La cuestión es que, con la remodelación del parque, sus “habitantes” también pagarían el precio. El proyecto, en efecto, supone la demolición de la construcción actual para hacer una nueva escalinata con una rampa en zigzag entre los espacios arbolados y la escalera central. Alguien pidió explicaciones en voz alta sobre esta obra y todo quedó en suspenso. Por el momento, la escalinata y el mural se han salvado de la demolición, pero su futuro es incierto.
Llegados a este punto, conviene hacer una digresión sobre los orígenes del mural con el rostro de Methol Ferré –Tucho para los amigos–. Fue pintado por un grupo de artistas argentinos en 2017 “con la aprobación –aseguran ellos– del Municipio B de Montevideo y el Museo Nacional de Artes Visuales”. Los muralistas añaden que no eligieron al azar el tema de su obra. “Cuando nos decidimos por la figura de Methol Ferré lo hicimos para visibilizar a este importante pensador, filósofo, teólogo, escritor e historiador uruguayo, no siempre lo suficientemente reconocido en su país, aunque reivindicado por diversas corrientes políticas” en todo el continente. Y citan el libro El Uruguay como problema, “que inauguró una prolífica reflexión que convirtió a su autor en uno de los principales predicadores de la unidad sudamericana, con discípulos en Brasil, Argentina y el resto de América Latina, y reunió a sus pensadores más destacados en la revista Nexo”. Por último, los autores del mural hacen referencia a las relaciones de Methol Ferré. “Su labor teológica fue fundamental para la renovación de la Iglesia latinoamericana, uno de cuyos frutos ha sido la llegada de un sacerdote del ‘fin del mundo’ a la cátedra de san Pedro”.
El sacerdote del fin del mundo, por supuesto, es el papa actual, quien, cuando vivía en Buenos Aires, frente a Montevideo, recibía la visita de Methol Ferré y tenía en mucha estima su humanidad y su pensamiento, como puede atestiguar el que escribe estas notas.
Incluso el lugar elegido –dicen los creadores del mural– tampoco es casual. “El edificio del Parlamento del Mercosur (el Parlasur) y la escalinata histórica rinden homenaje a Methol Ferré y se impregnan de cultura y arte visual, modificando el ambiente del lugar, como el mural de la escalinata de Prato –a pocos metros de la Facultad de Arquitectura– que rinde homenaje a Torres García”, pintor, escritor, escultor y teórico del arte contemporáneo de Rodó y compatriota de Methol Ferré.
Por ahora, la Intendencia de Montevideo asegura que “no se demolerá”. Habrá que ver hasta cuándo y cuáles serán las propuestas para modernizar el espacio salvando el mural, y, por qué no, incorporando un busto de Methol Ferré “que tanto nos ayudó a pensar”, como dijo el papa Francisco cuando recibió al entonces presidente José Mujica en su primera visita al Vaticano en el no tan lejano año 2014.
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