La hipocresía es el homenaje que el vicio le paga a la virtud
La Rochefoucauld
Desde hace algo más de cien años, Europa sigue siendo la gran perdedora en las grandes conmociones mundiales. Sean conflictos bélicos o turbulencias financieras todas han venido entrelazadas entre sí y a la postre se han confabulado para acelerar el ocaso de un mundo que no hace mucho resplandecía como el depositario de la Civilización Mediterránea. El fulgurante progreso técnico no ha logrado ocultar -ni siquiera enlentecer- los oscuros avances del retorno ético y humano.
El 28 de junio de 1914 en Sarajevo (Bosnia-Herzegovina) un integrante de la logia La Mano Negra, Gabriel Princip, obediente a sus mandantes, apretó el gatillo que terminaba con la vida del heredero del imperio Austrohúngaro y de su esposa, encendiendo la chispa de un terremoto que marcó el comienzo del fin de la hegemonía europea en el mundo. Tanto material como espiritual.
Como en una de esas suculentas novelas policiales, pocos días después es asesinado en París en el Café du Croissant, Jean Jaurès, quien había visitado Montevideo tres años antes, donde expresó su admiración por José Enrique Rodó. El líder socialista estaba haciendo un exitoso llamado a los obreros de todos los países (fundamentalmente alemanes y franceses) para unirse y alejarse de la horrible pesadilla bélica y evitar ser enrolados en el cataclismo que se avecinaba. También en este caso, Raoul Villain, un supuesto fanático francés, el que apretó el gatillo asesino, no fue más que un instrumento. A tal punto que el tribunal encargado de juzgarlo prácticamente lo indultó –y se le adjudicó rango de patriota- y al poco tiempo recuperó la libertad.
¿Será que fueron solo estos dos gatillos los autores de esa fatídica hecatombe denominada Gran Guerra, que marcó el comienzo de una serie de calamidades que se van superponiendo una sobre otra con efecto dominó? Para coronar la oprobiosa y sangrienta contienda militar, ya al final, surge una terrible pandemia, mal llamada “gripe española”, que casi duplica el número de los muertos en la contienda armada.
¿Y qué ocurrió después de tantas calamidades? Se vivió apenas un armisticio disimulado por la euforia de los “locos twenties”, con un desbocado hedonismo y una insaciable sed de hacer plata fácil.
Se cumplieron con precisión matemática, las proféticas palabras del General francés Ferdinand Foch, cuestionando la torpe sed de venganza de los vencedores en Versalles. “Esto no es un tratado de paz, es apenas un armisticio de veinte años”. Y la ya anciana emperatriz Eugenia, que sufrió en carne propia la guerra anterior franco-prusiana, después de haber leído detenidamente el extenso Tratado, comentó: “Cada párrafo de esta obra anuncia una nueva guerra”.
La lucha armada es un mal en sí mismo, pero no es el arriete que más golpea a las naciones. En la retaguardia de los combatientes se mueven oscuros intereses que están al acecho y saben, con total ausencia de escrúpulos, obtener pingües ganancias.
En mitad del interregno que anunciaba Foch, estalla otra brutal explosión que, si bien se inició en Nueva York, su onda expansiva alcanzó a todo el mundo con consecuencias tan letales como la de la Gran Guerra. Tal vez haya una relación de causalidad entre ambas. Esperemos que los historiadores se pongan de acuerdo algún día para determinar las causas que originaron el Crack de la bolsa de Wall Street.
Las consecuencias de estos sucesos bursátiles, que se los conoce como la Gran Depresión, si bien golpearon a todos los países, es en Europa donde provocaron el mayor daño. Es allí donde se van a consolidar partidos totalitarios que llegan al Poder con ánimo revanchista y se dan las condiciones para la interrupción de la tregua, exactamente a los veinte años.
Estos episodios bélicos del siglo pasado con el agregado de la gran depresión entre medio, son los grandes mojones que marcan la caída libre de aquella Europa que presumió de árbitro universal durante tanto tiempo.
Las guerras del siglo XXI
Pero la cosa no quedó ahí. El siglo XXl se inicia con la invasión a Afganistán por Estados Unidos, no sólo con la abundante fuerza militar de que dispone, por ser la primera potencia mundial, sino haciendo alarde con el discurso extraído del arsenal de argumentos que le proveen los cultores del “destino manifiesto”. En este caso se trataba de destruir ahora sí, a los hasta poco tiempo antes aliados anti ocupación Soviética: Al Qaeda y los talibanes que detentaban el poder. Y todo para rehacer una nueva nación que se ajustaria a los parámetros de Montesquieu.
Se promovió incluso, en todo EE.UU., manifestaciones feministas de apoyo a la invasión para que las bombas fueran portadoras de un mensaje de género. Esta violenta ocupación que permaneció veinte años, más allá de la hipocresía de su justificación y el orgullo de controlar el mayor mercado del producto de las amapolas, no tuvo mayor incidencia en el alicaído mundo europeo, al no drenarle torrentes migratorios.
Pero hubo otras que sí incidieron mucho. En primer lugar, la guerra de Yugoslavia que constituyó el conflicto bélico más sangriento desde la 2a Guerra Mundial. Se habla de 200.000 muertes y millones de seres humanos sacados de sus hogares. Mientras se derrumbaba otro de los mitos del Tratado de Versalles, los bombardeos de la OTAN fueron de una crueldad fuera de serie, considerado por las Naciones Unidas “uno de los peores conflictos de la historia.”
La guerra de Irak que comenzó en marzo de 2003 y culminó a fines de 2011 con la retirada de las tropas EE UU y sus aliados, también incidió de lleno en Europa, con la inseguridad que provocaron los atentados que se fueron multiplicando.
Los que más irritó a cierta opinión sensible de este destructivo y sangriento operativo, con ribetes de cruzada militar, fue el casus belli inventado por el premier británico Tony Blair y aceptado por George W. Bush. Según un estudio de la BBC “desde antes del inicio de los combates, las evidencias de inteligencia apuntaban a que el régimen de Saddam Hussein no poseía armas de destrucción masiva”.
Las consecuencias fueron desastrosas: el estado islámico y todas sus iniquidades sobre todo contra cristianos, los miles de refugiados, la destrucción de monumentos patrimonio de la humanidad, etc. y sentar las bases de la inestabilidad permanente, en un país que oficiaba de contrapeso en Oriente Medio.
Otra guerra sangrienta insólita fue la guerra de Libia en 2011, se dijo para derrocar al “tirano” Al Gaddafi que logró atomizar a este país mediterráneo provocando masivas migraciones y tráfico humano.
La guerra de Siria, otro eslabón que comienza en el plan confrontativo de la llamada “Primavera Arabe”, que se inicia entre las Fuerzas Armadas de ese país y la oposición que incluye varios grupos terroristas, para transformarse luego en un mega conflicto armado entre varios países incluyendo las dos mayores potencias nucleares. Todavía retumba el clamor de angustia de las interminables columnas de fugitivos, que huyendo del horror de las bombas no lograban ser aceptados como migrantes…!
Guerra en Ucrania: más de lo mismo
Y así llegamos a esta guerra de Ucrania, que más allá de la iniquidad que implica toda confrontación armada con sus ominosas secuelas, acarrea graves riesgos para la seguridad alimentaria de todo el planeta.
En un reciente comunicado fechado en Roma el pasado 14 de marzo, la FAO revela las posibles repercusiones para la economía y la seguridad alimentaria mundial que derivan de este conflicto entre Rusia y Ucrania y juegan un papel fundamental en la producción y el suministro de alimentos a nivel mundial. “Los riesgos para la economía y la seguridad alimentaria mundial derivados del conflicto en Ucrania, incluyendo las recomendaciones para evitar una crisis alimentaria de dimensiones catastróficas”.
«Las interrupciones logísticas y de la cadena de suministro en la producción de granos y semillas oleaginosas de Ucrania y las restricciones a las exportaciones de Rusia tendrán repercusiones significativas y podrían aumentar gravemente la inseguridad alimentaria a nivel mundial, cuando los precios internacionales de los alimentos y los insumos son ya altos y volátiles», explica Máximo Torero, Economista Jefe de FAO.
En 2021, la Federación de Rusia o Ucrania, o ambos, figuraron entre los principales exportadores mundiales de trigo, maíz, colza, semillas de girasol y aceite de girasol, mientras que la Federación de Rusia también se situó como el principal exportador mundial de fertilizantes nitrogenados y el segundo proveedor de potasio y fósforo.
La Federación de Rusia es el mayor exportador mundial de trigo y Ucrania es el quinto. Juntos, proporcionan el 19% del suministro mundial de cebada, el 14% del trigo y el 4% del maíz, lo que representa más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales.
El trigo es un alimento básico para más del 35% de la población mundial, y el conflicto actual podría provocar una reducción repentina y pronunciada de las exportaciones de trigo tanto de La Federación de Rusia como de Ucrania. Todavía no está claro si otros países exportadores podrían compensar esta bajada. Las reservas de trigo ya se están agotando en Canadá, y es probable que las exportaciones de los Estados Unidos, Argentina y otros países se vean limitadas, ya que los gobiernos en primer lugar garantizarán el suministro interno.
La Federación de Rusia y Ucrania también son proveedores líderes de colza (rapeseed) y representan el 52% del mercado mundial de exportación de aceite de girasol. El suministro mundial de fertilizantes también está muy concentrado, con Rusia como uno de los principales productores.
Todo ello es especialmente acuciante para para unos cincuenta países que dependen de Rusia y Ucrania en un 30% o más de su suministro de trigo. Muchos de ellos son países menos avanzados o países de bajos ingresos del norte de África, Asia y el Cercano Oriente.
Los riesgos mayores están relacionados con los flujos de comercio internacional, la subida de los precios, factores logísticos, la capacidad productiva futura de estos dos países, las consecuencias humanitarias, la disponibilidad de los recursos energéticos y los riesgos de tipo de cambio, deuda y crecimiento en la región, así como en las economías del resto del mundo.
Los precios de los alimentos, al alza ya desde la segunda mitad de 2020, alcanzaron un máximo histórico en febrero de 2022 debido a la alta demanda, los costos de insumos y transporte y las interrupciones en los puertos.
Los precios mundiales del trigo y la cebada aumentaron un 31% en el transcurso de 2021 y los precios del aceite de colza y el aceite de girasol aumentaron incluso más del 60%.
La alta demanda y los precios volátiles del gas natural también han elevado los costos de los fertilizantes. Por ejemplo, el precio de la urea, un fertilizante nitrogenado clave, se ha triplicado con creces en los últimos 12 meses. «Existe todavía un alto grado de incertidumbre en términos de la duración y magnitud del conflicto entre la Federación de Rusia y Ucrania, pero el informe incluye recomendaciones para evitar el peor escenario, o sea una crisis alimentaria mundial con efectos catastróficos sobre el hambre en el mundo», añade Torero.
TE PUEDE INTERESAR