Es muy probable que en estos días se trate y acaso se vote en el Senado de la República el proyecto de ley sobre la eutanasia, que ya cuenta con media sanción en Diputados.
¿Cuáles son los argumentos que se esgrimen a favor? Ante todo, se dice que la eutanasia es necesaria para permitir que enfermos terminales, con enfermedades insoportablemente dolorosas, puedan pedir que se los mate sin que el médico incurra en delito. Se habla de “libertad de elegir” para el paciente y para su familia, ante una situación “difícil, delicada y dolorosa que muchas veces no puede esperar”. La eutanasia se presenta como “derecho”: como una cuestión de “humanismo”.
Más allá de los argumentos, lo cierto y lo concreto, es que la legalización de esta práctica le vendría muy bien tanto a los ingenieros sociales como a los administradores de los centros de salud. A los primeros les vendría bien, porque como dijimos en un artículo reciente, ante la estrepitosa caída de la natalidad entre 2015 y 2022, de algún modo hay que equilibrar el desastre. Y como ningún partido político, salvo Cabildo Abierto, parece estar dispuesto a impulsar políticas para promover la natalidad, la opción que queda es reducir el número de ancianos. A este objetivo podría contribuir la legalización de la eutanasia.
A los administradores de los centros de salud, la legalización de la eutanasia les vendría como anillo al dedo porque bajarían sus costos. En Canadá, los estudiosos del tema afirman que desde que se legalizó la eutanasia en 2016, los costos de atención médica bajaron en casi 87 millones de dólares canadienses. La reducción neta total, sumados los ahorros, fue de 149 millones de dólares canadienses.
La muerte administrada –dicen los expertos canadienses– es menos costosa que el tratamiento de los pacientes: cuanto antes muere un paciente, menos costoso es su cuidado. Por eso, por económicos que sean, los cuidados paliativos siempre serán más caros que una inyección letal. Por supuesto que la solución “exprés” siempre alivia a la familia. Lo que nunca se dice es que también alivia –¡y cómo!– la economía del centro hospitalario.
Hace un par de años, el diario El País publicó unas expresiones del senador Guido Manini Ríos con motivo de unas conferencias sobre el proyecto de ley de eutanasia organizadas por la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados. Allí, el líder de Cabildo Abierto dijo que legalizar la eutanasia en Uruguay implicaría “un retroceso a pasos agigantados”, porque, así como hoy a nadie le horroriza que una madre termine con la vida del ser que tenía en su vientre, en un mundo donde todo se cosifica y a todo se le pone precio, ahora se podrá terminar con la vida de aquel que lo pida.
“Estamos hablando de una verdadera monstruosidad”, dijo Manini. “La propuesta es una monstruosidad y que se discuta con altas posibilidades de que estén los votos para que sea ley es monstruoso”. Esto lo dijo con conocimiento de causa, porque como exdirector del Hospital Militar sabe perfectamente cuáles son los costos de los cuidados paliativos. Lo que está en juego, dijo Manini, “es plata”: “Es tan bajo como eso”, concluyó.
“Las vidas humanas por plata. Esto hay que decirles en la cara: van a votar esto, pero son cómplices de una de las cosas más inmorales que va a votar este Parlamento. Lo voy a decir con todas las letras, porque esa es la verdad”, señaló en medio de aplausos.
La opinión de Manini coincide con la de Alex Schandenberg, director ejecutivo de Euthanasia Prevention Coalition de Ontario, Canadá, cuando afirma: “A esto se ha reducido la vida humana: dólares ahorrados al matar a alguien. Ahora, incluso se convierte en ‘¿Cómo te atreves a seguir viviendo cuando tengo que pagar tus gastos?’”.
Por su parte, Michel MacDonald, también canadiense y líder de la Organización Católica para la Vida y la Familia opina que “es triste ver cómo se valora la vida humana en términos de su análisis de costo-beneficio con respecto al sistema de atención médica en Canadá. La filosofía utilitaria subyacente del informe no hace justicia a la dignidad única de la persona humana, una dignidad que no puede reducirse a dólares y centavos”.
¿Son estos los “valores” que queremos legar a nuestros hijos? ¿Este es el “humanismo” que predican los partidarios de la eutanasia? ¿Por qué no confiesan que son utilitaristas, y que por eso no tienen empacho en terminar con las vidas de seres humanos al bajo precio de la necesidad?
TE PUEDE INTERESAR: