Consideramos perfectamente aceptable la voluntad de construir poder por parte del presidente de la República, el Dr. Luis Lacalle Pou, como hombre joven que es, para convertirse en el indiscutible conductor de su Partido Nacional, ahora sin rivales a la vista, por el muy prematuro y lamentable fallecimiento del otro gran caudillo nacionalista, el Dr. Jorge Larrañaga.
El éxito en el manejo de la pandemia, el aumento de los precios de nuestros productos exportables que incide en la mejora de la economía y el crecimiento del empleo, la actividad del sector de la construcción, y un significativo y firme proyecto de apertura del comercio exterior logran un índice de aprobación interesante para la figura presidencial; sumado al canto de melifluas voces de visitantes argentinos, tan sugestivamente gratas al oído presidencial, como desearlo su propio presidente.
Sin embargo, hay un mandato de cambio forjado en las urnas que está clamando impostergables concreciones que no llegan, aun siendo muy necesarias.
Existen serios y fundados proyectos de ley a iniciativa de Cabildo Abierto que no han recibido el apoyo que merecen. No hablamos del Partido Independiente, de muy escaso aporte electoral y generosamente sobrerrepresentado en el gobierno. Tampoco del sector “Ciudadanos” cuyo destino, sin Ernesto Talvi, no es otro que ser fagocitado por el Partido Colorado.
Hablamos del Partido Nacional, socio principal y dueño responsable de los cambios que la ciudadanía reclama.
Sin ir más lejos, días pasados la historiadora Mercedes Vigil señaló con innegable lucidez una serie de temas, verdaderas rémoras que dejó el frenteamplismo que deben extirparse. También la senadora Bianchi, sobre quien cayeron rayos y centellas, emitió críticas que, no obstante los ataques sufridos, están apoyadas en todos los archivos recientes.
Veamos.
Copados los mandos medios durante estos últimos 15 años por militantes que fueron compensados con la superfetación innecesaria de cargos gerenciales, como el absurdo de las 30 gerencias del Instituto de Colonización, lo que se repite en muchas otras áreas, la máquina de impedir funciona bien aceitada.
Si bien la seguridad ha comenzado a mejorar por la ímproba labor que dejó Larrañaga, aún hay críticas frentistas o sea de quienes agraviaron la razón y el buen sentido poniendo el servicio a cargo de dos exconvictos como Bonomi y el secuestrador hermano de Vázquez, cuya inoperancia y desastrosa gestión ya nadie defiende.
Pero el Instituto Nacional de Derechos Humanos sigue siendo la obra del frenteamplismo, en la cual siempre hizo nido, al decir de Larrañaga.
La Enseñanza precisa rascarse a fondo para evitar que se frustren los inteligentes esfuerzos que está realizando Robert Silva.
La Fiscalía de Corte no puede dejarse en manos del frenteamplismo, cuando desde allí se maneja todo el sistema penal en base a un código disparatado que minimiza la actuación de los jueces y urge cambiar a la mayor brevedad. Por ese cargo, la preocupación frentista es evidente.
Las ONG dependientes del MIDES deben ser cuidadosamente examinadas, pues existen favoritismos y dádivas que están muy lejos de cumplir la función social que les está asignada.
Las indemnizaciones y los resarcimientos que se transmiten como herencia hasta la tercera generación son un disparate impuesto por decreto que jamás debió admitirse y hay que eliminar. No ha sido igual el tratamiento para las decenas de víctimas de los asesinatos cometidos por el feroz terrorismo tupamaro.
¿Funciona la Justicia penal? Sin duda, pero para enjuiciar con equívocas pruebas a ancianos jefes militares que hace 50 años pudieren o no haber cometido algún delito y que hoy son buscados de forma implacable.
Pero no hemos visto funcionar con el mismo ritmo las recientes y graves denuncias por desfalcos, malversaciones y fraudes que comprometen a los exgobernantes frentistas por su rapacidad burocrática al frente de ANTEL, ANCAP o UTE, ya hace meses formuladas por la pérdida o la desaparición misteriosa de millones y millones de dólares.
¿Cuál es entonces la causa de la demora o de la inacción?
Si lo que falta es la voluntad política, ¿será por el temor a la pérdida de votos? Bueno es recordar que nunca se pierden los votos que nunca se tuvieron, y la inactividad en realizar los cambios apareja la desilusión de quienes creyeron y siguen esperando el cumplimiento de lo prometido.
Todo lo cual puede estar alfombrando el camino de la oposición.
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