Días atrás, una buena y vieja amiga –que no “amiga vieja”-, casada en primeras nupcias desde hace más de 20 años y madre de seis hijos vivos –cuatro en el cielo-, me describió una por una, las distintas actitudes del común de la gente, ante la noticia de cada uno de sus embarazos. La anécdota me pareció tan simpática, realista, interesante, y por momentos terrible y preocupante, que decidí escribirla y comentarla aquí…
El primer hijo. Ante la noticia del primer hijo, todo el mundo felicitó a mi amiga. ¡Qué bueno! ¡Qué alegría! ¿Cómo se va a llamar? Todo era alegría, felicidad, ilusión y expectativa. La llegada del primer hijo seguía siendo –hace más de 20 años- una gran alegría para los padres y sus amigos. Algo digno de aplaudir y festejado a lo grande.
El segundo hijo. La segunda vez que mi amiga quedó embarazada, las felicitaciones no fueron tantas, ni tan efusivas, pero las hubo en cantidad aceptable. La particularidad de este embarazo, fue que la inmensa mayoría de los que recibieron la noticia, manifestaron su deseo de que el sexo del recién concebido, fuera distinto del sexo del bebé ya nacido. La idea del “casal”, parece estar grabada a fuego en la mente de los uruguayos.
El tercer hijo. La noticia del tercer hijo, ya no fue bien recibida. Muchos, más que alegrarse, se asombraron. Los comentarios de la gente fueron del tipo: ¿Otro más? ¿No les parece una locura? ¿Cómo van a mantenerlo? Incluso alguno, más atrevido –y para mi gusto desubicado-, les llegó a dar el “pésame” por el tercer embarazo… Un niño es algo digno de festejar, dos es aceptable, pero tres… a algunos les parece “de locos”.
El cuarto hijo. Si con el tercer hijo las críticas superaron ampliamente las felicitaciones, con el cuarto, arreciaron. Y las felicitaciones se vieron reducidas a la mínima expresión de quienes comparten con estos amigos, su fe, su coraje y su amor a la vida. “¡Ustedes están locos!” dijeron algunos. Otros, volvieron a preguntar ¿no tienen televisor? , mientras que el resto les preguntó cómo iban a hacer para mantenerlos. ¡Como si la manutención de los niños saliera de su bolsillo!
El caso del cuarto hijo, me recordó al de la mamá de mi ahijado, cuando fue a tener su cuarto o quinto hijo en una conocida mutualista. A la enfermera que la atendió, no se le ocurrió nada mejor que preguntarle cuándo iba a “cerrar la fábrica”. La pobre mujer no tenía idea de que a quien se estaba enfrentando: se pegó con el horcón del medio. Lo único que les puedo decir, es que la respuesta fue directamente proporcional al atrevimiento de la pregunta…
El quinto hijo. Con el quinto hijo, la hostilidad de algunos y las críticas de otros, desparecieron. Algunos asumieron que este matrimonio no encaja en los moldes habituales –lo cual es completamente cierto-, y en consecuencia, no hay nada que hacer. Los criticones, depusieron las armas… Con el quinto llegaron además, las primeras confesiones de amigas y conocidas, a las que les gustado tener más hijos… ¡Qué lindo es tener una familia grande!
El sexto hijo. Con el sexto hijo, ya todos los que los rodean tenían asumido que a este matrimonio, nunca se le cruzó por la cabeza la idea de “cerrar la fábrica” intencionalmente. ¿Y qué dice el “sindicato”? ¡Están felices, porque de chiquitos les enseñaron que tener hermanos, es un inigualable don de Dios! Así que como en el Ludo, volvemos al punto de partida: volvieron las felicitaciones. Y hasta los corazones más duros reconocieron la valentía de estos amigos.
¡Seis hijos! ¡Qué maravilla! Más y más personas les confiesan que les habría gustado tener más hijos. Reconocen que no se animaron por una serie de motivos al parecer muy razonables en aquel momento. Hoy, piensan que podrían haberse arreglado…
En nuestro tiempo se habla mucho de libertad y de derechos. Pero… ¿son realmente libres los matrimonios, de traer más hijos a este país de viejos? ¿Por qué tanta presión social en contra? ¿Dónde está el derecho a decidir a favor de la vida? ¿O sólo es “derecho” cuando la decisión es abortar? ¿No es vulnerar el derecho de una familia a tener los hijos que quiera, criticar el embarazo de la esposa y cuestionar su maternidad? ¿No es meterse en decisiones ajenas? ¿Será que hay envidia, y que la apertura a la vida es un cachetazo al egoísmo propio? Nuestra patria necesita hijos. Necesita “familias coraje” dispuestas a correr la magnífica aventura de traer muchos comensales al banquete de la vida.
Vos… ¿te animás?
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