La competencia entre el futbol europeo y sudamericano no es nueva, y permanece fiel a su tradición hasta la actualidad. Prueba de ello fue el debate que existió en su momento tras las declaraciones de Kylian Mbappé (máxima estrella mundial de la selección francesa) en las que expresaba que: “En América del Sur el futbol no está tan avanzado como en Europa, es por eso que en los últimos años los europeos siempre ganan”.
Estas palabras dichas hace unos meses atrás y que suscitaron todo tipo de desencuentros, encajan perfectamente con una postura histórica de Europa, sobre la historia de este deporte que ha sido invisibilizada muchas veces pero que siempre ha permanecido bajo una forma u otra, matizando o mejor dicho quitándole importancia y valor a los títulos ganados por equipos sudamericanos, sobre todo en el período que va entre 1924 y 1950.
Porque la historia del Futbol y de sus torneos mundiales no podría entenderse cabalmente sin ahondar en el europeísmo que enmarcó los inicios de la profesionalización de este deporte, y que fue generalmente injusto con algunas naciones como Uruguay.
En 1929 en Barcelona se designó a Uruguay como sede y primer país organizador del Mundial después de la retirada de los otros países candidatos. Desde ese momento, empezaron a aflorar las dificultades. Los países europeos no aceptaron en primera instancia que el torneo se fuera a celebrar al otro lado del Atlántico. El largo viaje y todos los gastos que conllevaba no convencían a las federaciones ni a los clubes del viejo continente. Tal y como reconoce Yves Rimet (nieto de Jules Rimet): el Mundial de 1930 se celebró de milagro, puesto que la FIFA no contaba con apenas capacidad económica. El apoyo Financiero de Uruguay hizo posible la organización de la cita. (Santiago Sánchez, Jules Rimet y el origen de los mundiales de futbol)
La versión europea
Desde la historiografía futbolística europea se ha tratado de sostener a capa y espada, la tesis que vindica a los inventores del futbol (los ingleses) como los mejores del futbol mundial hasta la mitad del siglo XX. Razón de esta superioridad fue que la selección inglesa no sólo no se afilió a la recién creada FIFA para no mezclarse con el juego rudimentario tercermundista, sino que además tampoco permitió a Escocia ni Gales participar en ningún torneo fuera de la Isla. De ese modo, se les restó validez a los títulos ganados por Uruguay en París 1924 y en Ámsterdam 1928, Uruguay 1930, como también se desacreditó a los que fueron jugados en Italia 1934 y Francia 1938. El argumento que se manejó y que prevalece en ciertos sectores del futbol, fue que al no haber participado el mejor de todos (Inglaterra) los torneos disputados carecían de legitimidad. Y recién en 1946 cuando Inglaterra se incorporó a la FIFA, participando poco después en el mundial disputado en 1950, la supuesta supremacía británica se dio por concluida, tras la magra actuación del combinado inglés.
Los universitarios franceses […] transformaron el discurso probritánico de la Football Association en un discurso europeísta, más consensual y más acorde con la línea de los dirigentes históricos de la FIFA. Finalmente, dieron cuerpo a estas opciones elaborando la leyenda negra. Ésta fue concebida con el objetivo de eliminar de la historia del fútbol al patito feo uruguayo. No es excesivo decir que, entre 1920 y 1950, Uruguay dominó el fútbol mundial. Desde el inicio de la Copa América en 1916, la celeste se reveló como una potencia futbolística y alcanzó la supremacía planetaria ganando cuatro de los seis torneos mundiales disputados entre 1924 y 1950. Por consiguiente, si se pretende sostener la tesis de la superioridad del fútbol europeo durante este período no queda otro camino que echar un descrédito absoluto sobre los títulos uruguayos. (Pierre Arrighi, Leyenda negra del fútbol uruguayo: universitarios franceses contra la celeste)
El historiador del futbol Alfred Wahl ha sido uno de los responsables en hacer oficiales una serie de mentiras que han alcanzado gran difusión internacional, y que en el año 2002 colaboró en la redacción de un libro sobre los 100 años de la FIFA, en el que también participaron historiadores ingleses, y sociólogos alemanes. En este libro solapadamente fueron inoculadas unas ideas totalmente mal intencionadas sobre Uruguay.
La leyenda negra (uruguaya) se compone de cuatro ingredientes fundamentales:
1. Durante la primera parte del siglo xx el régimen político uruguayo se caracterizó por su nacionalismo exacerbado y su parentesco con el fascismo, de lo que resultó una utilización política del fútbol cuyo punto culminante fue el Campeonato Mundial de 1930.
2. El Mundial del 30 tuvo por objetivo principal la exaltación de la nación uruguaya y funcionó como un cortejo de violencias. La final se ganó gracias al amedrentamiento ejercido por los máuseres sobre el adversario y a las brutalidades desplegadas por los celestes en el campo de juego. Hubo graves incidentes y quién sabe cuántos muertos.
3. El estilo de juego de los futbolistas uruguayos es brutal, indio y gaucho, y contrasta con el juego delicado de los vecinos argentinos. Es la brutalidad de los futbolistas uruguayos lo que explica, en última instancia, sus éxitos mundiales: se impuso en la cancha un nivel de combate físico ilegal.
4. Lo establecido elimina moralmente a Uruguay de la jerarquía futbolística mundial aunque los resultados deportivos prueben lo contrario. (Ibidem)
Es sorprendente la cantidad de falsedades que se han difundido, descartando el testimonio de los periodistas y protagonistas de la época que contradicen abiertamente esta perspectiva de los hechos. Además, según el historiador francés Pierre Cazal, el futbol uruguayo no era gaucho ni indio ni salvaje sino todo lo contrario:
La venida de Uruguay en 1924 para los Juegos Olímpicos y la gira de Nacional en 1925 marcaron mucho los espíritus. Hasta ese momento, el modelo para los franceses era Inglaterra, y el gran periodista Gabriel Hanot, al término del torneo que ganó Uruguay, brillantemente hizo una comparación muy significativa. Opuso el juego inglés, “cuadrado, articulado, con rigor y rigidez”, al juego uruguayo, al que definió como “el arte del amague, de esquivar, de los cambios de pie llevados a la perfección, un virtuosismo maravilloso, un fútbol como nunca se ha jugado en Europa”. El entusiasmo era unánime. Es una lástima que en aquellos tiempos no existiera la televisión, porque el juego practicado por los uruguayos habría tenido el mismo impacto que el que tiene hoy en día el fútbol de Barcelona. Una mezcla perfecta de técnica individual, sentido de la desmarcación y del pase, velocidad y potencia (Pierre Arrighi La Diaria 18 abril 2016)
Las acusaciones europeas a Argentina
Es significativo que un sitio web francés llamado MesOpinions haya lanzado una campaña para juntar firmas, con la petición a la FIFA de jugar nuevamente la final hace pocos días disputada. Las razones que esgrimen los franceses resultan parecidas a las que ellos mismos y los ingleses hicieron sobre Uruguay casi 100 años atrás. Desacreditar el triunfo del vencedor por el mal arbitraje o por razones políticas ajenas al futbol, lo que ha sido una costumbre, por ejemplo: en 1924, después de la final de Colombes, el dirigente suizo Gabriel Bonnet acusó a Uruguay de alinear jugadores profesionales que se pagaban giras turísticas por España. (Ibidem)
Este comportamiento obviamente obedece a esta competencia acérrima entre el futbol de Europa y Sudamérica. Y en el devenir de los años esa competencia ha tenido en algunas naciones una actitud casi que colonialista. Porque mientras el futbol africano se empobrece tras la fuga de su capital humano, el futbol europeo se enriquece con el mismo. Mientras Sudamérica más temprano vende sus jugadores a Europa, más rápido se pierde la identidad que ha caracterizado nuestro futbol. De hecho, en este futbol actual en el que lo físico parece predominar sobre la habilidad, la gracia y la belleza, pareciera que los equipos pierden su histórica manera de jugar convirtiéndose en un producto casi homogéneo. Por ello es necesario volver a rescatar lo que ha hecho único a nuestro juego en la historia del futbol, porque en definitiva forma parte de nuestra cultura deportiva y de nuestra memoria popular.
Jacinto W. Pangallo
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