Desde que se instaló la pandemia, en páginas de La Mañana se viene insistiendo acerca de la conveniencia de instaurar al Consejo de Economía Nacional. Se trata de una figura prevista en el Art. 206 de la Constitución, de carácter consultivo y honorario, destinada a reunir “los intereses económicos y profesionales del país”. El Art. 207 define su relacionamiento con los Poderes Públicos el cual deberá ser por escrito, salvo ante las Comisiones Legislativas, en cuyo caso sus miembros tendrán la oportunidad de sostener sus puntos de vista. Para facilitar la comprensión del mérito de una institución de esta naturaleza, en una columna editorial publicada el 20 de enero la asimilamos a un “GACH para la economía”.
La semana pasada un reconocido exministro de Economía pareció adherirse al planteo cuando a través de una carta publicada por Búsqueda sostuvo que “no estaría mal crear una suerte de GACH económico”. A pesar de que su planteo de un Plan Marshall para la economía fue el que tuvo –previsiblemente- mayor repercusión, este aspecto de la propuesta destila la esencia de lo que Uruguay necesita en este momento: un amplio consenso.
Las grandes reformas y transiciones que llevó adelante nuestro país siempre se obtuvieron a través de acuerdos dentro y fuera del sistema político. Quizás allí radique la gran diferencia con el Plan Marhsall, que fue aplicado por las autoridades aliadas a países derrotados, con economías centralizadas al extremo y sin otra autoridad política que los ejércitos de ocupación. No debemos olvidar que los alemanes eligieron su primer parlamento en elecciones libres en 1949, cuatro años después de terminada la guerra. Es más, cuando Ludwig Earhard implementó la reforma cambiaria de 1948, debió contar con la autorización del general Lucius Clay, gobernador militar de Alemania.
Lo anterior sirve para ejemplificar que, en una sociedad democrática como la nuestra, es imprescindible tejer amplios acuerdos si es que vamos a lograr formular e implementar las medidas estructurales necesarias que coloquen a nuestro país nuevamente en la senda de crecimiento. La figura del Consejo Económico Nacional tendría la ventaja de gozar de mucha más legitimidad –y transparencia- que los variados grupos de expertos, think-tanks, consultores y lobistas de todo tipo que presionan a los poderes públicos en la búsqueda de rentas y los más variados objetivos.
De todas maneras, la referencia del exministro al Plan Marshall es efectiva para ayudar a comprender la magnitud del desafío económico y social que enfrenta nuestro país. Por lo tanto, no hay que tomarlo literalmente, ya que nadie concibe que el covid-19 produzca el mismo tipo de destrucción que los bombardeos sobre Coventry o Dresden durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, existe más de un punto en común.
La economía moderna depende cada vez más del conocimiento y la creatividad, factores que requieren de paz física y espiritual. Las angustias personales y familiares derivadas de la pandemia afectan el estado de ánimo de la economía, provocando una destrucción de capital humano y social que puede presentar mayor daño para la economía que las pérdidas materiales. Por este motivo llegó el momento de ofrecer más certezas a los agentes. Claramente nadie se encuentra con capacidad de garantizar el futuro, pero sí podemos asegurar un rumbo. Esa sería la función principal del Consejo Económico Nacional: sugerir rumbos.
Una encuesta reciente de Factum indica que 82% de los uruguayos aprueba la gestión del GACH. Esto debería servirnos como señal de por dónde viene la cuestión. Se trata de un grupo de profesionales de los cuales teníamos poco conocimiento ya que no estaban involucrados en política. En sus periódicas apariciones, ofrecen con claridad y sencillez un mensaje que ha sido muy efectivo para orientar a la población. No importa si han tenido o no razón en todo, del mismo modo que nadie les pide cuentas a los economistas por sus opiniones –y acciones- pasadas. Solo se trata de ganar la credibilidad de la ciudadanía y así poder unir voluntades y orientar las acciones detrás de un objetivo común.
Lo cierto es que los integrantes del GACH fueron elegidos por las autoridades, pero se ganaron la aprobación de la sociedad en su conjunto y quizás hayan tenido una gran cuota parte en que la economía no haya caído aún más.
En forma análoga, creemos que el Consejo Económico Nacional contribuiría a clarificar los objetivos de política económica, logrando una mejor comprensión de la población, lo que redundaría en mayor adhesión a las eventuales medidas propuestas por el Ejecutivo.
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