Cada tanto, alguien exhuma del baúl de la historia –o de la seudohistoria– el caso de Galileo.
El astrónomo no fue preso ni torturado y mucho menos murió quemado en la hoguera. Tampoco dijo “Eppur si muove”. Pero eso no importa porque se ha logrado instalar el ejemplo de la Inquisición como el patrimonio de la intolerancia. Y tan es así que aun quienes no deberían lo usan para comparar otras intolerancias mucho peores, más brutales y que más víctimas han cobrado en la historia de la humanidad.
Por supuesto que se apunta a la Inquisición católica y todavía, a la española –aunque Galileo fue llamado a Roma–. Si bien María Elvira Roca Barea y otros intentan poner las cosas en su sitio y demostrar que en épocas de intolerancia religiosa, la católica no era precisamente la más exaltada, la leyenda negra está fuertemente abonada.
No se trata de defender a la Iglesia, pero sostener en esa época que la Tierra se movía, más allá de contradecir aparentemente la Escritura, era difícil de probar. Muchos años después, y debo confesar que es mi caso, la mayoría de nosotros sabemos que la Tierra se mueve porque así nos lo han enseñado. Pero habitualmente no se nota y cuando sí, es por un terremoto, lo cual no es precisamente lo mismo.
Casi 400 años después, parecería que la ciencia ha avanzado lo suficiente como para no discutir esas cuestiones, más allá de los terraplanistas, covidiotas y otros grupitos empeñados en negar la realidad. En teoría no debería haber espacio para otras inquisiciones. No obstante, hay situaciones que no diré que nos retrovierten a la antigüedad, sino que nos proyectan a la fantasía.
Si no, veamos el caso de la Dra. Magali Latorre. Esta doctora en medicina reaccionó en su cuenta de Twitter ante un titular de un diario español: “Rubén… el primer hombre embarazado”. Lo que dijo esta señora es que un hombre no puede quedar embarazado. Eso desató todas las furias del averno. Denuncias ante el Colegio Médico, amenazas en las redes sociales… El solo hecho de que la corporación no haya rechazado por improcedente la denuncia parece suficientemente indicativo. La planta de una insólita intolerancia está creciendo fuerte y regada desde arriba.
María Gimena Pérez
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