Debates y post debates han recientemente vuelto sobre un tema que en notas anteriores hemos tratado, adelantando opinión sobre la actuación de las agencias de calificación y la que consideramos su “advertencia” sobre la necesidad de un cambio de rumbo en la administración de las finanzas públicas. No dudamos de las palabras de colegas y presidenciables, aunque sí cuestionamos las reacciones desde autoridades gubernamentales –ahora en la dualidad para muchos incomprensible de gobernantes y al mismo tiempo asesores técnicos del candidato oficialista- en forma, estilo y contenido.
Nuestro análisis responde a lo que incorporan las técnicas prospectivas que desde décadas venimos aplicando y difundiendo, al compás de expertos que nos han orientado y enseñado. Recordemos que la formulación básica de la prospectiva se basa en considerar, para cada caso en estudio, las “tendencias”, los “HECHOS portadores de futuro” y los “propósitos”.
Todos coincidimos, oposición y Gobierno, que las “tendencias” socioeconómicas no son buenas
Recordemos también que desde el Ministerio de Economía y Finanzas se nos ha asegurado que estamos protegidos de mayores riesgos, en particular de la pérdida del Grado Inversor, por la presencia de activos de reserva que nos proporcionarían el correspondiente blindaje, conjuntamente con líneas contingentes de organismos multilaterales por hasta 2.200 millones de dólares, cifra que, debemos acotar, curiosamente resulta muy cercana al nuevo endeudamiento que demanda la construcción de obras por parte del Estado, para “convencer” a una empresa finlandesa a instalar una segunda planta de celulosa en nuestro país.
Todos coincidimos, oposición y Gobierno, que las “tendencias” socioeconómicas no son buenas: déficit fiscal de casi el 5 %, una deuda bruta que trepa sin solución de continuidad y se acerca al 70 % del PIB -la producción anual del país-, un desempleo que pronto rondará el 10 % y una inflación superior al 7 % que no logra ingresar al “rango meta” de 3 a 7 % que desde tiempo viene proponiéndose los integrantes del COPOM del Banco Central del Uruguay, sin lograrlo. Agreguemos un tipo de cambio real no competitivo, un consumo en caída y una muy pobre inversión pública y privada, esta última condicionada con la falta de confianza y la caída de la rentabilidad, consecuencia de una carga fiscal y tarifaria insostenible. Una caracterización que desde la neutralidad técnica que éticamente y aún en períodos electorales debe prevalecer, no cabe calificar de otra forma que de crítica y preocupante.
Reconociendo que las palabras son por lo general más simpáticas que los “hechos” referidos en números, los profesionales de la disciplina tenemos la responsabilidad de plantearlos en términos cuantitativos para su debida fundamentación. Entonces, cuáles son los “hechos portadores de futuro” que debemos prioritariamente considerar. Según las autoridades gubernamentales básicamente son dos: la evolución de la deuda y la capacidad de respuesta a través de los Activos de Reserva que el BCU mantiene como resguardo o cobertura ante eventuales riesgos.
Hechos, no palabras: la Deuda Bruta supera ya hoy los 38.000 millones de dólares, algo así como el 66 % del PIB y sigue creciendo; los Activos de Reserva, la primera “garantía” de pago a los inversores, han caído 2.000 millones de dólares en los primeros nueve meses del año en curso, de 16.000 millones a 14.000 millones de dólares. Un Déficit Público que alimenta el incremento constante de la Deuda, endeudamiento que condiciona un tipo de cambio real que dificulta las exportaciones, caída de la producción y del empleo, conjuntamente con estos Hechos antes reseñados, no solamente lo ven los técnicos en el Uruguay, sino que también las agencias calificadoras y advierten: cambien.
A modo de simple ejercicio prospectivo o de sensibilidad en escenario crítico: asumamos que perdemos el Grado Inversor y como consecuencia de haber llegado al límite de la capacidad de endeudamiento los mercados de capitales doméstico e internacional nos niegan nuevas asistencias, al tiempo que nos exigen el pago de los vencimientos de la deuda vigente –recordamos que la misma llega hasta el año 2055, con compromisos en los períodos inmediatos entre 2.000 y 3.000 millones de dólares anuales.
Entonces, en tales circunstancias, se activarán los Activos de Reserva –actualmente en caída- conjuntamente con las líneas de contingencia –que la experiencia de la Argentina muestran que cuando se las necesita no siempre se desembolsan-, para evitar el default. Todo aquel que realice un simple cálculo comprobará que en las circunstancias reseñadas los Activos de Reserva -14.000 millones de dólares- solo alcanzarán para financiar un Déficit Público de 3.000 millones de dólares y el pago de los compromisos de la Deuda –otros 2.000 millones- durante los primeros 3 años del próximo gobierno. Nos preguntamos quién se hará cargo del resto del período.
No basta tener “nuevos sueños” de crecimiento fundado en una inversión y promesas de convenios internacionales que demorarán más de un período de gobierno en concretarse.
Cambiemos el modelo. No más “mismos principios”. Nuevos valores y principios de “libertad para el individuo y solidaridad para el colectivo” resultarán piezas imprescindibles en un constructo alternativo, de apoyo a la empresa privada y la generación de empleo productivo y sustentable, con un Estado actuando en base a un Gasto Social que promueva el trabajo como único camino a la dignidad. No bastará tener “nuevos sueños” de crecimiento fundado en una inversión y promesas de convenios internacionales que demorarán más de un período de gobierno en concretarse, ya que “sueños, sueños son” nos decía Pedro Calderón de la Barca muy temprano, en el Siglo XVII.
Si no lo hacemos, el riesgo-país estará en grave “riesgo” y el grado inversor se perderá. Seguramente a partir de marzo 2020 nos darán tiempo, siempre que demostremos la “buena voluntad”, el imperativo categórico que Immanuel Kant planteara, para corregir con acciones concretas, la día tras día agravada coyuntura económica a que nos conduce el modelo dirigista y asistencialista vigente por ya casi 15 años. Hechos, no palabras.