En el editorial pasado de Patria Grande, abordamos la problemática que sufre la institución familia en forma muy general, tratando de dejar planteado en el debate un tema de alta sensibilidad.
Naturalmente, entre los factores que inciden en el debilitamiento de la estructura familiar, se encuentra las duras y efectivas consecuencias producto del actual proceso revolucionario cultural, delineado estratégicamente por el político, sociólogo y periodista italiano Antonio Gramsci.
Debido a su complejidad de comprensión y a la necesidad de tomar conciencia de la gravedad del tema, la invitación de Patria Grande, apunta a que nos concentremos en el centro de la batalla; la enseñanza.
Para Gramsci, la hegemonía cultural, termino desarrollado metódicamente para el análisis de las clases sociales y las diferentes estructuras, donde se busca la liberación política de la base tradicional de una sociedad caracterizada de valores positivos, propendiendo de esa manera a crear una nueva y perversa cultura con rasgos propios.
Esta nueva cultura, disolvente por donde se lo mire, tiene sus mejores herramientas en la enseñanza formal, utilizando la estructura educativa del Estado como su principal bastión; esto determina inequívocamente que el primer objetivo a conquistar es el control de la estructura educativa estatal.
Inmerso en esa estructura, se da comienzo a la verdadera revolución, la cual tiene su proceso a través del control de la mente del individuo, de una forma amable y pacífica…” aparentemente”
Hoy la educación tiene claro sellos gramnscianos y que con el actual escenario internacional es muy difícil de revertir, donde perversamente se propone modificar las concepciones y mentalidades tradicionales, mediante el sutil manejo de los procesos cognitivos, todo ello bajo un pormenorizado estudio del cerebro…nada artesanal por cierto.
Este proceso es llevado adelante por la clase intelectual, la cual perfectamente imbuida de la doctrina gramnsciana, busca crear las nuevas generaciones con una mentalidad diferente, débiles en su formación, completamente vulnerables a los fines revolucionarios y prontas para ser los forjadores del nuevo modelo disolvente de la actual clase social, y es ahí donde vemos la ruptura de la célula básica, la familia, punto de partida de la destrucción de la humanidad misma.
Los ejemplos más notorios son los textos de estudios sobre la educación sexual ,difundidos en varios países, así como la cuestión del género, según la cual los niños de ambos sexos deben tener entre sí un trato igualitario e indefinido sexualmente, libre de todo paradigma, y que puedan elegir libremente su propia sexualidad y la manera de vivirla.
Hoy la ideología de género campea en la mente de nuestra juventud, llegando peligrosamente a incrustarse en forma “legal” en la legislación de los países.
La controvertida periodista y profesora, muy vinculada a la izquierda italiana, María Antonietta Macciocchi en su libro “Gramsci y la revolución de Occidente» nos muestra con una clara honestidad intelectual, el daño que sufre nuestra civilización, donde actualmente son muy pocos los valientes países que le ponen una verdadera y eficaz resistencia al embate permanente de esta ideología.
Concluyendo, el panorama hoy se puede considerar muy desolador, observamos como cada día perdemos al principal tesoro, nuestra juventud, la cual se nos escapa como agua entre los dedos y la pregunta que naturalmente surge es la siguiente:
¿Qué podemos hacer?
La respuesta no es sencilla, pero siempre hay un comienzo, resistirse con convicción al “paquete ideológico” que nos quieren imponer, exponiendo sin titubear, a los maquiavélicos intelectuales al juicio social, cuyo verdugo es la propia sociedad, exponiendo las barbaridades contra natura, donde seguramente aparecerá una reserva moral activa que permanece consciente y que sabe, que de seguir el actual camino, nos llevará inexorablente al corredor de la muerte como civilización.
El desafío queda planteado, nos “metemos” en la educación de las actuales generaciones o terminaremos pensando con una pobreza intelectual, que solamente nos llevará a la firma del certificado de defunción de una civilización que no volverá.
Fuente: Patria Grande
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