El sueño de una Patria Grande siempre ha estado presente en los territorios americanos que se balcanizaron tras la independencia de España. Tanto por la reminiscencia común de formar parte de la hispanidad, como también por el ejemplo que supuso la confederación de Estados Unidos de América para los demás países del continente. No hay que olvidar que el republicanismo norteamericano fue de referencia en el siglo XIX, y llegó a inspirar al mismísimo José Gervasio Artigas, quien quiso configurar en nuestra región algo similar.
Sin embargo, nuestro continente tuvo que esperar hasta fines del siglo XIX y comienzos del XX para que esos lazos que se habían disuelto volviesen a reaparecer, reanudando el encuentro cultural entre las diversas naciones de América Lantina. Y en consecuencia, en dicho período, aparecen obras de temática americanista como Ariel (1900) de José Enrique Rodó, El porvenir de América Latina (1910) de Manuel Ugarte, La evolución social y política de Hispano América (1911) de Rufino Blanco Fombona, y La creación de un continente (1913) de Francisco García Calderón. Y en Brasil, aparecen: A ilusão americana (1893) de Eduardo Prado, A América Latina (1905) de Manoel Bonfim y la réplica de Sílvio Romero, A América Latina (Análise do livro de igual título do dr. Manoel Bonfim) (1906). Constituyendo este el primer acervo americanista que sentaría los cimientos de nuestra filosofía, no solo porque trataría a lo americano como un objeto filosófico, sino también, porque América Latina se asumiría a sí misma como sujeto filosófico capaz de analizar como propios los temas universales de la humanidad.
No obstante, este sentimiento común por lo americano se manifestaba especialmente entre los países hispanohablantes, por lo que los encuentros con Brasil todavía eran escasos.
Aunque no se puede eludir que este periodo significó la inauguración de un nuevo capítulo de nuestra historia común con el gigante norteño. Y así, a “través de congresos, correspondencia, periodismo, diplomacia, entre otras actividades, se produce lo que Susana Zanetti denominó un “fenómeno de religación” (Ricardo Souza de Carvalho, La Revista Americana (1909-1919) y el diálogo intelectual en Latinoamérica).
Pero tuvimos que esperar hasta la llegada José Maria da Silva Paranhos Junior, Barón de Río Branco, a la diplomacia brasileña para que Brasil no solo entrara en la historia de América Latina como un actor decisivo geopolíticamente hablando, sino también como un verdadero vector de integración. Y así negoció sus fronteras con distintos países, estableciendo un verdadero marco de paz y cooperación, tal como sucedió con Uruguay al firmar el condominio sobre el río Yaguarón y la laguna Merín, haciendo esencialmente una concesión voluntaria a nuestro país que necesitaba de aquellas vías fluviales.
Pero fundamentalmente el Barón de Río Branco logró que Brasil en muy poco tiempo sentara la idea de lo que sería el gran hito diplomático del siglo XX en el cono sur, a saber: el Mercosur. No hay que olvidar que él mismo fue su precursor con su proyecto conocido como ABC o Tratado de cordial inteligência política e de arbitramento entre os Estados Unidos do Brasil, a República do Chile e a República Argentina.
En esa línea, hace sesenta años comenzó a funcionar la Comisión Mixta de la Laguna Merín (CLM), que sesionó por primera vez en Montevideo el 13 de mayo de 1963, siendo la celebración del Acta de instalación de la CLM, firmada durante los gobiernos del ingeniero Luis Giannattasio y João Goulart. Y de ese modo, el propósito de la CLM fue el de estudiar y planificar estrategias de desarrollo para la cuenca común de ambos países.
Así, se fueron sucediendo distintos episodios que fueron configurando un lento pero seguro proceso de integración regional que no ha parado de avanzar hasta la actualidad. Y en el día de ayer se inauguró en Rivera, como parte de este camino trazado, el primer aeropuerto binacional de toda América Latina, sentando un ejemplo para todo el continente. Por otra parte, las autoridades brasileñas que participaron en el acto anunciaron ya las inversiones que se llevarán a cabo en la laguna Merín para el desarrollo efectivo de la hidrovía entre ambos países, permitiendo que la producción de la zona este del país pueda salir a través del puerto de Río Grande do Sul.
Incluso, la reciente noticia de que Brasil ha descartado la firma de un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea por las severas exigencias medioambientes y las medidas proteccionistas que este último quiere imponer a nuestro continente como condición, debería ser vista como una buena oportunidad para dirigirnos hacia el Mercosur real. Porque es obvio que ninguna potencia europea o asiática velará por nuestro progreso cultural y económico.
Además, según el informe de comercio exterior de Uruguay XXI, de noviembre de este año en materia de destinos, Brasil adquirió productos uruguayos por un valor de US$ 162 millones. Las exportaciones hacia este mercado crecieron veintiséis por ciento y representaron diecinueve por ciento del total exportado, consolidándolo como el primer puesto del ranking de destinos en noviembre.
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