La discusión sobre el desafuero del senador Manini Ríos dejó al descubierto el poco interés que existe en parte del sistema político por aclarar los hechos del pasado reciente.
“No es una discusión de carácter político. Sí lo es enredar este tema con otros del pasado reciente, cuando no tienen absolutamente nada que ver con esto”, expresó el día después de la votación el senador Gustavo Penadés al diario La República.
De hecho, la persecución al excomandante en jefe del Ejército empezó el mismo día que decidió ingresar en la política nacional. Manini debió soportar por año y medio un artero y coordinado ataque desde las más altas esferas del poder constitucional. No se detuvieron en miramientos de ningún tipo. ¿Sacrificar el buen nombre del ministro Menéndez? No importaba, había que cortar la carrera de Manini antes que empezara. ¿Mandatar a algunos selectos periodistas?
De la Fiscalía no hay mucho más que agregar; solo pensar en todo el tiempo que se perdió lastimosamente persiguiendo a Manini con una causa espúrea, solo quizás superada en ridiculez con la persecución al hoy reelecto intendente de Colonia, Carlos Moreira.
¿No existían cosas más importantes para investigar? ¿La fuga de Morabito? ¿La alfombra roja que se le puso a Balcedo para que residiera en Uruguay? ¿El tráfico de cocaína hacia Europa? ¿La presencia de González Valencia, capo de “Los Cuinies” en nuestro país? ¿La actuación de Enrique Canon al frente de la Aduana? ¿El fondo Bolívar-Artigas y todos los negociados con Venezuela? ¿La presencia del PCC en Uruguay? ¿El Lava Jato y las actividades del “doleiro dos doleiros” en Uruguay? ¿El medio radial controlado por la guatemalteca-mexicana perseguida por la Justicia de su país, justamente por tráfico de influencias? ¿La venta del millonario software al BROU en un opaco proceso?
Algunos pensarán que luego de 15 años de “progresismo”, los uruguayos realmente quedamos dañados mentalmente y no nos damos cuenta cuándo nos distraen con los trajes de baño de Sendic, los viajes de Toma o el chofer de Vázquez. Como por arte de magia, los temas quedan agotados en situaciones periféricas, superficiales. Las instituciones que con mucho costo para el Estado se formaron para garantizar transparencia y honestidad, fueron convertidos en un hazmerreír de la población. La Jutep parecía un club de teatro haciendo que juzgaba a los amigos, mientras que la Secretaría Nacional para el Control del Lavado Activos y Financiamiento al Terrorismo (Senaclaft) dio la impresión de haberse convertido en agencia de alojamiento temporario de modelos, mientras Toma no viajara. La misma agencia que con el director anterior se había ganado el respeto del fiscal Sergio Moro por su intención de colaborar en la investigación del Lava Jato.
Pero nosotros seguimos investigando compras de trajes de baño. ¿Hasta cuándo?
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