En Derecho no es necesario que los hechos notorios se demuestren. Así, en un proceso judicial no hay que presentar prueba para acreditar que durante los meses de invierno anochece más temprano que en épocas estivales, dado que toda persona con uso de razón lo sabe. En política las cosas no son tan diáfanas, pero igualmente hay hechos y circunstancias muy cercanas a la notoriedad. Esto viene a cuento a raíz del resultado electoral sobre el cual se han buscado muchas explicaciones, algunas de carácter profundo y de largo alcance, otras más mediáticas, algunas más certeras que otras, etcétera. Dejando de lado los razonamientos de naturaleza psicosocial, muy importantes y que en algún momento deberán ser analizados a conciencia, hubo una circunstancia que fue determinante: la bajísima votación de Cabildo Abierto. Hay que tener memoria, en el año 2019 el Dr. Lacalle fue designado presidente de la República en segunda vuelta por el escaso margen de 37 mil sufragios, habiendo votado por Cabildo casi 270 mil ciudadanos. En octubre pasado los liderados por el senador Manini aportaron a la Coalición Republicana la escasa cantidad de 60 mil voluntades. Y en noviembre quizás hayan sido algo menos.
No deben dejarse de lado errores, malas percepciones, ingenuidad política o falta de experiencia por parte de los líderes de dicha fuerza, negarlo sería de necios, pero esa esmirriada cantidad de votos tuvo también otro origen, decisivo: los permanentes ataques, desconocimientos, ninguneo, que durante el presente período de gobierno partieron desde la Torre Ejecutiva y sus colaboradores en el Parlamento. Prácticamente ninguna de las propuestas cabildantes encontraron eco en su socio principal, precisamente la fuerza política beneficiada por sus votos, al punto tal que se llegó a vetar proyectos de ley y se miró para otro lado cuando se propusieron cosas elementales en relación con los funcionarios públicos más desfavorecidos, los soldados y marineros, lográndose solamente un insultante aumento extra de mil pesos nominales, a la par de que se llegó casi a desmontar a las Fuerzas Armadas a extremos tales que se votó una ley de derribos de aviones, para la cual nuestra Fuerza Aérea solo tiene muy poco más que hondas y flechas para efectivizarla en caso necesario. También se le golpeó durísimamente a raíz de una supuesta “gran corrupción” en el Ministerio de Vivienda –independientemente de la escasa ductilidad para manejarlo– cuando por otro lado ha quedado en un limbo la real o supuesta destrucción de un documento notarial en la sede presidencial.
Esos ataques permanentes, como temiendo que Cabildo hiciera algún tipo de sombra al establishment político partidario, tuvieron su resultado. Hecho bastante notorio que no requiere mayores probanzas.
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