Lo conocí hace más de 30 años junto con Beatriz, su esposa, porque los dos acompañaban a un ahijado que hacía sus estudios en Talleres Don Bosco; yo era joven sacerdote y ese era mi primer destino pastoral. Ellos estaban allí siempre con enorme cariño, interesados por ese adolescente al que seguían en sus estudios y que, ciertamente, no los defraudó.
A lo largo de los años nuestros encuentros fueron esporádicos pero siempre ricos. Encontrarse con él era encontrarse con alguien con mucha energía, intereses variados y conocimiento de la historia de nuestro país. Esa historia donde los Manini Ríos fueron protagonistas para hacerla y para contarla. Con un interés por la historia grande pero también por esos pequeños episodios cargados de humanidad que explican tantos acontecimientos importantes.
Desde la sociedad rodoniana impulsó un encuentro que hicimos el año 2017 en el Club Católico sobre Rodó y la fe. Esa fe que anduvo siempre rondando la vida del Maestro pero a la que no terminaba de adherirse. La impronta rodoniana de su actuación logró crear interés sobre esta figura uruguaya tan importante de nuestro pensamiento. Sin él y otros que se pusieron la tarea al hombro, el centenario de la muerte de Rodó hubiera pasado sin pena ni gloria.
Recuerdo nuestro último encuentro callejero, frente al Arzobispado, nos saludamos y allí me contaba de Mons. Aragone, el segundo arzobispo de Montevideo, un hombre que sufrió mucho porque tuvo que renunciar al arzobispado en medio del rechazo de cierta élite católica pero con el enorme cariño de la gente. Hugo tenía parte de esa historia chica que explicaba el rechazo que suscitaba en algunos la figura de este sacerdote sencillo que, puesto al frente de la Iglesia de Montevideo, se plantó frente a algunas prominente figuras católicas de la época sin avalar sus posturas políticas a las que querían arrastrar a la Iglesia.
Siempre caballero, su figura elegante, su energía contenida, se va a extrañar por las calles montevideanas y en tantos ámbitos diversos donde su presencia y su voz no pasaban desapercibidas. Pude despedirlo y saludar a sus familiares. Tuve la alegría de escuchar que supo morir como hombre cristiano, preparándose debidamente para el encuentro definitivo con Dios nuestro Padre y Juez misericordioso. Que descanse en paz.
Cardenal Daniel Sturla
*Arzobispo de Montevideo
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