El escritor y periodista italiano Álver Metalli vive desde 2013 en el asentamiento La Cárcova, ubicado en el cono urbano bonaerense. Trabaja codo a codo con un famoso “cura villero” el padre Pepe Di Paola, y posee un vínculo con América Latina que data de comienzos de su carrera de periodista trabajando para la RAI, que al cubrir los acontecimientos de este continente, le permitió conocer su realidad. Finalmente se radicó en Argentina en 1987.
Recientemente entrevistado por el portal Infobae con motivo del lanzamiento de su nuevo libro Contraluz, fue consultado sobre qué les diría a los que afirman que la Iglesia necesita que haya pobres, y que incluso los multiplica.
La respuesta de Metalli a quienes sostienen que la Iglesia promueve la “ideología del pobrismo” es la siguiente: “Hay una corriente de pensamiento de origen norteamericano que atribuye a la Iglesia el subdesarrollo de los países de América Latina. Y como la mayoría de los pobres de América Latina son católicos y cristianos, esta opinión termina haciéndolos culpables de su propia pobreza y al mismo tiempo, exonera de responsabilidad a los que deberían ocuparse de ella”.
Y agrega: “Lo cierto es que la Iglesia no crea a los pobres, sí los crea un tipo de desarrollo que deja atrás o margina a importantes sectores de la población”.
Esta “ideología del pobrismo” encuentra variados repetidores rioplatenses como periodistas o políticos que también acusan a la Iglesia del pobrismo. Un año atrás un ex senador y candidato a vicepresidente argentino, que pareciera estar ensañado con la “Iglesia pobrista”, pidió a la Iglesia ocuparse de las cosas espirituales, del alma y del cielo, y dejarlos a ellos ocuparse de las cosas temporales. Miguel A. Pichetto escribió en La Nación “El pobrismo, una perversión de la doctrina social de la Iglesia”, y ha seguido repitiendo estos falsos conceptos sobre la Iglesia y el papa Francisco, en programas de televisión y radio, amplificada por las redes sociales.
Evidentemente los detractores de Francisco no han leído la encíclica “Fratelli Tutti” que no solo no promueve el pobrismo, sino que reivindica el trabajo digno y señala que la ayuda social debe ser transitoria.
La Iglesia tiene infinitos programas sociales, ayuda social, colegios parroquiales, no solo para hacer asistencialismo, sino para hacer promoción humana. Y es la Iglesia la que tiene una Doctrina Social que nace con la encíclica Rerum Novarum (1891), de León XIII, donde se trata de proponer a los cristianos una ética social que sería la actualización del Evangelio a la vida actual, con toda la complejidad que tiene la cuestión social, económica, política, cultural.
En la trama de la temporalidad convergen muchas variantes y es necesaria una reflexión. La Doctrina Social de la Iglesia aporta principios éticos para ubicar cuál es el rol del Estado en la actividad económica y política y cuál es el papel de los particulares.
El psicólogo Erich Fromm tiene un libro muy interesante que se llama ¿Tener o Ser? Ahí plantea que hay básicamente dos grandes modos de vivir uno según el modo del tener, otro según el modo del ser. En ese contexto, afirma que estas personas que se identifican con lo que poseen, tienen una gran ansiedad, la ansiedad que su ser se diluya si pierden lo que tienen y entonces lo formula de este modo: “Si yo soy lo que tengo y pierdo lo que tengo. ¿Quién soy? Nadie, sino el patético testimonio de una equivocada manera de vivir”.
Juan Pablo II (hoy santo) hace 30 años en la encíclica Centesimus Annus reivindicativa de la Rerum Novarum expresa “fue el yugo casi servil al comienzo de la sociedad industrial, lo que obligó a mi predecesor a tomar la palabra en defensa del hombre. La Iglesia ha permanecido fiel a este compromiso en los pasados 100 años…”
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