El general John J. Pershing en su llegada a Francia el 13 de junio de 1917, recibido por oficiales de la “Armée de Terre” francesa
A principios de diciembre de 1917, el general John J. Pershing, comandante en jefe de la fuerza expedicionaria estadounidense, advirtió al Secretario de Guerra que con el colapso del frente ruso, los alemanes podrían concentrar hasta 260 divisiones en el frente occidental para la próxima primavera. Los aliados solo contaban con 169 divisiones, por lo que Pershing juzgaba que era “muy dudoso” que los aliados pudieran detener un ataque alemán. Parte del problema partía del mal desempeño de la movilización estadounidense hasta el momento.
Pershing estimaba que Estados Unidos necesitaría al menos veinticuatro divisiones para junio, pero pocos estadounidenses (y aún menos europeos) tenían muchas esperanzas de que sus fuerzas armadas lograran el objetivo. Frente a ese desafío, los europeos propusieron como solución que los Estados Unidos insertaran a sus hombres directamente en las unidades británicas y francesas a nivel de cada compañía. Los europeos argumentaban que esta “fusión” compensaría la supuesta inexperiencia de los oficiales y suboficiales estadounidenses. Hecho así, las tropas estadounidenses hubieran quedado comandadas a nivel táctico por oficiales subalternos estadounidenses, pero el mando operativo y estratégico hubiera quedado en manos de oficiales europeos más experimentados.
Pero la mayoría de los estadounidenses vieron esto con gran preocupación, dado el enorme número de víctimas que se producían en el frente occidental, y temiendo que sus jóvenes fueran utilizados como “carne de cañón” por los generales europeos (algo que ya había ocurrido con los neocelandeces y australianos en el fallido desembarco de Galipoli). Fue en esta instancia que Pershing se mantuvo firme en la posición de que las fuerzas estadounidenses solo combatirían bajo una cadena de mando completamente americana, y que tuvieran un frente propio en las líneas aliadas. Llegó incluso a decirle al primer ministro francés Georges Clemenceau que estaba dispuesto a que las fuerzas aliadas retrocedieran hasta el río Loira (lo que significaría la pérdida de París) antes que permitir que se incorporaran las fuerzas americanas en unidades europeas más grandes.
Michael S. Neiberg, profesor de historia militar en la Escuela de Guerra del Ejército de los Estados Unidos (US Army War College).
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