Estados Unidos ya había experimentado grandes vaivenes económicos antes de la Gran Depresión de la década del 30. Durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno había estimulado decididamente a los agricultores para que incrementaran su producción agrícola y ganadera con el objetivo de alimentar al Ejército estadounidense y a sus aliados en Europa. Les garantizaron precios altos y se apeló a su patriotismo con eslóganes como “La comida ganará la guerra”. Los agricultores respondieron y se endeudaron para comprar maquinaria nueva que permitiera reemplazar la mano de obra que perdían cuando sus hijos y los jornaleros se enrolaban en las Fuerzas Armadas. Pero terminada la guerra en 1920 y disminuida la demanda de productos agrícolas, el gobierno estadounidense anunció sin previo aviso que ponía fin al soporte de precios. Previsiblemente, los agricultores continuaron produciendo a niveles casi récord, lo que generó un excedente de productos básicos que provocó un desplome en los precios. Para ese momento los precios de la tierra se habían elevado sustancialmente, ya que tanto los agricultores como los inversores visualizaban en la compra de campos una buena inversión. Con el colapso de los precios agrícolas, la burbuja de la tierra explotó haciendo caer en muchos casos el valor de la tierra muy por debajo del monto de las deudas contraídas. Efectivamente, la depresión de posguerra no comenzó con el crack bursátil de 1929. En efecto, para el medio oeste de Estados Unidos, comenzó en 1921, y los agricultores y las pequeñas ciudades que dependían de la producción agropecuaria sufrieron un duro golpe como resultado.
En la década de los 20, un poco menos de la mitad de la población estadounidense vivía en granjas. Cuando los agricultores no lograban ganar dinero, no podían comprar los productos que fabricaban las industrias. Cuando éstas no podían vender sus productos, tenían que despedir a sus trabajadores. Sin ingresos, los trabajadores tampoco podían comprar la producción de las fábricas, lo que significaba un nuevo empuje de despidos y de esta manera el país se sumió en una espiral descendente. Cuando se hizo evidente que el nivel de precio alcanzado por las acciones no era consistente con la realidad productiva del país, los inversores perdieron la confianza y empezaron a liquidar sus posiciones antes de que los precios cayeran aún más. Cundió el pánico y el mercado cayó en picada. Con el cierre de fábricas y la quiebra de bancos, el desempleo siguió aumentando. Sin las redes de seguridad social que existen en la actualidad, muchas familias se encontraron sin ingresos, perdieron sus casas y se enfrentaron a la pobreza. La situación durante los años 20 ya era mala, pero empeoró mucho en los años 30.
Las familias de agricultores solían estar mejor preparadas para capear los tiempos difíciles que los habitantes de las ciudades. Podían cultivar sus propios alimentos en huertas y criar ganado para obtener carne. Las gallinas proporcionaban carne y huevos, mientras que las vacas lecheras producían leche y manteca. Muchas mujeres sabían coser y empezaron a confeccionar gran parte de la ropa de la familia. Un problema importante eran los impuestos, que debían abonarse en efectivo. Las familias que no podían pagarlos a veces perdían sus casas y granjas. El Estado y los gobiernos recortaron gastos siempre que pudieron. Las escuelas recortaron los sueldos de los profesores. Pero muchos recuerdan que, aunque disponían de escaso dinero, no se sentían humillados, ya que todo el mundo a su alrededor también se encontraba en la misma situación de pobreza.
Con la llegada de Franklin D. Roosevelt a la presidencia, el gobierno federal comenzó rápidamente a tomar medidas para contrarrestar el impacto de la Depresión. El 9 de mayo de 1933, dos meses después de asumir, FDR firmaba la Ley de Ajuste Agrícola. Henry Wallace, su secretario de Agricultura, se había percatado de que los bajos precios se debían al exceso de producción, por lo que el gobierno federal adoptó la política de garantizar a los agricultores un precio superior al del mercado por sus cosechas y ganado, si lograban reducir su producción. Con la Ley de Ajuste Agrícola vigente, los productores que se acogieron al sistema empezaron a recibir cheques de compensación muy necesarios, que sirvieron también como gran estímulo para la economía en general. Con esta medida se logró salvar a muchos productores de la ejecución de sus propiedades.
Iowa Department of Cultural Affairs, Estado de Iowa (Estados Unidos)
“Y entonces los desposeídos fueron arrastrados hacia el oeste: desde Kansas, Oklahoma, Texas, Nuevo México; desde Nevada y Arkansas, familias, tribus, polvorientos, arrastrados por tractores. Carros cargados, caravanas, sin techo y hambrientos; veinte mil, cincuenta mil, cien mil y doscientos mil. Fluyeron por las montañas, hambrientos e inquietos, inquietos como hormigas, corriendo en busca de trabajo que realizar: levantar, empujar, recoger, cortar… cualquier cosa, cualquier carga que soportar, a cambio de comida. Los niños tienen hambre. No hay donde vivir. Como hormigas corriendo en busca de trabajo, comida y, sobre todo, tierra”. John Steinbeck, en Las viñas de la ira (1939)
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