No considerar como es debido la existencia de los cuidados paliativos, que están justo en el centro entre el dolor y la eutanasia, equivale a no considerar la existencia de un puente para cruzar un río, suponiendo que sólo se puede cruzar en bote o a nado.
El pasado 11 de marzo se presentó en el Parlamento un proyecto de ley de eutanasia y suicidio asistido. El mismo tiene como objetivo ayudar a morir o ayudar a darse muerte a personas enfermas “de una patología terminal, irreversible e incurable o afligida por sufrimientos insoportables” (Art. 1º).
El proyecto parece partir de un dualismo básico que entendemos inaceptable, y que es el mismo dualismo que percibimos en la encuesta encargada por el Sindicato Médico del Uruguay (SMU) a la empresa Equipos Consultores: dolor insoportable, o eutanasia.
Y aunque el proyecto prevé que el médico tratante debe informar al paciente sobre “los tratamientos terapéuticos o paliativos disponibles”, no prescribe que dicha información deba ser brindada exclusivamente por un paliativista. Algo así como que un paliativista, informara sobre posibles tratamientos oftalmológicos. De este modo, se niega al paciente su derecho a ser perfectamente informado sobre estos tratamientos alternativos por un experto en la materia. En consecuencia, se le restringe notablemente al paciente su libertad de elección, y por tanto su dignidad. Y todo, en nombre de una “muerte digna” que no es tal: el mismo protocolo, que insume 18 días, podría llegar a inducir al paciente y a sus familiares a pedir la eutanasia, en virtud del agravamiento de los síntomas.
El trato personalizado y empático del paciente, lo brindan los cuidados paliativos, pues se basan en una atención del binomio paciente – familia de forma continua
Los cuidados paliativos, permiten morir naturalmente y constituyen “la” alternativa, tanto al dolor, como a la eutanasia. Según la OMS, esta especialidad constituye “un planteamiento que mejora la calidad de vida de los pacientes y sus allegados cuando afrontan problemas inherentes a una enfermedad potencialmente mortal. Previenen y alivian el sufrimiento a través de la identificación temprana, la evaluación y el tratamiento correctos del dolor y otros problemas, sean estos de orden físico, psicosocial o espiritual.”
Este proyecto de ley transforma al médico –cuya vocación es salvar vidas- en un simple mandadero o testigo de la muerte, porque salvo que se resista a tratarlo por no compartir su decisión, su intervención se limita a cumplir la voluntad del paciente. Gran diferencia con los cuidados paliativos, donde el médico no solo alivia el dolor regulando paso a paso la medicación, sino que además explica, acompaña, contiene, y conforta al paciente y su familia.
Por otra parte, la eutanasia, al ser un procedimiento protocolizado, es único para todos, cuando lo que se necesita, es un trato personalizado y empático del paciente. Ese trato lo brindan los cuidados paliativos, pues se basan en una atención del binomio paciente – familia de forma continua, permanente, especializada, individualizada y evolutiva –de acuerdo con la enfermedad-. Esta especialidad tiene en cuenta las perspectivas biológicas del paciente –cada uno es distinto-; el propósito terapéutico y los beneficios de cada tratamiento; los efectos adversos del tratamiento; y el trabajo en equipo con todos los que atienden al paciente. Entre sus principios rectores están la obligatoriedad de no prescribir una prolongación innecesaria de la vida, y mucho menos, acelerar la muerte.
Cuidados paliativos: el médico no solo alivia el dolor regulando paso a paso la medicación, sino que además explica, acompaña, contiene, y conforta al paciente y su familia
Por el tipo de atención brindado, los cuidados paliativos son tan efectivos como económicos, pues en la mayoría de los casos, se realizan en domicilio. Esto mejora notablemente la calidad de vida y de muerte del paciente, ya que por lo general, muere en su hogar, acompañado por sus seres queridos, mientras la mayoría de quienes eligen la eutanasia, mueren solos. Por cierto, la única especialidad que asiste de manera integral a la familia, antes y después de la muerte del paciente, atendiendo sus demandas espirituales, psicosociales y afectivas. Este seguimiento brinda un gran sentimiento de paz a la familia luego de la partida del paciente, cosa que no ocurre con la eutanasia.
En nuestra opinión, no considerar como es debido la existencia de los cuidados paliativos, que están justo en el centro entre el dolor y la eutanasia, equivale a no considerar la existencia de un puente para cruzar un río, suponiendo que sólo se puede cruzar en bote o nadando. Bien dice la OMS, que “la falta de formación y de concienciación sobre los cuidados paliativos por parte de los profesionales de la salud es un obstáculo importante a los programas de mejoramiento del acceso a esos cuidados”.
En síntesis, si alguna ley es necesaria, no es precisamente una ley de eutanasia y suicidio asistido, sino una ley que acerque los cuidados paliativos a tantos ciudadanos como sea posible.
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