Las prisiones de deudores han existido de una u otra forma a lo largo de la historia de la civilización occidental. Las Doce Tablas, la codificación más antigua del derecho romano de la cual disponemos, permitían ya su utilización en el 451 a.C., tratándose de la primera tipificación conocida del instituto de la prisión de deudores. Los deudores romanos podían ser encarcelados luego de treinta días de retraso en el pago de sus deudas y la penalización podía llegar hasta la muerte o la venta como esclavos. Si un deudor se encontraba en mora con múltiples acreedores, los acreedores tenían derecho a diseccionar su cuerpo y dividírselo entre ellos. Esto se mantuvo así hasta que un acreedor golpeó salvajemente al hijo de un deudor encarcelado luego que el hijo rechazara las insinuaciones sexuales del acreedor. Esto provocó que el Senado romano se viera obligado a poner fin por completo a la prisión por deudas en el 326 a.C., así como a liberar a todos los deudores presos. La antigua Grecia también permitía la esclavitud por deudas, hasta que Solón de Atenas la prohibió.
En el siglo XVI, la aristocracia terrateniente de la Nueva España esclavizó a los pueblos nativos, pero en el siglo XVII la Corona española renunció a la esclavitud. Por ello, los aristócratas empezaron a recurrir a la servidumbre por deudas para obligar a las poblaciones indígenas a realizar trabajos forzados. Francia permitió las prisiones de deudores durante siglos: el estadounidense James Swan –un “hijo de la libertad” que participó en el Boston Tea Party– pasó veinte años pudriéndose en una prisión de deudores francesa. Las prisiones de deudores estadounidenses tienen su origen más directo en el derecho común británico de la Edad Media. Inglaterra utilizó la esclavitud por deudas hasta la conquista normanda de 1066. Los normandos odiaban esta práctica porque había sido utilizada contra ellos, y en consecuencia se decidieron a erradicarla de sus nuevos dominios. Sin embargo, en un par de siglos, las leyes contra los deudores regresaron. A instancias de comerciantes y nobles, el Parlamento aprobó varias leyes de encarcelamiento por deudas en la segunda mitad del Siglo XIII.
El sistema que emergió permitía a los acreedores privados encarcelar a los deudores para cobrar antes o después del juicio. Los deudores presos podían ser retenidos hasta que pagaran o hasta que el acreedor decidiera liberarlos. Aunque los acreedores no podían hacerse de los bienes de los deudores, si podían condenar a estos últimos a languidecer a por años dentro de una celda, incluso por deudas insignificantes. Las prisiones de deudores funcionaban con fines de lucro, y se cobraban tarifas de admisión y excarcelación, así como alojamiento, comida, bebidas y alimentos.
Nino C. Monea, en “A constitutional history of debtors´prisons”, Drexel Law Review (2022)
Foto de portada: Pabellón de enfermos de la prisión de deudores de Marshalsea (Southwark, Inglaterra, siglo XVIII). John Dickens, el padre del gran novelista victoriano fue encarcelado en Marshalsea por una deuda con un panadero. El personaje de Wilkins Micawber en David Copperfield está inspirado en el padre de Charles. John Dickens, su esposa Elizabeth y los cuatro hijos menores de la familia se trasladaron a Marshalsea. Charles logró mantenerse afuera, pero el episodio tuvo un profundo impacto en Charles, que con solo 12 años se vio obligado a abandonar la escuela para contribuir a la economía familiar trabajando en una fábrica de betún para zapatos. Le pagaban seis chelines a la semana por diez horas de trabajo al día.
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