La mestización hispano-americana
Durante miles de años, el continente americano, desde Alaska a Tierra del Fuego, fue albergando múltiples culturas indígenas que fueron dejando su impronta en un devenir incesante.
A la llegada del conquistador castellano (principios del siglo XVI) dos grandes civilizaciones destacaban en el escenario del Nuevo Mundo: la azteca en Mesoamérica y la inca en la región andina central. Se produjo el inevitable choque de culturas. La simbiosis entre el íbero europeo y el indígena americano conformó una nueva sociedad que, transcurridos 500 años, sigue caracterizando a la América latina contemporánea.
En Ciudad de México, una placa en la plaza de las Tres Culturas parece recordarnos ese génesis y desarrollo posterior: “El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtemoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”.
Episodios como este replicaron a lo largo y ancho del llamado Reino de Indias. Al sur, en la zona del Paraná guazú (luego llamado Río de la Plata) la presencia indígena era más dispersa, errante, con hábitos de cazadores paleolíticos y escasa agricultura. Para los españoles era una zona marginal carente de minas (plata y oro) y sin las grandes ciudades de otras latitudes. Igualmente, la exploración y conquista en la región platense se inició tempranamente y también el choque con el indígena desató las naturales resistencias. Así lo atestigua la trágica muerte de Juan Díaz de Solís (1516), los enfrentamientos de la expedición de Sebastián Gaboto, las vicisitudes del primer Adelantado, don Pedro de Mendoza, o las que protagonizó posteriormente Ortiz de Zárate, solo para citar algunos episodios que marcaban las dificultades del asentamiento hispano.
Será Asunción del Paraguay, fundada el 15 de agosto de 1537, la primera población estable en la cuenca del Plata. Los indios guaraníes, la etnia más importante de la región (se extendía a los actuales Paraguay, Brasil, Bolivia, Argentina y Uruguay), que dio nombre a tanta geografía regional, eran los vecinos de la nueva ciudad. Una cultura conformada a lo largo de siglos, con sus costumbres, artes, oficios, ritos ancestrales, y que cultivaban en sus aldeas: yerba mate, tabaco, algodón, mandioca, papas, maíz, etc. Como en tantas partes del continente, luego de un tiempo de enfrentamientos y recelos mutuos, se comenzó a formar una comunidad hispano-americana. Era el inicio de la mestización en la región.
La formación de la Banda Oriental
En Asunción se radicó la primera Gobernación del Plata y será desde allí que se advierta la importancia geopolítica de un territorio llamado Banda de los charrúas, Banda del Norte o, más adelante, Banda Oriental, muy propicio para “abrirle puertas a la tierra”, o sea, comunicar el interior sudamericano con el espacio atlántico.
Será Asunción del Paraguay, fundada el 15 de agosto de 1537, la primera población estable en la cuenca del Plata
Hernando Arias de Saavedra, criollo nacido en Asunción y Gobernador del Plata, formará una expedición para explorar la zona y ver el mejor punto donde establecer “puerto de mar”, poblar y explotar recursos. Cruzando el río Uruguay se adentró en nuestro territorio en marcha costera al Río de la Plata hasta llegar a la desembocadura de un gran río; lo bautizó Santa Lucía, por ser un 13 de diciembre (1607), día de la santa y costumbre española de nominar de acuerdo al calendario cristiano. Luego de describir y valorar la zona para establecer un puerto idóneo y asentar pobladores “con aprovechamiento de labranzas y crías por la bondad y calidad de la tierra” solicitaba en la misma carta dirigida al rey (Felipe III) el envío de hombres solteros de Castilla para ese fin, agregaba que se formarían familias con las mujeres locales (mayormente asunceñas) y que se adaptarían fácilmente al lugar.
Este proyecto quedará sin concreción y recién en 1723, ante el avance portugués por estas tierras, lo retomará el Gobernador de Buenos Aires, don Bruno Mauricio de Zabala. Será unas leguas más al este, en la llamada bahía de Montevideo, donde se fundará una ciudad puerto fortificada para la mejor defensa del territorio español y constituirá un jalón importante en el proceso poblacional de esta Banda.
No obstante, Hernandarias recorrió el territorio en toda su extensión, pudo ver la feracidad de las praderas orientales, la abundancia de cursos de agua y montes, a la vez de comprobar la agresividad de los indios charrúas con quienes se enfrentó en varias oportunidades. Pocos años después, realizará una acción llamada a tener un enorme impacto: la introducción de la ganadería en la Banda Oriental.
Aquellas primeras reses y manadas yeguarizas soltadas a campo abierto generaron en pocas décadas un fenómeno que se llamó “el multiplico”, cientos de miles de vacunos cimarrones pasaron a conformar la “vaquería del mar”, transformando los hábitos de sus pobladores indígenas y atrayendo todo tipo de gente en busca de la ansiada corambre. Había surgido una “mina de cueros” y con ella comenzaba un proceso de colonización y mestización que será la base del pueblo oriental.
Fundaciones de poblados, con Santo Domingo de Soriano como precursor, presencia de embarcaciones piratas (inglesas, portuguesas, francesas, holandesas), corambreros, faeneros, changadores, todos atraídos por la nueva situación. Al norte del Río Negro, las estancias de las misiones jesuitas mostraban la actividad de los guaraníes y sus trasiegos de ganado para abastecer a los pueblos misioneros. También los portugueses del sur del Brasil hacían sus excursiones de contrabando y arreaban hacia el norte cuanto podían. En 1680, en el plan político-estratégico de extender la frontera sur hasta el Río de la Plata, los lusitanos fundarán la Colonia del Sacramento y, desde allí, se integrarán al tráfico corambrero.
Hernando Arias de Saavedra, criollo nacido en Asunción y Gobernador del Plata, formará una expedición para explorar la zona y ver el mejor punto donde establecer “puerto de mar”
Durante el siglo XVIII, en esa interacción que la actividad ganadera generaba se fue configurando un tipo humano característico de estas tierras (abarcaba el sur del Brasil, la pampa y el litoral argentinos y nuestra Banda Oriental): el Gaucho. Este centauro de la comarca era un híbrido que tenía en su cultura y en su espíritu sangre indígena, española y negra africana. Del indio tomó su reciedumbre, su dominio sobre el bagual y la naturaleza; del español, su coraje, su determinación, su base cristiana; del negro, muchas veces fugado de sus amos, su abnegación, su alegría rebosante. A todo ello le sumó una forma de ser individualista y rebelde, autosuficiente, fue receloso de la autoridad legal a la que eludió siempre que pudo; conocedor de la campaña, el monte nativo fue parte de su hábitat.
A estos paisanos, como los llamaba Artigas, se les fueron uniendo miles de indios misioneros de aquellos pueblos guaraníes que los padres jesuitas fundaron a principios del siglo XVII. Importantes fueron las oleadas venidas luego de la llamada guerra guaranítica (1754-1756) y después de la expulsión de los jesuitas en 1767. Miles de guaraníes que aportaron al mundo gauchesco los oficios aprendidos (chacareros, albañiles, carpinteros, herreros, alfareros, etc.) y el sincretismo cristiano; también ellos absorbieron las costumbres locales y se agaucharon.
Como puede verse en esta mirada rápida y global, nuestra Banda Oriental a principios del siglo XIX, en los albores del proceso revolucionario, tendrá en su gente el sello distintivo del continente hispanoamericano: una sociedad mestiza, la “raza cósmica” que José Vasconcelos, el célebre pensador mejicano, denominaba hace un siglo como la raza del futuro; contraponiendo su idea a las disparatadas teorías raciales que en Europa derivaban en persecuciones, guerras y genocidios.
Más adelante, en el Uruguay independiente, vendrán las grandes corrientes migratorias europeas que transformaron, en gran medida, nuestra composición demográfica. Aun así, no se podría soslayar la base mestiza generada durante más de dos siglos.
En los últimos censos de población realizados en nuestro país asoma, ahora con menos prejuicios, un porcentaje importante de sangre indígena y africana, aparece esa Historia que conforma una identidad cultural iberoamericana que desde el norte mejicano al sur argentino nos habla de un pasado común.
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Interesante síntesis!
Podría agregarse las estancias de la zona de Soriano y Colonia y sus explotaciones ganaderas.