Ya extrañábamos las odas a la legalización del consumo de marihuana. Parecía que a sus múltiples propulsores les había sobrevenido un bienvenido sentido del pudor. Quizás la cada vez más descontrolada tragedia que desata la droga sobre la sociedad uruguaya trajo algo de madurez a la discusión. Lamentablemente, esto duró poco.
Frente al reclamo de Manini Ríos de implementar una política más agresiva que desaliente el consumo de drogas, el titular de la Secretaría Nacional de Drogas respondió al programa radial En Perspectiva apelando a una lección de antropología. “Los seres humanos convivimos con las drogas desde hace seis milenios y vamos a seguir conviviendo con las drogas”, sentenció, dejando entrever el desgano con el que su secretaría trata este flagelo. Similar argumento podría haber ensayado el presidente Lyndon B. Johnson cuando los ciudadanos afroamericanos de los Estados Unidos empezaron a reclamar por la igualdad de derechos. Pero LBJ, que distaba de ser un pusilánime, y mucho menos un derechista, ordenó a la Guardia Nacional de Alabama a intervenir, acabando con el problema en poco tiempo.
Preguntado por las campañas masivas para disuadir el consumo de drogas reclamadas por Manini Ríos, se entreveró en una disquisición lingüística sobre el significado de la palabra “campaña”, como si los oyentes fueran unos gilipollas que no hubieran entendido un reclamo sencillo que no solo es pedido a gritos por la población, sino que también es un mandato de la ley. Todo para terminar explicando que “si tuviera recursos ya hubiera hecho una campaña”, efectivamente pasando la responsabilidad a otros, ese arte especial de los burócratas con poco apego a la acción. “Hacemos petit-campañas en redes, pero tienen poco impacto“, terminó admitiendo, dándole finalmente la razón al planteo del senador por Cabildo Abierto. ¿Cuál es el problema entonces? ¿Qué nos está frenando? ¿Tenemos algún compromiso internacional que los ciudadanos no conocemos y que nos obliga a seguir drogando a nuestros hijos y nietos?
Finalmente, advirtió “no fantasear con que el cannabis sea la puerta de entrada a nada, ya que es anticientífico”, refiriéndose a la percepción generalizada entre la población de que el consumo de marihuana aumenta la propensión de consumir drogas más pesadas. “Es un disparate”, agregó.
Veamos qué dice al respecto el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC):
“Los investigadores no están de acuerdo en si la marihuana es una “droga de inicio”, o sea, si el consumo de marihuana lleva al consumo de otras drogas más peligrosas, como la cocaína o la heroína. Sin embargo, hay evidencia limitada que parece indicar que el consumo de marihuana aumenta el riesgo de consumir otras drogas. La mayor parte de las personas que consumen marihuana no siguen con otras drogas más fuertes. Las personas que consumen marihuana y sí siguen con otras drogas (incluidos el alcohol y el tabaco) podrían tener un mayor riesgo de dependencia o adicción, especialmente si su consumo de marihuana comenzó a una edad temprana o es frecuente”.
Le haremos llegar al titular de la Secretaría Nacional de Drogas los estudios científicos que respaldan la visión del CDC estadounidense. Quizás en la próxima instancia logre controlar mejor esa agresividad pasiva que pareciera nublar sus intervenciones.
Sigfrido Vaz
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